Burguesía, proletario, capitalismo, imperialismo, clases sociales, lucha de clases son términos cargadas de gravedad y memoria histórica que producen ruidos incesantes dentro del canal dominante. Ciertamente estamos en el umbral de crudas realidades a las que hoy nos enfrentamos. Para entender los peligros en los que está envuelta la humanidad es necesario prescindir en lo posible de sentimentalismo, prejuicios e ideas descontextualizadas.
La naturaleza se ha convertido en el mayor obstáculo para el capitalismo salvaje. Para este sistema criminal la globalización implica no sólo el objetivo de un gran mercado universal marcado por las pautas del liberalismo más cruel, sino un control total de las conductas (mentes), impidiendo la simple posibilidad de insinuar, disentir o practicar la disidencia. Con independencia de si los economistas y líderes mundiales están realmente ciegos ante el peligro ecológico, se comportan como si cuando menos se hable de él, mejor. El sistema capitalista es un subsistema del mundo natural, al que no abarca.
El capitalismo trata al consumo de los recursos renovables y no renovables (el "capital natural") como si fueran ingresos o contribuciones, para éstos la naturaleza es sinónimo de bienestar económico. La economía está contenida es un mundo físico y finito, y no al contrario. La realidad de la biosfera es algo dado. La actitud del capitalismo irreversiblemente es suicida. Y los "paños de agua caliente" serían visibles cuando ya estemos muertos. La economía actúa al margen de la naturaleza. Algunos de los umbrales son hartamente conocidos: la desaparición de la capa de ozono, el cambio climático, el deterioro de los habitas como la tierra para la agricultura, el colapsos de las zonas marinas, los recursos hídricos, y otros por el estilo. Ni los grandes capitalistas ni las personas acaudaladas podrán librarse de las consecuencias de la degradación ecológica que avanza a pasos acelerados.
Por tanto, el capitalismo salvaje "ignora" los bienes y servicios obtenidos de la biosfera. La contaminación, los residuos y el calor que se devuelven a la biosfera no se miden como costes. Los costes ecológicos reales se repercuten en el exterior y, como tales, han de ser soportados por la humanidad y el planeta en su conjunto.
El capitalismo produce en menos de dos semanas el equivalente a toda la producción física del año 1900. La producción económica se duplica cada 25 ó 30 años. Hoy la escala de la productividad está extremadamente rebasada sobre los límites de la biosfera e incluso sobre la capacidad del planeta para sostener la vida. El agua para la vida ha comenzado a escasear. Se estima que más del 70% de la población mundial vive en zonas donde el agua escasea, entre otras limitantes. Uno de los costes económicos más palpables e inmediatos de la injerencia humana en los sistemas naturales es la frecuencia cada vez mayor con que se desatan las tormentas tropicales que los científicos asocian al calentamiento global.
En definitiva, vivimos hoy en un mundo trágicamente muy mal gestionado. El capitalismo no es el estado natural de la humanidad, por el contrario desdice de la igualdad, la solidaridad y de un mundo sustentable. Y si continuamos en la senda del capitalismo salvaje, es un hecho histórico científicamente verificalbe que en algún momento próximo nos aguarda el accidente global del que no podrá recuperarse ni el sistema ni la economía global dejando en el entredicho la extinción de toda forma de vida en nuestra Madre Tierra.