El pueblo que votó en blanco es el centro de inspiración de José Saramago (Premio Nobel de Literatura 1998) en el libro "Ensayo sobre la lucidez", que recién terminé de leer aprovechando cada cola diaria en el banco, en el mercado o en cualquier sitio donde expendan alimentos. De manera que mientras espero el primer boletín del CNE, hice un ejercicio de extrapolar situaciones cotidianas o similares a propósito del hecho electoral entre la Ciudad sin nombre y Venezuela.
El caso es que los habitantes de esa "ciudad sin nombre", habiéndose cumplido la campaña y las comparsas electorales sin novedad, se dispuso toda la parafernalia electoral (registros, credenciales, cotillón electoral, instalación de mesas, logística, observadores internacionales y pare usted de contar) para el día D de las elecciones generales: "Y ocurrió que durante el día de la votación, no se presentaron los ciudadanos a ejercer el derecho al voto, sino hasta la última hora", "…sin que nadie comprendiera por qué motivo, los electores que hasta entonces se habían quedado en la tranquilidad de sus hogares…comenzaron a salir a la calle, la mayoría por sus propios medios,…confluían hacia sus respectivos centros electorales como ríos que no conocen otro camino que sea el del mar".
En Venezuela para esta jornada electoral estaban habilitados más de 20 millones de venezolanos residentes en el país y 107.284!? residenciados en el extranjero para votar. Un país con un record de 24 procesos electorales, con índices históricos de participación en el ejercicio del derecho al sufragio. ¡Sorpresa! Cuando se ofreció el escrutinio correspondiente al 92,6% de los votos válidos llegamos a 8.603.936, lo que representa un 46,1% de participación, con una abstención del 52% (no se aportaron datos de los votos nulos). Mientras en la ciudad sin nombre, "… más del setenta 70% de la totalidad… eran votos en blanco. El desconcierto, la estupefacción, pero también la burla y el sarcasmo, barrieron el país de una punta a otra…". De aquí en adelante todos, toda la población pasó a ser considerada por el gobierno como sospechosos de algo, de qué… no se sabe, pero sospechosos de algo.
Ojalá que la lectura de los resultados no sea sólo para efectos estadísticos acomodaticios de cada quien, o para la "estrategia de la casería de brujas", o para la descalificación del pueblo votante o no, o para engrosar el ego partidista de un grupete, o para seguir en la habladera de paja frente a los costosos medios de comunicación, o para encender otras guarimbas; sino por enésima vez para las Rectificaciones de raíz, sobre todo en materia económica. A trabajar señores y señoras del gobierno, a trabajar opositores. En primer lugar requerimos medidas de emergencia económica YA. Porque ese pueblo que hoy es el receptor de una golpiza infame que lo somete a la carencia de insumos alimenticios, medicinales, recreacionales, educacionales y que lo priva hasta de los servicios básicos -como la electricidad y el agua- para la subsistencia elemental, ya se le hace insoportable aguantar más. Ése 52 % o más que dejó de votar (me atrevo a decir), los que dejaron de asistir, no necesariamente lo hicieron encandilados o coqueteando con la línea de las fracciones dispersas y confusas de los partidos que llamaron a la abstención. Maduro-Cilia, Falcón, AD, MUD, Machado, Capriles, Borges y todos los demás: No se confundan, no hay nada que celebrar, hay un montón de votos prestados, votos condicionados para que se mejoren significativamente las condiciones de vida YA y que se unen a muchos votos en blanco con la expectativa de movilizarse, porque la crisis se profundiza y por lo tanto los riesgos entre la vida y la muerte siguen latentes. "Gloria al Bravo Pueblo".