"Porque mordaza
sos muchísimo más que un trapo sucio
con
gusto a boca libre y a puteada
sos la ley malviviente del sistema
sos la
flor bienmuriente de la infamia"
Mario Bennedeti
Quienes hoy están escandalizados ante la posibilidad de que se apruebe una
ley de responsabilidad social de los
medios de comunicación, no son sino las
viudas de la mordaza con la que la clase política atenazó el país durante
la
era puntofijista. Tras la bandera de la libertad de expresión se esconde el
verdadero propósito, la
democratización de la lobotomía. Ramos Sucre decía
que los burgueses se caracterizaban por el miedo de aparecer
como
burgueses.
La mordaza fue la violencia sistemática de los regímenes mal llamados
democráticos. No en balde el Imperio
consideró la experiencia venezolana un
ejemplo a seguir en Latinoamérica. Y el ejemplo se dio, adelantándose
los
esbirros adecos a las dictaduras de Centroamérica y el Cono Sur en la
práctica de desaparecer personas.
Un fantasma recorría el país, el fantasma de la justicia social, y a tanta
reivindicación de la condición humana
se le contrapuso la represión más
cruda. Se le cortaba las manos a los alzados que caían. Disparar primero
y
preguntar después fue la consigna, claro, en realidad ya después no quedaba
nada que preguntar. Y estaba la
tortura, que no buscaba exprimir respuestas
tanto como ahogar preguntas que incomodan al sistema. Los
desaparecidos
compartieron la condición de permanecer amordazados aún después de su muerte. De
entre ellos
regresó el cadáver destrozado de Alberto Lovera. Burló la mordaza
apareciendo, con pico y cadenas, en las playas
de oriente.
Naturalmente, la fauna política derechista decretó que el ejercicio de la memoria era de mal gusto.
Mientras tanto se multiplicaron de los cordones de miseria, soga al cuello
del pueblo que amenaza con reventar.
La soga y el pueblo. Y bajaron los
cerros, marcando el agotamiento de un régimen político erigido sobre
la
mordaza.
Hoy asistimos a la confrontación entre una menguada sociedad senil y un nuevo
país construido desde sus bases
populares. La reacción sigue contando con el
recurso del terror. Este se le ha aplicado despiadadamente al
campesinado,
recientemente favorecido por una ley de tierras progresista. Al sicariato le
acompaña el empleo de
policías mercenarias, cuyo ejemplo más estridente es el
de la Policía Metropolitana, así como los atentados
terroristas en contra de
la industria petrolera, y sedes diplomáticas extranjeras. Pero el bastión más
poderoso
de la violencia reaccionaria, por su alcance, son los medios de
comunicación privados, con lo que una ley que
delimite la responsabilidad
social de dichos medios representa un paso importante hacia la lapidación
definitiva
de la ley de la mordaza.
timoteocuica@hotmail.com