La manera como los medios hablados, al unísono, transmitieron las primeras informaciones sobre los hechos de la Paragua, fue desconcertante. Voceros del gobierno y de la oposición, coincidían. La vocinglería era igual. Ambos hablaban de masacre y ambos, con idéntico pero equivocado criterio, condenaban los hechos. Tal actitud resulta inaceptable ¿Cómo era posible que el gobierno ordenara la actuación de la Fuerza Armada, y luego el propio gobierno la condenara? ¿A que extremos de inconsecuencia se había llegado?
Desde hace dos años el gobierno ejecuta un plan para rescatar la cuenca del Caroní de la depredación a que ha estado sometida por la minería, durante décadas, con la complicidad de los gobernantes de turno. Dicho plan prohíbe la minería en la cuenca del Caroní, corazón energético del país. Allí los bosques forman una cubierta tan intensa, que el sol sólo penetra hasta sus raíces por el espacio abierto cuando algún árbol cumple el ciclo vital y es remplazado por otro: proceso natural cumplido en millones de años. En 1956 formé parte de una expedición que por la vía en construcción de Upata y Guasipati llegamos a El Dorado. De allí a Santa Elena de Uairén (misión de capuchinos y poblado de cien casas). Luego a Icabarú, Uaiparú, la Sierra Pacarima, Urimán y Ciudad Bolívar. Se tomaron muestras de troncos, ramas, flores, frutos. Conservo en la retina la imagen de la inmensa selva prístina, intocada por la avaricia y rapiña de la minería. Y el agua de los ríos, cristalina como gota de deshielo en la Sierra Nevada de Mérida. Hoy, las imágenes televisivas muestran desiertos y cárcavas creadas por la minería inútil, en proceso irreversible, por cuanto los suelos de Guayana carecen de capa vegetal.
Ante estos hechos ¿En qué consisten las inconsecuencias de la vocería oficial? (1) Que existe un plan para acabar con la minería en la cuenca del Caroní y cuencas aledañas y que en el desarrollo de ese plan está comprometida la Fuerza Armada. (2) Que el plan, aun cuando cívico y humanista, inevitablemente desembocaría en enfrentamiento, por cuanto el minero no es niño de pecho, es un aventurero sin escrúpulos (Natalio Dobson. “Diamante, llanto de Minero”. 1957) (3) No se debe confundir masacre de Yumare o Cantaura (lucha política) con los hechos de La Paragua (delincuencia). Son situaciones diferentes. (4) Es inconcebible ordenar la acción de la Fuerza Armada contra un hecho delictual y luego criminalizar su acción, sin primero investigar las circunstancias. (5) No existe minería legal o ilegal. Existe depredación minera contra la riqueza hídrica y fuente de energía más valiosa que tiene Venezuela
La cuenca Uribante/Caparo/Doradas es el corazón energético del occidente del paìs. Allí debe implementarse el plan de recuperación de zonas protectoras de bosques, suelos y aguas, dañada por la agricultura inapropiada. En este plan, igual que en el Caroní, La Paragua, cuencas aledañas o en la ejecución de la Reforma Agraria, debe estar comprometida la Fuerza Armada. Si en cuestiones fundamentales para el país no se tiene claridad de acción, es mejor no hablar de Revolución.
leonmoraria@cantv.net
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