Los hechos acaecidos en los últimos días en Venezuela, que involucran a la clase política opositora, no tienen precedentes en la historia política republicana.
Van desde clamar una intervención militar extranjera, hasta jugarse la carta de declarar una ausencia presidencial, que no existe, para llegar a la locura de aterrizar en un llamado "gobierno de transición" invocando la inexistente figura de "vacío de poder" violando toda norma y regla constitucional.
Es una especie de «golpe de redes»; un golpe de opinión que persigue hacerse del poder nacional por la vía de la fuerza. Pareciera una tira cómica pero no lo es; se trata de una nueva aventura política que subvierte el orden y la paz de la República.
Esta aventura política rebasa los límites de la imaginación y causa confusión en las mismas filas opositoras. Nosotros los bolivarianos estamos en completo apego allí orden constitucional y de allí no saldremos ni un milímetro. Estamos del lado correcto de la historia, de la sindéresis política, pero, sobre todo, al lado del pueblo que sufre y resiste el criminal bloqueo económico y financiero que nos impide acceder a la normalidad cotidiana.
Éste sector que ha hecho de la política una acción despótica y arbitraria, han empeñado la patria por 4 monedas, saben, además, que carecen del apoyo popular. A lo interno del país están deslegitimados y derrotados en cada evento electoral.
Ese reducto de traidores en el que han convertido la Asamblea Nacional es la última carta que les queda para tratar de torcer el curso de la historia que no les acompaña.
Esta nueva tropelía que raya en el descaro, debe ser derrotada de raíz y es por ello la pertinencia de apelar a la Constitución para disolver esa AN y convocar a elecciones para atajar la conjura.
Si hay algún sector sensato en la llamada oposición venezolana, deberían rechazar esa pretensión de lanzarse una nueva aventura y acompañar la propuesta de llamar a elecciones para la AN.
La política no es una aventura, no es un capricho, no es un acto sedicioso, es un conjunto de acciones coherentes que deben obedecer a un plan nacional que procure la paz y el bien común.
Estamos obligados a derrotar esta nueva locura, disfrazada de "hazaña" y con ello a los aventureros de la política.