Transcurridos varios días de la cena ofrecida por Trump, en Nueva York, para sus fieles seguidores mandatarios latinoamericanos, comienzan a conocerse los detalles de la misma y como era de esperar el plato fuerte de la noche fue el tema Venezuela.
Finalmente, entre los asistentes estuvieron Michel Temer, Juan Manuel Santos, Juan Carlos Varela, y la Vicepresidenta de Argentina, Gabriela Michetti; así como, representantes de Canadá, Chile, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Paraguay y Perú. Para estos invitados, el señor Trump derrocho palabras de agradecimiento por su labor en apoyo al pueblo venezolano (léase oposición), y su condena a la "dictadura" de Nicolás Maduro.
El encuentro sirvió, además, para que el controvertido inquilino de la Casa Blanca de conjunto con sus invitados, trazaran las próximas acciones que debían acometerse para el derrocamiento del gobierno venezolano. En ese sentido, la primera tarea para las embajadas estadounidenses, en los países miembros de la OEA, es garantizarle asilo político a los opositores venezolanos que lo soliciten.
Otras de las orientaciones dictadas en la cena, fue hacer boicot a la venta de productos a Venezuela, especialmente a los de primera necesidad, al igual que aumentar el número de noticias sobre supuestas violaciones de los Derechos Humanos, las libertades democráticas y la eliminación de la independencia de poderes que se logró con la victoria constituyente. Como parte de la Guerra Mediática, se solicitó a los presentes, darle promoción a todas las noticias o rumores sobre corrupción en el gobierno de Maduro.
De cara a la próxima reunión de la OEA, el mandato imperial a su Secretario General, Luis Almagro, es lograr que los países que aún no se han sumado a la "Declaración de Lima", presionarlos para que lo hagan en dicha reunión. Detrás de esa orden, está el ambicioso propósito de aspirar, tras 2 años de fracasos, a que se nos termine imponiendo una declaración del organismo contra el país y la activación de la Carta Democrática como instrumento de presión y de esa forma justificar la conformación de una coalición militar amparada por la OEA e incluso por la ONU, para la intervención directa en el país.
Resumiendo, lo que se puede esperar luego de esta conspiración anti bolivariana, no es otra cosa que una brutal arremetida, tanto en el plano mediático, como en la arena diplomática, por parte de la "mayoría" de los gobiernos de derecha de la región contra Venezuela. Además, no se debe descartar la aplicación de nuevas sanciones económicas y medidas de presión política a raíz de la intervención de Donald Trump por ante la ONU, donde no descartó el uso de la fuerza contra Venezuela.
Por el momento, hay algunos países "aventajados", que iniciaron e hicieron ya, la tarea por adelantado, como es el caso de Panamá, que ha venido marcando el paso en cuanto a las presiones contra el gobierno venezolano y que ya ha dado asilo a alguno que otro opositor; además de poner a su maquinaria mediática, en función de posicionar el tema "Venezuela Trending Topic", de sus editoriales y artículos de opinión.
Otro país que merece notoriedad en la tarea, es Brasil, aunque parece que ni para eso Temer es de fiar; por lo que el embajador gringo, Peter Mckenley, se vio en la necesidad de asumir directamente la ejecución de las acciones. Por cierto, su señora esposa, está en lo suyo. Viaja con frecuencia a Panamá para, entre otras cosas, reunirse con opositores venezolanos a quienes les baja línea de actuación y recursos.
Brasil lleva la delantera al haber recibido (vía Colombia), a la ex fiscal venezolana Luisa Marbelia Ortega, quien a "escondidas" del gobierno brasileño, se reunió en la embajada de EE.UU., con el señor embajador, Peter Mckenley. Lo anterior, causó molestias en Planalto y en el Alto Mando Militar, desde donde le habían dado consejos en el sentido de esperar hasta que se llevaran a cabo las maniobras militares conjuntas de noviembre, para tomar partida contra Venezuela después. Sin embargo, tras bastidores, Temer habría manifestado su impaciencia por colaborar con las locuras de su amigo Donald.
No obstante, pareciera se dibuja una contradicción entre la postura del dictador y usurpador de Planalto y lo difundido por la prensa internacional, en el sentido de que el Ministro de la Defensa del Brasil, Raúl Jungmann, habría declaro,…"El gobierno brasileño no tolerará la intromisión ni intervención de cualquier país en América del Sur, para solucionar la crisis que se vive en Venezuela"… Lo anterior hay que darle una correcta lectura, porque en Brasil, la derecha nunca pierde su visión geopolítica y de potencia regional que como mandato desde los años 60 del siglo XX, a los militares golpistas (quienes se creyeron el cuento del nacionalismo y su autonomía), le instruyeron desde los EE.UU., para controlar y contener los movimientos libertarios que emergían en la Patria Grande; mismos que casi 25 años después, resurgieron con Hugo Chávez a la cabeza. Al respecto, no se puede perder de vista la "interesante" conceptualización que en una entrevista declaró la ex embajadora norteamericana en Brasil, Donna Hrinak, a la Revista Bella sobre la clase política brasileña y su postura contra los Estados Unidos. …"El antinorteamericanismo de los brasileños es del tamaño de un mar pero con un centímetro de profundidad"… Como sabemos, ella estuvo antes en nuestro país, sustituyendo al embajador John Maisto. Ambos, habían fracasado en la tarea injerencista.
Pero nada de esto ha sido suficiente para EE.UU., que ha presionado al gigante sudamericano para que juegue un papel más activo contra el gobierno del Presidente Nicolás Maduro Moros; lo que ha producido, en los altos niveles brasileños, preocupación por la actuación de su gobierno contra Venezuela, dado el apoyo irrestricto e incondicional de Rusia y China, sus compañeros en los Brics, en favor del gobierno bolivariano.