Morir de pie, dice un querido amigo que tiene un alto sentido crítico constructivo de esta difícil situación que atravesamos, pero que en estos pocos días ha conseguido una abertura por donde ha asomado la cabeza, ha tomado oxígeno y alumbra soluciones entre el pesimismo de muchos, el realismo de otros y el optimismo desmedido de otro tanto. Entiendo ese morir de pie como una figura que induce a estar despierto ante lo que pasa, y mire que pasan cosas en esta Patria bella.
Ya está en la Gaceta Oficial Extraordinaria N° 6397 la lista de precios de algunos productos, convenidos con algunas empresas agroindustriales, con el poderoso capital que domina el espectro agroalimentario, donde la presencia de empresas avícolas fue muy notoria. En este momento dudo que tengan mucho que dar y si mucho que esperar de esta situación transitoria. Comprar los primeros veinticinco productos para mejorar la dotación de alimentos agroindustriales se lleva cerca del 60 % del salario, sin posibilidades de reponer porque estamos a la espera de la restante lista. Pero eso no era lo que se pretendía, sino parar la escalada que venía disparada como cohete que va al espacio. Es posible que esto tenga sentido concreto, sin dejar de pensar que sigue disminuida la posibilidad de acceso a los alimentos por efecto del ingreso, reconociendo los complementos sociales que otorga el gobierno.
Los riesgos que observo en esta negociación, son realmente simples de detectar. Los enumeraré y los ejemplificaré, si fuese necesario. El primer riesgo es que los agroindustriales venezolanos son unos descocados por el afán de lucro fácil, pero tienen la ventaja que manejan sus datos, cosa que el gobierno nuestro descuida. Llevan costos abultados que la gente nuestra que dirige la agricultura no logra detectar o se hacen los pendejos, por alguna razón. Entonces, no hay sinceridad en lo que esa gente muestra como evidencia, pero a falta de mejor información hay que creerles. En estudios de FEDEAGRO de hace varios años, se demostró que los precios del maíz al productor crecían a una tasa muy baja, en tanto que la agregación del valor en el maíz procesado para diferentes usos se distanciaba grandemente. Imaginen para que sea comprensible que se dibuja una barquilla inclinada. La línea de arriba es el ingreso agroindustrial por Kg de maíz y la línea de abajo la de los agricultores. Esas líneas cada vez se separan más. Pues bien, los que están jodidos son los agricultores, no los agroindustriales. Pero estos son los que lloran y son los que el gobierno atiende con prioridad de vida o muerte, porque si no, el pelucón vuelve a aparecer en las encuestas como el mecías de la política venezolana y eso no le gusta a nuestro Presidente.
El segundo riesgo es la forma como se negocia, en la penumbra, sin avances al público, sin vocerías. Todo en la calma de un resultado ganar y ganar. Pero los patriotas sabemos que eso significa, sin no hay cuido: perder. Pues se ha negociado productos cuya identificación es grosera, como si a buen entendedor pocas palabras. Veamos, la palabra huevos va asociada a un producto preciso, en este caso huevos de gallinas, es producto debe quedar bien definido en Gaceta, igualmente su calidad y tamaño. La vieja costumbre de contingentar huevos para incrementar los precios hace que la calidad culinaria de los huevos sea inferior a la de huevos conocidos como frescos. También el tamaño de los huevos es importante, al menos hay tres denominaciones fáciles de negociar con esos uñas afiladas agroindustriales: pequeños grandes y extra-grandes. . . Y finalmente hay un tema de presentación y número de unidades. Pues se darán cuenta que no sabemos que nos venderán esos zamuros come carteras.
Escojamos otro ejemplo, la leche fluida. Debemos saber qué cantidad nos entregan porque los agroindustriales han venido recortando la cantidad de sus productos en los envases. Muchas presentaciones que se compran como un litro contienen entre 800 a 900 cc; se trata de cual tipo de leche, descremada, semi- descremada, completa, y menos sabemos si se negoció para consumo en corto tiempo o larga duración. Necesitan otro ejemplo veamos la carne de res. ¿Puede tener alguien claro qué tipo de carne le pondrán en la bandeja o bolsa por el precio convenido por Kg , si sabemos que los mejores cortes se negocias tras bastidores con restaurantes y la despensa de los ricos? Si usted hace mercado sabe bien, que una cosa está en las vitrinas y otra en su bandeja que le despachan. Son unos tramposos. Sigan ustedes haciendo el ejercicio y verán que la palabra empeñada, si la hubo en esta negociación, fue la burla. Revise con su conocimiento el caso de las salsas de tomate.
Entonces nuestros negociadores, los que representaban al Pueblo pasaron por alto esas tres cosas simples, definir el producto, cantidad y su calidad, su presentación. ¡No se les olvidó un coño!
Existe un tercer riego. Algunas materias primas pueden ser de origen transgénico, que si bien están prohibidas en el país, sabemos por estudios científicos publicados en revistas indexadas prestigiosas nacionales que existen filtración transgénica en productos de venta en estanterías. Se negoció sin dejar sentada esa situación, o porque existe en la legislación, es más que suficiente. Los riesgos también andan por otro lado, se especula que el cáncer ha llegado a los niños, jóvenes, maduros y viejos. El producto más común en todas las edades en la alimentación nuestra son las famosas margarinas. Se producen en base a aceites importados por nuestro gobierno y entregado a empresas agroindustriales del ramo. Estas empresas han modificado sus procesos para disminuir la concentración energética del producto, esas transformaciones físico-químicas no han sido evaluadas, no sabemos sin son en parte responsables del avance de algunos tipos de cáncer en Venezuela. Pues nuestros negociadores han debido solicitar detalles de esos procesos y convenir con el Instituto Nacional de Higiene, el IVIC, el IDEA u otros organismos con fuerza científica los estudios correspondientes.
No hay que desperdiciar las oportunidades de interactuar con quienes han depredado nuestros bolsillos, pero hay que morir de pie.