Desde el 10 de enero de 2019, fecha del inicio del período constitucional presidencial, hemos estado observando, desde la semiótica del poder, una disputa sobre la legitimidad entre el usurpador de la presidencia de la Asamblea Nacional en desacato, Juan Gerardo Guaidó Márquez, quien no contentó con esta primera usurpación, pretende una segunda, que es nada más y nada menos que la de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, la cual es ejercida por Nicolás Maduro Moros.
Éste último, quien ganó en los comicios presidenciales del 20 de mayo de 2018, no sólo ostenta los símbolos del poder, sino que además los ha mostrado, en el marco de la disputa y la batalla por la legitimidad, no solo interna sino a nivel internacional.
Maduro no sólo se juramentó como correspondía de conformidad con lo preceptuado en el artículo 231 del texto constitucional ante el Tribunal Supremo de Justicia en Sala Plena como le correspondía, ante la situación sobrevenida del Parlamento como lo es el desacato en el que se encuentra, sino que además así fue reconocido por el resto de las ramas del Poder Público (Ciudadano, Electoral y Judicial) que suscribieron el acta de juramentación en presencia del presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello. Posteriormente, el Alto Mando Militar y los jefes de las Regiones de Defensa Integral (REDI), Zonas de Defensa Integral (ZODI), y Áreas de Defensa Integral (ADI) juraron lealtad y reconocieron a Nicolás Maduro no sólo como Presidente de la República relegitimado y reafirmado, sino como Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Guaidó ha estado realizando intentos desesperados por obtener el reconocimiento de aunque sea un solo comandante de guarnición o sector reaccionario de la FANB que pueda insubordinarse en contra de su legítimo Comandante en Jefe, para así poder usurpar, con "todas las de la ley" y en una interpretación errónea, tergiversada y manipulada del primer aparte del artículo 233 constitucional, que tanto en foros como en artículos expliqué. Lo que le queda a éste es el seguimiento de la "hoja de ruta" del Departamento de Estado, la CIA y el asesor de Seguridad Nacional, para intentar derrocar a la Revolución Bolivariana.
El maketing político ha tratado de posicionar a Guaidó, vistiéndolo y que este adopte ademanes y gestualidad muy similar a la del Comandante Chávez, no en balde, lo único que tendría de cercano y de coincidencia este muchacho con la figura del Comandante Eterno sería la fecha de nacimiento (28 de julio) porque fuera de ello, más nada. Está desesperado porque pese a querer mostrarse como el "Jefe de Estado" de la transición, la "Revolución de Colores" que le encargaron "prender" no termina de carburar, y vaya que lo ha intentado.
Empezó con la convocatoria de "cabildos abiertos", que no son más que intentos por realizar un conjunto de "Plazas Altamiras" itinerantes a lo largo y ancho de la geografía nacional. Realizó un peligroso "falso positivo" el pasado domingo, a fin de que este actuase como hecho desencadenante de conmoción nacional, que activará o un Golpe de Estado o la intervención militar de tipo "humanitaria" contra el país. Han aprobado un conjunto de actos, que si bien son írritos, sirven de "cama" para arreciar el cerco político, diplomático, económico y financiero contra el país. Y como si lo hubiésemos visto todo, y perdiendo toda noción y sentido del ridículo, un grupo de supuestos militares venezolanos no activos se pronuncian desde Lima, Perú, "desconociendo" a Maduro y "reconociendo" a Guaidó como "Presidente interino de la República Bolivariana de Venezuela".
Maduro, ha sido todo lo contrario. No solo ostenta los símbolos del poder, sino que ha venido efectuando y realizando actos donde se reafirma su legitimidad como Jefe de Estado y de Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. En su mensaje del pasado lunes 14 de enero de 2019, previa a la presentación de su Mensaje Anual a la Nación y del Plan de la Patria 2019-2025, la Asamblea Nacional Constituyente aprobó un acuerdo donde ratifica y reconoce a Nicolás Maduro como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Al día siguiente, mientras Guaidó armaba su aquelarre y trataba de dirigir un mensaje a la FANB, Nicolás Maduro encadenó en transmisión conjunta de radio, televisión, plataformas tecnológicas y redes sociales digitales su reunión con el Alto Mando Militar en los preparativos del ejercicio militar del 10 al 15 de febrero, en conmemoración de los 200 años del Congreso de Angostura. En horas de la tarde de ese día, acudió a la graduación de profesionales en el marco de la micro misión Simón Rodríguez.
El día de ayer miércoles 16 de febrero, participó el Jefe de Estado venezolano en el Consejo Federal de Gobierno, donde aprobó recursos a gobernaciones y alcaldías y realizó anuncios sobre la nueva misión "Venezuela Bella". Es decir, un gobernante que está en pleno ejercicio de sus facultades y atribuciones constitucionales, por lo que la batalla semiótica del poder la está ganando.
Muchos medios de comunicación han señalado ahora que el miércoles de la próxima semana, que es 23 de enero, ocurrirá una especie de desenlace apocalíptico de la actual coyuntura, y que ahora si Guaidó "asumirá" la "Presidencia de la República Interina" que le correspondería, porque "tendrá el reconocimiento del presidente de EEUU, Donald Trump". Las fuerzas revolucionarias que hacen vida en el ahora denominado Congreso de los Pueblos, otrora Gran Polo Patriótico Simón Bolívar, estaremos también en las calles de Venezuela, movilizados y atentos, recordando la gesta popular que lamentablemente fue traicionada, de hace 61 años.
Una vez más, sin descartar ni menospreciar el escenario de amenazas sobre las cuales transita la República, se demuestra que el control interno lo tienen las fuerzas bolivarianas que hoy lidera Nicolás Maduro. Por lo que dificulto, al igual que el 10 de enero de 2019, que ocurra algo de impacto que pueda dar al traste con el desarrollo de la actual administración de Maduro, por lo que creo que coincido con lo expresado por Diosdado Cabello en rueda de prensa de hace un par de días. El 23 de enero no ocurrirá absolutamente NADA.
Habrá que preguntarse: ¿Cómo será la situación de aquellas personas totalmente disociadas y desquiciadas cuando amanezca el jueves 24 de enero y se estrellen con la dura realidad de tener que lidiar y enterarse de que Nicolás Maduro continua siendo el presidente de todos los venezolanos y de todas las venezolanas? ¿Será que los y las internarán en un psiquiátrico? ¿Sufrirán de una profunda depresión o de un intenso stress post traumático? He ahí esas interrogantes.
Y desde mi modesta opinión, aun reconociéndome como de profesión abogado, pienso que una sugerencia que me quisiera permitir a todos y a todas aquellos y aquellas que tenemos la responsabilidad de tener alguna incidencia e influencia dentro de la opinión pública nacional e internacionalmente y a través de diversos espacios comunicacionales, orientar con lo siguiente. No podemos caer en la trampa "leguleya" en la que quieren hacernos caer sectores de oposición con respecto a la actual coyuntura, cuando ellos saben muy bien que el actual problema es político. Hay un sector fascista que emplea una coartada jurídica y constitucional manipulada, para dar al traste con la actual Revolución Bolivariana, y que su estrategia no se pliega al frente interno (porque sencillamente no tienen vida) sino dirigida al exterior, para que les hagan el trabajo el cual resultaron incapaces de hacer. Cuando esto se haga así, estaremos haciendo verdadera comunicación política y no panfleto.
Inclusive, nos conectaremos con un verdadero discurso, pero sobre todo con una praxis que nos conecte con las masas, y que establezca esa conexión amorosa de un pueblo con sus liderazgos como nos lo enseño Hugo Chávez, y que esto haga a la Revolución indestructible.
Lo que estamos viviendo en estos momentos es la disputa por el poder, que no es más que la agudización de las contradicciones de clase en el seno de nuestro pueblo, personificadas en la disputa Guaidó- Maduro, que sería igual a señalar la contradicción entre el imperio y la Patria.
¡Cojan jabón pá que laven!
¡Bolívar y Chávez viven, y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!