Estos últimos días el Alcalde Mayor, Juan Barreto, ha estado en la picota. Y no sólo por el empeño de los medios de comunicación privados de embochinchar el ambiente electoral y fomentar la desestabilización a costa de lo que sea. También ha sido sometido al escarnio público por personas que se suponen revolucionarias, entre ellas algunos diputados a la Asamblea Nacional. Pero el punto más alto se alcanzó con el comunicado del Vicepresidente José Vicente Rangel a propósito de las expropiaciones de los campos de golf.
Voy a aclarar que no tengo puesto en el gobierno y menos aún que tenga algún tipo de relación con Juan Barreto, más allá de la militancia en el seno de la revolución bolivariana. Esto lo digo porque voy a intentar aquí, como dice el título de este artículo, una defensa de Barreto. Sé que él es capaz de defenderse solito, como lo demuestra el comunicado que publicó. Además, desde los mismos espacios de Aporrea se ha hecho “otra” defensa del Alcalde Metropolitano (Ángel V. Rivas, “Con mi Barreto no te metas”). Como ya Rivas se refirió al tema de los alcaldezuelos de Chacao y Baruta, yo quiero hablar de los campos de golf. De modo que aquí voy.
Para nadie es un secreto que la medida de Barreto goza de amplia respaldo en el seno de la militancia chavista. No aceptarlo es querer tapar el sol con un dedo. Por ello, a muchos sorprende el repentino jalón de orejas que se le dio desde el gobierno nacional. Y los argumentos de que los decretos de expropiación podrían estar violando disposiciones legales y constitucionales es un cuento un poco difícil de tragar. Mucho más acertado o más ajustado a la realidad es que la medida toca los intereses y privilegios de algunos.
Porque ese es el verdadero asunto. Y allí se encuentran muchas de las respuestas a las preguntas que la gente se hace con respecto al estancamiento del proceso revolucionario venezolano: en el miedo del gobierno a afectar intereses y eliminar privilegios a una clase que políticamente no simpatiza con el gobierno, pero que tampoco le crea problemas. Una clase a la que lo único que le importa es que le garanticen que podrá seguir haciendo sus pingües negocios y enriqueciéndose cada día más. La reacción del Vicepresidente de la República, avalada –según el comunicado- por el gobierno nacional y por el propio Presidente se inscribe en este marco: no buscarle pelea a quien no se está metiendo con el gobierno, especialmente en época electoral.
Pero he aquí que, por más que muchos lo deseemos, el gobierno nacional no es infalible. Y, como ya se ha dicho, al Alcalde mayor lo eligieron los caraqueños. Y a ellos debe, en consecuencia, dar respuestas. Puede discutirse la utilidad de la expropiación de los campos de golf y el uso que se le daría a los mismos una vez expropiados; puede reprenderse a Juan Barreto si tomó la decisión de manera apresurada, sin contar con los estudios técnicos pertinentes y sin la plata para pagar la expropiación. Pero lo que no puede una revolución es tenerle miedo a los privilegios de unos pocos. Que me perdonen el Presidente y todo sus allegados, pero no puede la revolución bolivariana dejar de atender al pueblo sólo porque políticamente no es conveniente una medida. O se está con el pueblo o no se está.
Debería abrirse un debate acerca de la conveniencia de construir casas en los campos de golf. Por cierto, vale destacar que la tendencia es a sacar los campos de golf de las ciudades; ver el ejemplo de algunas ciudades europeas y hasta gringas no le haría mal a nadie. Yo preferiría, por ejemplo, que los dejaran como parques para el disfrute de los caraqueños (el Parque del Este ya no se da abasto). Pero lo que debe privar es el interés de los habitantes de la capital y no el privilegio de unos cuantos.