Para el pueblo venezolano se ha hecho muy difícil entender las razones que llevan al gobierno de Nicolás Maduro a realizar negociaciones con la MUD en República Dominicana, bajo los auspicios de una serie de mediadores como Rodríguez Zapatero.
Luego de haber derrotado a la MUD en el proceso de imponer la Constituyente de una forma anticonstitucional, de haber derrotado previamente en términos político-militares a las protestas callejeras violentas que esa misma MUD desarrollara entre abril y julio de este 2017, y de haber triunfado aplastantemente en las elecciones de gobernadores y de alcaldes en octubre y diciembre, el PSUV no tiene contendores políticos visibles dentro del territorio venezolano (por lo menos, no tiene contendores con fuerza de calle ni electoral, mucho menos militar). Por tanto, no requiere de negociar con nadie ningún tipo de acuerdos, menos con los derrotados de la MUD. Salvo que fuera para aceptar su rendición incondicional, que evidentemente no es el caso. Las explicaciones pueden estar ocultas y aquí tratamos de lanzar hipótesis al respecto.
Las razones de esta negociación se deben, suponemos, a la extrema debilidad económica de la gestión de Maduro y a su dependencia casi total de los préstamos e inversiones de "aliados geopolíticos" como China y Rusia. Los chinos tienen enormes inversiones en toda la América Latina, y deben observar con suma preocupación el desarrollo de la profunda crisis económica que sufre Venezuela y los posibles efectos desestabilizadores que puede generar en el resto del continente.
Como hemos sugerido en artículo anterior con motivo de las posibles causas de la reciente cruzada "anticorrupción" lanzada por el fiscal usurpador (https://www.aporrea.org/energia/a255970.html), el interés del gobierno chino por establecer un "modus vivendi" entre el imperio gringo (que hoy sin dudas domina de nuevo políticamente en casi toda Latinoamérica) y sus propias inversiones en el continente debe ser la poderosa razón que ha obligado a Nicolás Maduro a sentarse a negociar con una MUD que no tiene fuerza ni para toser.
Los chinos no desean invertir en un gobierno que se radicalice contra el gobierno de los Estados Unidos, pues los llevaría a una confrontación que no buscan por ahora ni de esa manera. Desean obviamente unas reglas de juego claras para sus inversiones en un territorio latinoamericano que los gringos han vuelto a dominar a placer, salvo pocas excepciones como Nicaragua, Bolivia, Cuba y Venezuela. Para ello les conviene que los maduristas "hagan las paces" con la MUD, y que se establezca una especie de nuevo Pacto de Punto Fijo que garantice con amplitud las inversiones extranjeras en Venezuela, vengan de donde vengan.
En los hechos, el madurismo ha buscado ese nuevo Pacto de Punto Fijo desde el 2013, tratando de instalar un modelo bipartidista en el cual conviven por una parte el PSUV y sus grupúsculos clientelares del GPP, y por el otro las tendencias consideradas por ellos como "democráticas", fuerzas socialdemócratas como Acción Democrática y Nuevo Tiempo. De este modelo bipartidista que el madurismo lleva cuatro años intentándolo sin lograr consolidarlo, quedan por fuera cualquier fuerza de izquierda que no sea controlada por el PSUV (por ello nunca admitirán legalizar a Marea Socialista, y amenazan constantemente a partidos como el PCV y PPT con ilegalizarlos si "no cogen línea"), y fuerzas consideradas por ellos como de "extrema" derecha como Voluntad Popular y Primero Justicia.
De manera que las presiones de los chinos terminan coincidiendo con el plan original de Maduro, que no pasaba por aplastar totalmente a la oposición como ha ocurrido este año 2017 (aplastamiento que ocurrió en buena parte por los increíbles errores en las políticas aplicadas por esta derecha pitiyanqui), sino que buscaba instalar una democracia "socialista", muy parecida a la vieja democracia puntofijista, con unos partidos de derecha domesticados y con un PSUV como partido hegemónico permanente.
Aquí aprovechan por supuesto los gringos y sus aliados, que ya habían perdido prácticamente todas las opciones de oposición interna y sólo les había quedado el recurso de las sanciones económicas y políticas internacionales, como lo han venido haciendo desde hace meses. Tal vez en Dominicana se están discutiendo no sólo unas reglas de juego para Venezuela, sino un modelo que de una forma u otra aplique para toda Latinoamérica regulando la actuación de los gobiernos "progresistas". Países como Nicaragua y Cuba estarían muy interesados en las conclusiones de estas negociaciones, pues sus respectivos gobiernos también andan en la búsqueda de regularizar las inversiones norteamericanas en sus territorios. Tal vez el único gobierno que mira con recelo lo que sucede en estas negociaciones sea el de Evo Morales en Bolivia, pues su línea de gobierno ha sido consecuente con la búsqueda de la independencia económica y la soberanía política, sin alinearse con chinos ni rusos para defenderse de los gringos.
Las negociaciones en Dominicana concuerdan completamente con el Plan Económico Neoliberal que aplica Maduro, expresado en los 14-15 o ya no sé cuántos motores, en el Arco Minero, Faja Petrolífera y Zonas Económicas Especiales (antes denominadas Maquilas). Es una negociación política para fortalecer la negociación económica ya consumada con las grandes multinacionales occidentales que invierten en el AMO y la FPO.
Finalmente, queda claro con estas negociaciones en Dominicana entre el PSUV y la MUD, que ambas fuerzas son la misma miasma, representantes cada uno de dos bloques capitalistas que se disputan el mundo, y que resuelven mediante la negociación los mecanismos futuros para someter al pueblo y seguir expoliando el trabajo de los asalariados.
En Punta Cana el gran ausente es el pueblo de Venezuela. Nada bueno saldrá para nosotros de esas negociaciones. Podemos estar seguros de eso. Son simplemente un acuerdo entre cúpulas para repartirse pacíficamente las riquezas de Venezuela y darse garantías mutuas para seguir explotando el trabajo de los 30 millones de venezolanos.