Bush autorizará este mes el magnicidio contra Hugo Chávez

1. El precio del discurso anti-diabólico
El discurso de Hugo Chávez en la ONU fue la culminación de una magistral política internacional  vanguardista que convirtió a George Bush en el paria de la institución mundial. El precio de este espectacular éxito   ---que no se entendería sin la proverbial audacia del Comandante Fidel Castro---  es la autorización del magnicidio por parte de la Casa Blanca.

2. Cambio estratégico: de la involución institucional al asesinato político
Tratándose de un gobierno fascista, la base jurídica del asesinato no será la habitual fórmula oral usada en el ejecutivo estadounidense para tales fines, “to get rid of him”, sino una “top secret presidential finding”, es decir, una orden ejecutiva secreta de Bush. Más probable aún es la utilización de sustitutos (proxies), por ejemplo, los escuadrones de la muerte de los servicios secretos israelíes que asesinan habitualmente a ciudadanos “enemigos” en otros países.

La decisión del magnicidio constituye un cambio en la estrategia de la Casa Blanca, empleada desde 2003, que optaba por una guerra de desgaste mediática y política para involucionar el sistema y reemplazar al Presidente por la derecha de la Nueva Clase Política (NPC). Esa estrategia gradual pretendía capitalizar las debilidades internas de la Revolución y evitar una guerra civil en Venezuela que se desencadenaría inevitablemente con un asesinato del popular Presidente.

No repetir la secuela del magnicidio del líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán, en el país más rico de petróleo del mundo, Venezuela, era la consigna de la Casa Blanca desde el fracaso del golpe petrolero de 2002/3. Sin embargo, la incesante ofensiva diplomática mundial-latinoamericana de Hugo Chávez ha llegado a su punto de no retorno, al amenazar ya no solo la Doctrina Monroe, sino el “Destino Manifiesto” del imperio, que rige su política mundial desde hace dos siglos. Es el equivalente del Decreto de “guerra a muerte” de Bolívar contra el imperio español, hace 193 años.

3. ¿Cómo lograr el asesinato y evitar la resistencia popular?
El cambio de la estrategia estadounidense   ---contener (containment policy) a Cuba y Venezuela, mientras se quiebra el eslabón más débil de la cadena, Bolivia---  hacia el magnicidio, tiene que resolver el peligro del estallido social. El cálculo de la Casa Blanca es que puede evitar una larga guerra civil, siempre que el asesinato parezca una muerte natural o un accidente. El modelo a seguir es el exitoso envenenamiento del Presidente palestino Yasser Arafat.

En septiembre del 2003, el gabinete de seguridad israelí hizo público su intención de asesinar a Arafat. Al generarse un debate público sobre tal proyecto el entonces viceprimer ministro israelí Ehud Olmert, afirmó que el asesinato del Presidente Arafat es considerado un método “legitimo”. “La cuestión es de qué manera se acaba con Arafat”, dijo el segundo hombre del Estado israelí: “La expulsión es una opción. El asesinato es otra posibilidad”. El problema de que si Israel aplica la opción de la eliminación de Arafat, “no es un asunto de moral, sino de saber si es práctico o no”.

Después de aquella exitosa operación: ¿Dudarán un solo segundo los presidentes fascistas Ehud Olmert y George Bush, de que es sumamente “práctico” y “legitimo”, “remover… el obstáculo a la paz”, es decir, a la paz petrolera y tercermundista, que es Hugo Chávez?

4. La gran ofensiva de Hugo Chávez ha descubierto peligrosamente su retaguardia

Con toda la audacia y el éxito de la ofensiva del Presidente, no deja de reactivar memorias de la gran ofensiva de Napoleón sobre Moscú. Napoleón solo miraba hacia delante, soñaba con una guerra relámpago (Blitzkrieg) decisiva, hecho por el cual no construyó una retaguardia capaz de detener una eventual contraofensiva de los rusos. Cuando esta se materializó, lo destruyó por completo.

La peligrosa dispersión de las fuerzas bolivarianas en Venezuela presenta un escenario semejante.  El movimiento sindical “boliviariano” está dividido en, al menos, cuatro grandes corrientes. Las fuerzas políticas del oficialismo “bolivariano” descansan sobre de tres grandes partidos. Los campesinos tienen, al menos, dos grandes agrupaciones. El sector popular no está organizado en una estructura nacional integral, como en Cuba, por ejemplo. La consolidación del Proyecto bolivariano en las Fuerzas Armadas requerirá, al menos, dos a tres años más. Los medios de comunicación bolivarianos tienen escasa eficiencia y muchos ministerios estratégicos del Estado son ineficientes; en parte, porque en los últimos tres años han cambiado hasta seis veces (¡!) de ministros y viceministros, haciendo imposible una gerencia estatal de calidad.

La dispersión cuantitativa de las fuerzas “bolivarianas” se agrava, porque muchas tienen el hábito del uso faccioso del poder, que convierte en secundario el interés de la Revolución y de la Patria. Hugo Chávez quiere remediar este mal político el próximo año mediante la formación de un Partido Único y el ministro William Lara pretende convertir el Canal 8 en un noticiero de 24 horas, tipo CNN. Quien sabe si lo vayan a lograr, porque hasta ahora el Estado no ha sido capaz de desarrollar un sistema de detección de revolucionarios para los mandos medios y la vanguardia, que requiere el futuro del proceso.
   
Ir al enfrentamiento frontal con la mayor potencia del mundo y sus cómplices de la Unión Europea, en estas condiciones, solo será victorioso, si se tiene el talento y la suerte de Alejandro Magno. O, que se extienda el espíritu, el trabajo y la capacidad gerencial vanguardista no solo en el frente de batalla visible, sino también en el Talón de Aquiles de la Revolución.



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Heinz Dieterich


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