Luego de 20 años de proceso de cambios, en primer lugar, liderados por Hugo Chávez y luego por el triunvirato compuesto por Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Tareck El Aissami (La Tríada), han arrojado a Venezuela un abismo oscuro de penas concretas y glorias imaginarias. Es un hecho demostrable que los "logros de la revolución" durante el período de Chávez no fueron más que la consecuencia natural de enormes ingresos provenientes de la renta petrolera, de forma similar a como sucedió en el primer período presidencial de Carlos Andrés Pérez (allá por los años 70`s de la Venezuela saudita). La estructura económica de Venezuela no solamente no cambió durante el gobierno liderado por Hugo Chávez, sino que sus males fueron acrecentados por un rentismo extremo. Lo que Chávez justificaba como "pago de la deuda social", se convirtió en la inoculación de un cáncer que fue creciendo silenciosamente hasta hacer metástasis en el cuerpo de república entre los años 2013-2014, bajo la hegemonía política de La Tríada. Todo lo demás es mero discurso suspendido en la nube virtual de datos amañados, de mentiras repetidas "ad nauseum" y de engaños intrincados dentro de una telaraña de conspiraciones externas e internadas, dentro de la misma estructura de poder en Venezuela.
Basta ver como funciona la estructura de propaganda gubernamental en Twitter (#Tropa): nada de contenido, nada de información, todo consignas y hashtags, nadie lee el contenido, todos repiten la consigna impuesta por la burocracia roja central, a eso se le llama democracia participativa y revolución: engaños y más engaños, manipulaciones y mentiras repetidas. La Tríada, ha acentuado esa manera de hacer política que empezó Hugo Chávez y la ha deformado hasta la aberración del discurso, convirtiéndolo en mera consigna, en mero rezo vacío, en vanas repeticiones (como diría Jesús el Cristo). Como sucedió con el cristianismo primitivo (puro, humanista, esencialmente revolucionario y social) que fue tragado por el poder e insertado de una forma distorsionada que, con el catolicismo, convirtió las verdades en rezos vacíos, la potencia del Sermón de la Montaña, en un panfleto de domingo que no lee nadie pero que repiten todos mientras piensan en cualquier cosa menos en el reino de los cielos y los pobres de la tierra. Así, esto que hay hoy en Venezuela no es más que la asimilación en una estructura férrea de poder burocrático de lo que inicialmente fue una idea genuinamente revolucionaria que tampoco nació con Hugo Chávez, sino que nació en febrero de 1989 desde las entrañas del pueblo pobre de Venezuela. No verlo, no querer creerlo es atentar contra la propia inteligencia, limitar el propio pensamiento, encarcelar los sueños y verdades dentro de las consignas de una militancia vertical, jerárquica, burocrática y podrida, dirigida por La Tríada que hoy gobierna Venezuela.
La esperanza, que fue la fuerza motriz del inicio del proceso de cambios en 1999, se ha convertido en el odio al adversario político y el miedo al cambio como únicos motores de movilización en favor del gobierno de La Triada. El gobierno ya no aspira ni pretende movilizar a nadie con promesas de un futuro mejor para Venezuela, ya eso no es creíble ni tangible; la única fuerza movilizadora es negativa, es contra el otro: "contra el imperialismo", "contra la oligarquía", contra el escualidismo", "contra el capitalismo"(consignas por demás caducas en pleno siglo XXI). La resistencia del 30-35% del total de la población que aún apoya al gobierno nacional se basa en la negación del fracaso y el orgullo herido, nada más. Pero negar la enfermedad, negarse a asumir un cáncer terminal no tiene ningún impacto en su curación, al contrario, acelera la muerte y prolonga la agonía en lapsos prolongados y crecientemente dolorosos. Lo único verdaderamente revolucionario que queda en Venezuela es reconocer el rotundo fracaso de este proceso iniciado en 1999, enfermado entre 2006 y 2012 y terminalmente sentenciado a partir de 2013. El gobierno de la Tríada y sus rasgos autoritarios y moralmente oscuros, éticamente perversos, no ha salido de la nada, ha sido la floración de una enfermedad inoculada en sociedad venezolana durante el período de gobierno de Hugo Chávez, negarlo es autoinfligirse una disociación psicótica, hoy mucho más clara en el bando gubernamental que en el bando ciudadano real de la sociedad venezolana.
Hoy, lo único revolucionario, es reconocer el fracaso y actuar desde la izquierda para desmontar esta tramoya de mentiras y trampas que sostienen al gobierno de La Tríada; no hacerlo es dejar en manos de la derecha la vanguardia histórica de los cambios sociales en Venezuela, que indudablemente vendrá, más temprano que tarde porque este gobierno carece ya de instrumentos para sostenerse en un mediano y largo plazo. Por otro lado, la izquierda está totalmente paralizada en Venezuela, no hay oportunidad de propuestas ni avance para un progreso social socialista en el país, no lo hay porque todo el poder está concentrado en una tríada que solo se oye, ve y toca a si misma. En una transición democrática sí que hay oportunidad para retomar las banderas de una izquierda real: ecologista, feminista, progresista, obrerista e industrializadora, eso no existe hoy. Es todo lo contrario, este gobierno es anti-ecológista (minería discriminada de oro, promoción del carbón, tala indiscriminada en Amazonas, etc), no es feminista sino tremendamente machista, no es progresista porque ha sometido a la fuerzas productivas nacionales a la mendicidad, no es obrerista porque tiene a la clase trabajadora esclavizada y con salarios de miseria mientras los jerarcas del PSUV viven como dioses y , muchísimo menos, es industrializadora puesto que coartado toda posibilidad de desarrollo de la industria nacional, tanto pública como privada. No hay ninguna oportunidad para un desarrollo socialista en Venezuela bajo éste gobierno centralista, autoritario y jerarquizado en extremo, eso en la Venezuela de hoy no es posible. La agenda de la izquierda en Venezuela está secuestrada por un discurso autoritario y alienante. Lo revolucionario es liberar las banderas de la izquierda de la hegemonía política de la Tríada, abrirse a un proceso de dialogo real dentro de una transición democrática, desde adentro y sin intervención militar extranjera. ¡Debemos ser lo suficientemente valientes para dar este paso por la verdadera salvación de la república bolivariana de Venezuela, vacilar es perdernos!