Venezuela transita el desarrollo de un sueño a un incubo tragicómico, producto en parte de la misma selección personalizada, el 8 de diciembre de 2012, del propio Comandante Hugo Chávez.
Pero no se trata solamente de nominar personas en lo singular, ni tampoco de instituciones en general, como causas para entender la crisis actual, en el fondo, continúa latente la lucha de clases como motor de la historia, la ique desprestigiada lucha por el dominio de la lógica del capital, por un lado, y por el otro, la presencia indómita de su alter ego, la mayoría del pueblo trabajador en su búsqueda, que no es nueva, de la utopía socialista, la de la lógica del metabolismo del trabajo.
A casi dos siglos del nacimiento de Karl Marx, en su propósito de conocer a fondo el funcionamiento y la dinámica que habían comenzado a escrutar los clásicos de la Economía Política, y con la siembra definitiva, de István Mészáros, proveniente de las entrañas de la Hungría de los años treinta, con la llegada de los tanques a su querida y hermosa Buda y Pest, nos llega la necesidad, a nivel de la crisis estructural del capital, de ubicarnos en este pequeño gran recodo del mundo actual, la Venezuela bolivariana.
Ni el sentimiento popular que refrescó el nacionalismo criollo, ni tampoco el recuerdo libertario de la Independencia venezolana, han dejado de existir, solamente que debemos valorar críticamente la experiencia de las rebeliones populares de 1989, y las militares de 1992, para entender lo que ocurrió en el período de gobierno desde 1999-2012, con la presencia de un militar rebelde, el Comandante Chávez, al frente de la experiencia canceladora de una deuda social histórica acumulada desde 1830; como un proceso histórico particular, hasta llegar al incubo que nos está tocando vivir a la mayoría de los venezolanos desde la aparición de la enfermedad de Chávez, hasta el momento de su siembra definitiva el 5 de marzo de 2013.
Repetiremos hasta la saciedad, aparte de las interpretaciones personales e institucionales de la crisis actual, que la dinámica de la sociedad encuentra en ese motor de cambio, en ese espacio que ocupan las contradicciones entre el capital y el trabajo, la esencia de su dinámica, y a las cuales debemos sumar el fenómeno del casi siglo y medio de la presencia de la renta de los hidrocarburos, ya caracterizada y acuciosamente analizada por los investigadores Asdrúbal Baptista y Bernardo Mommer, como el colapso del capitalismo rentístico, que nos corroe desde hace ya casi medio siglo, al igual como la crisis estructural de la lógica del metabolismo del capital, fecundamente estudiada por ese intelectual revolucionario original, el Profesor István Mészáros.
Sin la consideración de estas dos dimensiones del problema, a nuestro aviso, sería muy difícil entender y superar ese tránsito entre el ¨socialismo petrolero y la elaboración y puesta en marcha de un socialismo verdadero¨ para Venezuela.
A ambas dimensiones se hace necesario agregar una tercera, ya propia de la coyuntura, del incubo que nos está tocando vivir, del laberinto que tenemos que superar, la dimensión relativa a la ¨crisis de hegemonía¨, y para ello, debemos recurrir, cuando menos, a las contribuciones del ¨Pequeño Gran Gigante de Ales¨, el fundador del Partido Comunista de Italia, Antonio Gramsci, no solo para traerlo a la memoria histórica en su lucha por la construcción de la nueva sociedad, como ejemplo digno, de valoración, sino también para comprender y proponer los parámetros en los cuales, hoy y aquí, en la Venezuela de finales del cuarto lustro del Siglo XXI, a inicios del Tercer Milenio; esto es, el socialismo, basado en la lógica del metabolismo del trabajo, que sigue siendo una opción no solamente teórica, sino imprescindiblemente práctica y necesaria, cuya fórmula, debe traer a colación igualmente las experiencias propias y particulares nacionales, la venezolana, y más allá la latinoamericana en general, sino también otras provenientes de la historia universal.
Se trata entonces, no de copiar ni mucho menos calcar experiencias, Mariátegui dictum, sino de tener en cuenta las tres dimensiones expresadas como espacios geohistóricos: la crisis estructural del capital, el colapso rentístico, y la crisis de hegemonía; para integrar la nueva propuesta de un socialismo verdadero, que no solamente será propio en la medida en que sea comprendido en sus raíces nacionales, sino también a nivel internacional.
La coyuntura actual venezolana se encuentra preñada del agravamiento de la crisis de hegemonía, notable desde finales del año 2012, en sus planos: sociales, económicos, políticos y culturales, pero más concretamente en la afectación a la calidad de vida adquirida durante ese período de ¨socialismo petrolero¨ (1999-2012), y lo que toca a la cotidianidad de las personas que dependen de un ingreso salarial en el deteriorado símbolo monetario, el prostituido bolívar, declasado por la furia de una inflación desconocida por el pueblo venezolano, de una severa recesión y la profundización de un subempleo y desempleo rampante, como guinda del pastel producto de una incapacidad gubernamental que en poco más de cuatro años ha destruido, pulverizado, lo alcanzado en los trece años anteriores.
Esa realidad socioeconómica, junto a la manifiesta incapacidad de quienes pretenden gobernar un país sin rumbo ni dirección alguna, han provocado la imposible materialidad de cualquier cálculo económico, que ha terminado con el despertar de un incubo, que de seguir mellando el sentimiento popular, así llamado ¨chavismo¨, como expresión amorfa de un mito, podría concluir ya no en el ciclo de acabar con la esperanza que se despertó a partir de aquel breve y conciso mensaje del ¨Por ahora¨, y el tener que pasar, a un trágico y doloroso extremo, a una especie de dictadura militar consular como aquella de un ¨Pinochet bolivariano¨, impulsada por demás a partir de la llegada del trompetero mayor a la Casa Blanca y al coro internacional europeo, latino y fascista de sus representantes nacionales.
Tránsito histórico, que requiere enfrentar desafíos y retos inmediatos, entre ellos y de manera urgente, entre otros, un proceso de estabilización macroeconómica, la defensa de lo que queda del patrimonio nacional en vilo ante la ofensiva transnacional por apoderarse de la Faja petrolera y el Arco Minero, y el confrontar las alarmas ya prendidas de una intervención militar extranjera con la participación velada o expresa del gobierno gringo, junto a sus acólitos, los gobiernos cómplices vecinos y cercanos.
No vemos otra solución para la construcción de ese socialismo verdadero, que pasar a la ofensiva en cuanto a la conformación de un nuevo bloque hegemónico, que surja de la base del pueblo trabajador, con un liderazgo político colectivo, no personalizado ni incrustado en la burocracia partidista ni en el aparato administrativo del rentismo petrolero.
Pero quién dijo que la receta estaba dada y prefijada en la construcción de ese socialismo verdadero, quién lo sepa ya, que lance la primera piedra y lo haga, porque la historia no se cierra aquí, ni por ahora, apenas comienza una nueva etapa. Amanecerá y veremos…