Estando en la ciudad de Maracaibo, como católico y cristiano, nació de mi corazón la visita al templo de la chinita y a todos aquellos muy cercanos a este templo de oración y reflexión; lo que me llamo la atención es ver que la imagen aparecida en la tablita tenía dos coronas de oro, una colocada a la virgen y otras a al niño sostenido en sus brazos. En este templo existe un grupo de hermanos encargados de cuidar e informar a los visitantes sobre como apareció la imagen; les pregunté sobre las coronas y me informaron que fueron colocadas por lo jerarquía católica de entonces, del oro acumulado por pagos de favores o milagros a la virgen de la chinita; es aquí donde me preguntó: ¿Qué tiene que ver las riquezas como Jesús? ¿Por qué ese empeño de la iglesia en profesar la fe hacia las bondades manifiestas de nuestro señor con ofrendas de oro?
Jesús a través del evangelio nos demostró como rechazó las tentaciones del poder de las riquezas; el no nació en un pesebre de esos que adornamos en navidad, el venía de nacer en un sitio donde la pobreza extrema estaba a la vista. La iglesia de ser abono para el nacimiento de un fe en que las personas no vengan a pedir a Jesús para que acabe con la pobreza y cure el mal de los enfermos; somos nosotros los llamados a ser el instrumento de Jesús en el vencimiento de este flagelo, somos nosotros los que en cumplimiento de sus mandamientos lograremos un mundo mejor; cuando vamos a la casa de Jesús debemos ir a conversar con él y reflexionar sobre mis aportes a lograr superar los males de nuestro hermoso planeta. Cuando Jesús hace algo por nosotros, se pregunta: ¿Y que has hecho tú por tus hermanos? Debemos acabar con esa vieja práctica de pensar que asistiendo a misa todo los domingos y colocándole a los santos y a la virgen los mejores trajes tenemos ganado el cielo; cuando vamos a misa debemos ir a reportarnos con Jesús, a ver nuestras fortalezas en ejecutar sus predicas y en ver nuestras debilidades como garantes de llevar a cabo con pasión su palabra, pero no a través de oraciones cantadas antes una multitud (que solo sirven de apariencias), que luego quedan en el abismo; sino con hechos demostrables a través de lograr la felicidad de nuestros hermanos que buscan consuelo en aquellos a los que el señor les ha sometido a prueba al brindar la capacidad de tener muchas cosas (abundancia) con la esperanza de que sean multiplicadores ante las necesidades de sus hermanos, El milagro de la multiplicación de los panes y pescados, fue producto del cumplimiento por parte de los que más tenían, de compartir las bondades dadas por Jesús con sus hermanos más necesitados, logrando llenar de esperanzas muchos corazones; si estos hechos se repitieran en cada hombre que se dice ser católico y cristiano, créanme que Venezuela fuera otra y los niveles de delincuencia, fuesen uno de los más bajo del mundo. La iglesia católica debe cambiar sus paradigmas y profesar el verdadero mensaje de Jesús; hasta cuando bautizar a niños con trajes lujos, que a pesar de no ser un mandato expresado a viva voz por parte de iglesia, se han vuelto implícitamente obligatorios ante la complicidad de esta última; ni hablar de hacer la primera comunión, donde padres gastan increíbles sumas de dinero, pero la formación espiritual de sus hijos queda en un segundo plano. Que tristeza da ver a madres y padres hablando de lo bello que quedo la primera comunión de sus hijos y como su traje sobresalió sobre los demás, dejando en un fondo hueco la verdadera formación cristiana de sus hijos.
Nuestra jerarquía católica es el principal responsable de no querer cambios profundos en nuestras iglesias y es por ello que somos nosotros los llamados a lograr estos cambios con un mayor protagonismo en cada uno de nuestros sagrados templos, que tristemente también ha sido objetos de la codicias del lujo, al sentir cada uno de sus fieles un bajo sentido de pertenencia, si el mismo no cuenta con los lujos que otros templos profesan; ya que en muchos casos no va con sus estilo de vida y piensan que Jesús solo está en aquellos donde las riquezas materiales abundan.
Que equivocados están aquellos que piensan que si Jesús volviera, su reino estaría en el vaticano; pienso que Jesús diría como nuestro gran Libertador: “He arado en el mar”, sacudiría sus sandalias e iría en busca de su verdadero templo de oración y cuando lo consiguiera, no pasaría mucho tiempo para que la Jerarquía Católica Romana y gran parte de la Venezolana lo buscaran para crucificarlo de nuevo.
Henry Carrero