Antonio Amador José de Nariño y Álvarez del Casal, nace en Santa Fe de Bogotá el 9 de abril de 1765 y muere en Villa de Leyva, el 13 de diciembre de 1823. Este criollo colombiano de familia acomodada, estudia filosofía y derecho, fue un político y militar neogranadino de destacada actuación en los albores de la independencia. Junto a Pedro Fermín de Vargas, Francisco de Miranda, José Cortés de Madariaga y Eugenio Espejo se le considera precursor de la emancipación de las colonias americanas del Imperio Español. Entre las diferentes actuaciones en pro de la independencia de Colombia se destaca la de Pasto, allí todo era júbilo, las gentes alborozadas celebraban el triunfo de los realistas, particularmente las mujeres que habían ayudado a saquear la ciudad luego de la orden terminante del Mariscal de Campo, el español, Don Melchor Aymerich, personaje que en Popayán diera la orden de sacar cuanto objeto de valor se encontrara en los templos para proceder a fundir los que eran de oro y plata. Recordando los nefastos y macabros acontecimientos de la arremetida quiteña de aquel negro 22 de septiembre de 1811, cuando saqueando la ciudad se robaron las 413 libras de oro que estaban escondidas entre las tapias del templo de Santo Domingo, hoy Cristo Rey.
Tres días después del combate en Pasto (Colombia) una noticia circuló en la ciudad cuando se anunciaba que un personaje extrañó había sido conducido preso por un pequeño grupo de milicianos, anunciando que dicho personaje revelaría el lugar de escondite del General Antonio Nariño. Don Tomás de Santacruz y Melchor Aymerich había quedado asombrado de la personalidad que estaba frente a ellos, en tanto las gentes se aglomeraban frente a la casa donde se encontraba el prisionero y exigían que se les mostrara para que públicamente diera a conocer el lugar de escondite del General Antonio Nariño. El tumulto era creciente, al prisionero lo llevan a un balcón de la casa y desde allí pronuncia un sentido discurso que fue conmueve al oyentes cuando hace alarde al decir que el General Antonio Nariño se sentiría orgulloso que un pueblo como el de Pasto lo juzgara. Se mostró prudente para dar a conocer el posible sitio donde se escondía Nariño, y cuando con su voz logra el dominio total de auditorio, responde humildemente el interrogante sobre dónde se encontraba Nariño; diciendo pausadamente: "¿Queréis al General Antonio Nariño? ¡Yo soy el General Antonio Nariño, aquí me tenéis!" Un silencio sepulcral se apoderó de la plaza mayor de Pasto. Las gentes de esta ciudad no podían creer que aquel personaje, que también se había expresado, era a quien las persistentes habladurías de los españoles habían logrado fuera el odiado Nariño.
La fuerza de la palabra, el discurso bien hilvanado del orador había conquistado el corazón de los oyentes y estos salieron de la plaza comentando las palabras que habían escuchado.
El personaje, luego de descubrir públicamente su identidad, entra nuevamente en el salón en que se encontraban las altas autoridades de la ciudad y procede a entregarse legalmente. El ahora plenamente identificado General Antonio Nariño se ha entregado a las autoridades de Pasto no sin antes identificarse ante el grupo de curiosos que lo escucharon en la Plaza Mayor de la ciudad. Mucho se ha especulado sobre el balcón y la casa desde donde habló Nariño, y en general el tratamiento de que fue objeto por parte de las gentes de Pasto durante su permanencia en calidad de preso, situación que trataremos de dar a conocer para que de acuerdo a documentos conozcamos pormenores de dichos acontecimientos. Melchor Aymerich, informa a don Toribio Montes, Presidente de la Real Audiencia de Quito, la captura de Nariño en Pasto de la siguiente manera: "Acaban de presentarme al caudillo santafereño D. Antonio Nariño, a quien voy a formarle su correspondiente causa por medio de abogado, para proceder a lo que haya lugar y convenga en justicia, según el mérito de ella, lo pongo en conocimiento de Vuestra Excelencia." Días después, el 21 de mayo de 1814. Don Toribio responde: "Por mi parte doy a Usía las más expresivas gracias como a todos los pastusos a nombre de la Nación y el Rey, con la esperanza de que Nariño ha de sufrir en la plaza de esa ciudad la misma suerte de Caycedo y Macaulay", colombiano el primero y norteamericano el otro, fueron fusilados. Dos días después, Don Toribio Montes ratifica su orden de muerte para Nariño cuando le dice a Melchor Aymerich: "procederá vuestra señoría después de poner en capilla a Don Antonio Nariño bien asegurado con un par de grillos, la custodia correspondiente, y que los oficiales de guardia no se separen y sean responsables de su persona durante los tres días" Todo indica que Don Tomás de Santacruz entró en amplia empatía con Nariño, procediendo a dar un tratamiento de especial consideración.