"La ira y el odio liberan en el cerebro norepinefrina (o noradrenalina) que de la misma forma que el deporte extremo o la cocaína lo hacen. En suma, es posible volverse adicto al odio"
"La agresividad y el odio cumplen un papel destructivo fundamental a través del efecto violento que ejercen en las relaciones intergrupales, lo que ha conducido a algunos de los peores desastres en la historia de la humanidad. Sin embargo hay que diferenciar la ira del odio, dado que la ira es un sentimiento normal en las situaciones de violencia o injusticia y puede ser movilizadora hacia el cambio social. Sin embargo, la valoración cognitiva así como el aspecto conductual incluidos en el odio lo convierten en una emoción devastadora, especialmente en el contexto de los conflictos, ya que enfatizan la repugnancia y la hostilidad hacia cada conducta o rasgo del grupo odiado, evaluando al exogrupo como malvado e incluso aspirando a aniquilarlo. El odio intensifica el ciclo de violencia de ataques y contraataques, genera violencia y esta incrementa a su vez el odio. Si bien la violencia política está sujeta a una racionalidad instrumental y un proceso de organización en la búsqueda de objetivos políticos, en su desarrollo las formas de agresión más irracionales y crueles son motivadas por el odio, como sucede muchas veces en el caso de la violencia política, y de forma particular en el terrorismo, tanto el que proviene del Estado como de grupos organizados, cuyo fin es lograr metas políticas provocando el pánico en la población civil"
S. Ubillos, C. Martín-Beristain, M. Garaigordobil & E. Halperin
I. Odio, desde una perspectiva budista
De todas las emociones que nos causan conflicto la aversión y sus extremos, la ira y el odio, es una de las más fuertes y también la que más fácil resulta identificar. Debemos estar sobre aviso para detectarla en su nacimiento y reconducirla. La aversión es producto del dualismo que nos hace ver siempre todo como "yo y el otro". El odio es una energía muy negativa que nos puede llevar a la crueldad, la violencia y la injusticia. Siempre debemos vernos en el lugar de los demás e intentar comprender sus razones y sus modos de obrar. Nunca deberíamos considerar a otros como extraños y enemigos: todos los seres buscan la felicidad y participan de la naturaleza de Buda. En la visión budista del mundo todos los seres participan de la naturaleza de la mente iluminada y, dado que el universo no tiene ni principio ni fin, son también eternos y se mueven en una continua transmigración en el samsara mientras no se iluminan. Las acciones tienen consecuencias, somos nuestros hábitos. El propósito de la ética en el budismo es el de ofrecer un modelo de cómo actuaríamos si estuviéramos constantemente en contacto con lo mejor de nosotros mismos. Se trata del principio del no dañar a ningún ser vivo así como del cultivo del amor universal indiscriminado. No son mandamientos, impuestos al hombre por una autoridad o poder externo. No hay un juicio. El criterio budista no es teológico sino psicológico.
Según la tradición Budista las acciones son correctas o incorrectas dependiendo del estado mental a partir del que se realizan. Existen dos tipos de acciones: hábiles y torpes, así la ética budista es más una cuestión de inteligencia. Las acciones torpes se definen como aquellas que tienen su raíz en la avaricia o deseo egoísta, en el odio y la aversión y en la confusión mental o ignorancia. Las acciones hábiles están basadas en la amabilidad y claridad, son aquellas que se encuentran libres de avaricia, odio e ignorancia, y que están motivadas por la generosidad, por el amor y la comprensión. Se trata de actuar a partir de lo mejor que hay en nosotros, desde nuestra más profunda comprensión e intuición.
♦»Se dice que el odio existe desde que existe el hombre; que el odio ha sido siempre una de las fuerzas impulsoras de las grandes decisiones históricas y del comportamiento humano. Pero también el odio "ha sido siempre una enfermedad que habrá que superar como se han superado la peste y el cólera". A grandes rasgos, "el odio es una soga al cuello" ¿De dónde brota tanto odio entre los venezolanos? ¿En qué oscuras profundidades de la inhumanidad del ser humano enraízan? ¿De dónde sale esta irreductible frontera del ellos y el nosotros? ¿De dónde nace esa maldad radical? ¿Como el hombre no ha sido capaz de desterrarla de su corazón, ni de su vida? ¿Podemos pensar que la compasión (Bodhichita) es la solución a nuestros males? ¿Cómo combinar eficazmente la compasión y la rebeldía? ¿Cómo abrir la puerta del corazón de los venezolanos a la compasión y trabajar duramente por la solidaridad efectiva? ¿Cuáles son las causas del odio y la violencia entre los venezolanos? ¿Cuáles son los efectos de las posturas y acciones violentas? Conociendo las causas y los efectos del odio y la violencia, ¿cuáles son los remedios eficaces para evitarlos? Para Baruch Spinoza, muchas emociones surgen del odio o se refieren a él: "La envidia, la irrisión, el desprecio, la ira, la venganza y los demás afectos que se refieren al odio o surgen de él, son malos" (Ética, III, 45, corolario 1, p. 214) .
«♦»Por lo general se ha criticado al odio desde las perspectivas de la moralidad y de la civilidad por sus efectos nocivos: el odio no es moralmente bueno porque tiene la finalidad de hacer daño y destruir a la persona odiada, y eso no puede ser bueno. El odio genera hostilidad, conflictos, enemistades, crímenes, peleas, venganzas, terrorismo, guerras y destrucción, entre otras muchas desgracias que, sin duda, las más de las veces conllevan una conducta irracional e inmoral. El odio también produce rasgos de carácter no virtuosos, o moralmente viciosos, en los agentes que odian: agresividad y violencia, entre otros. Sin embargo, el odio puede llegar a tener consecuencias positivas para nuestra conducta moral. . (Gustavo Ortiz-Millán)
«♦»Para el budismo, sólo cuando nos damos cuenta de nuestra vulnerabilidad y reconocemos que las aflicciones mentales nos tornan muy vulnerables, podemos advertir la posibilidad de que la mente acabe liberándose de ellas. En tal caso, uno cobra conciencia de la naturaleza del sufrimiento, pero también se da cuenta de la posibilidad de sustraerse a su ubicua vulnerabilidad. Se generan entonces once estados sanos: la fe, la capacidad de sentir vergüenza, la conciencia, el desapego, el no odio, la no ilusión, además un factor mental denominado no violencia, que semeja a la ausencia del odio.El odio o enfado es una de las perturbaciones mentales más comunes y destructivas que nos afecta casi todos los días. El odio es uno de los sentimientos asociados con la parte más oscura del hombre. Frecuentemente con sus aspectos negativos vinculados con la destrucción, con el mal, los que se imponen y obstaculizan el poder abordarlo en su complejidad y totalidad. Para solucionar el problema del odio, primero debemos identificarlo y reconocer que nos perjudica tanto a nosotros mismos como a los demás, y apreciar los beneficios de tener paciencia con las dificultades. Luego, debemos aplicar métodos apropiados para reducir nuestro enfadado en la vida diaria y evitar que vuelva a surgir.
II. ¿Qué es el odio?
En esta parte del artículo voy a presentar brevísimamente la definición que el budismo tibetano da de esta emoción destructiva que es el odio. El odio es un sentimiento inherente al ser humano y está presente en todas las vinculaciones que tenemos con los objetos del mundo. Realmente, no existe una única manera de definirlo. El odio es una emoción, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir el objeto odiado Depende de la perspectiva teórica o filosófica desde la cual lo definas. "En la vida cotidiana el odio siempre aparece ligado al amor, generalmente como su contrario, y son concebidos en una paridad que no es tal. El odio y el amor no parten de algo común, no son el lado bueno y malo de una misma cosa, como se piensa, sino que sus orígenes son diversos y cada uno de ellos tiene desarrollos particulares" (.Freud, Sigmund: "Pulsiones y destinos de pulsión", vol. XIV, 1915, p. 132.).
El odio es el deseo profundo de dañar a alguien o de destruir su felicidad y no tiene por qué expresarse necesariamente como un ataque de ira ni tampoco de manera permanente, sino que sólo aparece en presencia de las condiciones adecuadas que lo elicitan. Además, el odio está relacionado con muchas otras emociones, como el resentimiento, la enemistad, el desprecio, la aversión, entre otras .El odio es una mente perturbada que observa un objeto animado o inanimado, piensa que es desagradable, exagera sus malas cualidades y desea perjudicarlo. Por ejemplo, cuando nos enfadamos con nuestra pareja, nos parece desagradable. Después, exageramos sus malas cualidades recordando todo lo que nos disgusta de ella y olvidando su bondad, y creamos la imagen de una persona intrínsecamente llena de faltas. Entonces, deseamos perjudicarla de algún modo, por ejemplo, criticándola o despreciándola. Puesto que el enfado está basado en una exageración, la persona o el objeto que observa, en realidad, no existe. Además, como se expondrá más adelante, es una mente destructiva que no nos beneficia en absoluto. Después de comprender la naturaleza del odio y las desventajas de generarlo, debemos observar nuestra mente con atención en todo momento para reconocerlo en cuanto surja.
No hay nada más destructivo que el odio. Altera nuestra paz y felicidad en esta vida y nos impulsa a cometer acciones perjudiciales que nos causarán terribles sufrimientos en vidas futuras. Obstaculiza nuestro progreso espiritual e impide que logremos cualquier objetivo virtuoso, ya sea mejorar nuestra mente o alcanzar la iluminación. El antídoto contra el odio es la paciencia, y si estamos realmente interesados en avanzar por el camino espiritual, no hay mejor práctica que la de esta virtud.
En su Guía de las obras del Bodhisatva, Shantideva dice que todos los méritos o buena fortuna que hayamos acumulado durante miles de eones con acciones virtuosas, pueden ser destruidos en un solo instante si nos enfadamos con un ser sagrado, como un Bodhisatva. El Bodhisatva es aquel que posee la mente de bodhichita, el deseo espontáneo de alcanzar la iluminación por el beneficio de todos los seres sintientes. Puesto que la bodhichita es una cualidad interna, resulta difícil saber quién es un Bodhisatva y quien no lo es. Es posible que un famoso maestro espiritual no sea un Bodhisatva y, en cambio, alguien que viva entre los pobres y necesitados sí que lo sea. Sí, como dice Shantideva, un solo momento de odio contra alguien que ha generado la bodhichita puede destruir eones de virtud, es mejor procurar no enfadarnos con nadie.
Existen numerosos objetos con los que podemos enfadarnos, pero si lo hacemos con alguien que tenga elevadas realizaciones espirituales, destruiremos los méritos acumulados durante miles de vidas. Del mismo modo, si nos enfadamos con nuestros padres u otros seres que hayan sido bondadosos con nosotros, ya sea material o espiritualmente, la destrucción de nuestros méritos o buena fortuna será incalculable. Incluso el odio dirigido contra alguien que esté al mismo nivel que nosotros consumirá la buena fortuna que hayamos acumulado a lo largo de innumerables vidas pasadas.
Es posible que un día acumulemos gran cantidad de karma positivo realizando extensas ofrendas a las Tres Joyas –Buda, el Dharma y la Sangha- o ayudando a los demás. Si nos acordamos de dedicar nuestros méritos para alcanzar la iluminación y beneficiar a todos los seres sintientes, impediremos que el odio los destruya. Sin embargo, si no dedicamos los méritos de estas acciones y nos enfadamos con alguien al día siguiente, la virtud que acumulamos el día anterior será destruida. Aunque nuestro enfado sea leve, puede retrasar la maduración de nuestro Karma virtuoso. Por lo tanto, la perturbación mental del odio es muy perjudicial. Una bebida alcohólica puede embriagarnos, pero si la hervimos, pierde su poder. De igual manera, con la práctica de la virtud creamos el potencial de alcanzar el fruto de la felicidad, pero el odio puede destruirlo por completo.
La destrucción de los méritos es una de las faltas invisibles del odio y, por lo tanto, debemos aceptarla con fe, pero hay otros inconvenientes de esta perturbación mental que pueden percibirse con claridad, y si los identificamos, la importancia de practicar la paciencia nos resultará evidente.
El odio es un estado metal doloroso por naturaleza. Cuando el odio nos domina, perdemos la paz interior y nos sentimos incómodos e inquietos. Nos cuesta dormir y aunque lo consigamos, no podemos descansar. Cuando estamos enfadados, no podemos divertirnos e incluso la comida nos parece repugnante. El odio convierte a la persona más atractiva en un demonio con el rostro encendido. Cuando nos enfadamos, aumenta nuestro malestar y, por mucho que lo intentemos, no podemos controlar nuestras emociones. Uno de los peores efectos del odio es que perdemos el sentido común y nos negamos a ser responsables. Deseamos vengarnos de aquellos que nos han perjudicado, y para conseguirlo corremos grandes riesgos. Para vengarnos de las injusticias que creemos haber sufrido, estamos dispuestos a arriesgar nuestro trabajo, nuestras relaciones e incluso el bienestar de nuestra familia. Cuando nos enfadamos, perdemos la libertad de elección y vamos de un sitio a otro poseídos por una cólera incontrolable. En ocasiones, incluso dirigimos este odio contra nuestros seres queridos y otras personas que nos han ayudado. En un ataque de ira, olvidando la infinita bondad de nuestros familiares, amigos y maestros espirituales, podemos llegar a agredir e incluso matar a las personas que más apreciamos. No es de extrañar que una persona que está siempre enfadada pierda sus amistades. Esta pobre víctima de su propia hostilidad consigue que los demás la abandonen y que hasta sus seres queridos se olviden de ella.
El odio destruye nuestras relaciones con los demás. Cuando convivimos con una persona, a menudo nuestra personalidad, intereses, prioridades y costumbres entran en contradicción con los suyos. Puesto que pasamos la mayor parte del tiempo junto y conocemos sus defectos, resulta fácil criticarla, enfadarnos con ella por el menor motivo y culparla de hacernos la vida insoportable. Si no nos esforzamos por controlar nuestro enfado en cuanto surja, nuestra relación se deteriorará. Aunque dos personas estén enamoradas, si se enfadan con frecuencia, sus momentos de felicidad irán disminuyendo. Finalmente, llegará un momento en que antes de terminar una discusión, estarán empezando otra. Como una flor rodeada de malas hierbas, es imposible que el amor sobre viva en estas condiciones. En una relación de pareja, todos los días tenemos motivos para enfadarnos. Por lo tanto para evitar el resentimiento, debemos controlar el enfado en cuanto surja en nuestra mente. Después de cada comida, fregamos los platos sin esperar a que termine el mes, puesto que no queremos vivir en una casa desordenada ni tener que hacer al final un enorme trabajo. De igual modo, debemos esforzarnos por limpiar la suciedad de nuestra mente lo antes posible, porque si permitimos que se acumule, nos resultará cada vez más difícil hacerlo y pondremos en peligro nuestra relación. Debemos recordar que cualquier situación en la que vayamos a enfadarnos es también una oportunidad para practicar la paciencia. Además, una relación llena de dificultades nos ofrece la posibilidad de eliminar la estimación propia y el aferramiento propio, las causas verdaderas de todos nuestros sufrimientos. " El comprender que no hay una división entre nosotros niega la posibilidad de odiarnos y disuelve la dualidad de la cuál surge todo este círculo vicioso"
Lecturas recomendadas:
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Castoriadis, C. Las raíces psíquicas y sociales del odio.
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Dozier, R. W. (2003): ¿Por qué odiamos? Un método para comprender, refrenar y eliminar el odio en nosotros mismos y en nuestro mundo. Madrid: McGrawHill.
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Elster, J. (1999): Alchemies of the mind: Rationality and the emotions. Cambridge:
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Goleman, D. Emociones destructivas. Cómo comprenderlas y dominarlas. Un diálogo científico con el Dalai Lama.
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Gueshe Kelsang Gyatso (20101): Transformar tu vida. Editorial Tharpa.
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Rueda, E. y Zabaleta , I.(2005)Budismo ,La esencia de Oriente .Edimat Libros
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Sternberg, R. J. (2003): "A duplex theory of hate: Development and application to terrorism, massacres and genocide." Review of General Psychology, 7(3), 299-328.
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Zubiri, X. (2006): Tres dimensiones del ser humano: Individual, Social, Histórica. Alianza Editorial