La CANTV, un modelo, Sí, pero de ineficiencia

Epígrafe:

Bolívar, el más grande, el único, el inigualable. Esta es la impresión que, con sus prometeicas hazañas, produce Simón Bolívar; un ser tan excepcional y fuera de serie, de tan extraordinarias facultades, que en ocasiones hasta pareciera una criatura sobrenatural y fantástica, un personaje de leyenda, una especie de Aquiles, sólo que el héroe mitológico, con todos sus poderes de semidiós, fracasó donde Bolívar de manera rotunda triunfó. Por eso la Ilíada, al no aparecer en ella el nombre del Libertador, al no recoger en sus magistrales páginas sus inmortales hazañas, pese a su monumentalidad literaria, está irremediablemente incompleta.

Sí, es verdad, dudo que otra ciudad del país o quienes la habitan, estén atravesando por las dificultades que en estos momentos están viviendo los habitantes de la ciudad de Maracaibo, sobre todo en el área de los servicios. Porque ya no es el sempiterno y antediluviano problema del agua ni el de la electricidad, este último con sus constantes fluctuaciones y caídas de tensión, que nos ha roto cualquier cantidad de bombillos y dañado, incluso, una computadora. A este largo cortejo de problemas se ha sumado también la inefable CANTV, con sus abusos y mala prestación del servicio. Una pálida demostración de lo dicho es la siguiente.

Hace un poco más de un año y medio, los terroristas de la oposición destrozaron y se robaron los cables de la CANTV que llevan el servicio telefónico a las urbanizaciones Urdaneta, Pomona y a un sinfín de conjuntos residenciales más; es decir, prácticamente a todo el sector de Sabaneta, en Maracaibo, con lo cual desde entonces un sin número de familias han quedado completamente incomunicadas. Pero no sólo eso, porque para agravar la situación, ese crecido número de familias y de personas se han visto también imposibilitadas de utilizar, en vista de que tampoco hay internet, sus equipos de computación, por lo que los tienen prácticamente perdidos, ya que ni para la realización de las tareas de los muchachos los pueden utilizar.

Sabemos perfectamente bien que los responsables principales de estos latrocinios, sin precedentes en nuestro país, son los de la oposición, quienes para crear inestabilidad y desasosiego no les importa someter la población a situaciones realmente insoportables. En esto estamos claros, pero lo que sí nos cuesta entender es que en el largo tiempo transcurrido, más de año y medio, repito, no se haya podido restablecer el servicio. Con lo cual, ya la responsabilidad de nuestra incomunicación está recayendo, no sólo sobre los autores del latrocinio, sino también sobre la CANTV, que está permitiendo, con su abúlica negligencia , que los terroristas logren el objetivo que se propusieron al perpetrar esas vandálicas acciones: predisponer la población contra el gobierno, porque en situaciones como parecidas al que se tiende culpar es a éste.

Pero lo dicho, por supuesto, no es todo, porque en estos días se me ocurrió llamar al teléfono de la casa y la empresa me respondió algo verdaderamente insólito e increíble: me dijo que ese número estaba suspendido. Esta misma respuesta se la dan a quienes por falta de pago le "le cortan" el teléfono. Lo que viene a confirmar lo dicho por muchas personas en el sentido de que a pesar del largo tiempo transcurrido sin poder hacer uso del servicio telefónico, la CANTV, como un asaltante cualquiera, no ha dejado de cobrarlo; esto es, que no ha dejado de cobrar un servicio que ha dejado de prestar desde hace mucho tiempo. ¿Cómo se llama esto? Bueno, algunos lo llaman, y con razón, atraco, robo, asalto, que cualesquiera sean las formas que se le llame, está más que apropiadamente utilizada.

Por otra parte, porque las calamidades nunca viene solas, un crecido número de personas, y entre ellas numerosos padres que adquirieron costosos equipos de computación para entre otras cosas facilitarles a sus hijos la realización de sus tareas escolares, están viendo, alarmados, cómo esos equipos se encuentran ociosos, sin cumplir la función para las cuales fueron adquiridos, por lo que corren el riesgo de dañarse. El hecho es que si no hay teléfono tampoco hay internet. En fin, la cuestión es que cada día que pasa la actual CANTV, por su ineficiencia y por los abusos que comete contra los usuarios, se está pareciendo mucho a la anterior, al punto de que mucha gente se pregunta acerca de si valió la pena la nacionalización de esta empresa.

Y aunque es distinto debo decir lo siguiente:

El que esto escribe no sabe quienes son los que asesoran al Presidente en materia económica, pero lo que sí sabe es que lo están haciendo muy pero muy mal. Eso se debe a que le están haciendo creer que la solución de los graves problemas que en relación con esta materia está viviendo el país y, particularmente, en torno del alza desenfrenada e indetenible de los precios, pueden resolverse a base de precios acordados y represión policial. Quienes así piensan, están demostrando, sin duda, una completa ignorancia acerca de las causas que originan esta preocupante situación, pues creen que se trata de un fenómeno coyuntural, transitorio, que con unas cuantas amenazas y especuladores presos se podría solucionar el problema más o menos fácilmente.

Craso error; un error que se inició en el 2012 cuando se establecieron los controles de precios. Y a pesar del largo tiempo transcurrido y a los nulos y adversos resultados de los mismos, todavía no se ha llegado a comprender que el problema es mucho más grave de lo que se ha creído; que éste ha alcanzado dimensiones estructurales tan profundas que, para su solución, habría que recurrir a medidas excepcionalmente extraordinarias, muchas de las cuales, incluso, de corte neo-liberal. Como sería, por ejemplo, la drástica reducción de la demanda, con todas las terribles consecuencias que de ello necesariamente se tendrían que derivar.

Porque la verdad es que para la recuperación económica del país, para corregir los grandes desajustes del proceso económico venezolano, no existen salidas fáciles ni atajos valederos. En este sentido, la ciencia económica no ha podido encontrar todavía la manera de superar las profundas dificultades en las que nos encontramos inmersos en estos momentos -una economía hiperinflacionaria-, sin tener que sufrir grandes y dolorosos traumas. Sin embargo, en un artículo anterior sugeríamos la utilización de los CLAPS como estrategia, no sólo para enfrentar el maldito fenómeno de la especulación sino también para evitar la aplicación de medidas como las señaladas, las cuales, de continuar como vamos, sin saber a ciencia cierta hacia dónde, más temprano que tarde inevitablemente se tendrán que aplicar, con toda su nefasta carga de conflictividad social y política.

¿Qué proponíamos en ese artículo? De manera muy resumida, lo siguiente: 1) Derogar todas las medidas y decretos que de alguna manera tengan que ver con controles de precios. Esto es indispensable hacerlo, porque ello constituiría un fuerte estímulo para la inversión. Y porque se eliminaría, además, el contrabando de extracción de productos regulados, desaparecería el bachaquerismo y el acaparamiento. 2 ) Entregar en alimentos algunas bonificaciones que en estos momentos se están dando en efectivo, y que a quienes más benefician y fortalecen es justamente a los especuladores, a cuyas manos finalmente van a parar estas ayudas. 3) Entrega de claps lo más frecuente y más surtidos que se pueda. La idea es que éstos puedan servir de competencia a los especuladores. Esta es la única manera que vemos de poder estabilizar los precios y evitar la adopción, para el logro de este de este objetivo, de las mencionadas medidas de corte neo-liberal.

Y por último, no está demás recordar que ninguna política económica, llámese como se llame, podría tener éxito en nuestro país si antes no se estabiliza la situación de los precios. Para muestra, el siguiente botón basta: hace como veinte días, aproximadamente, unas miserables gotas nasales le costaba a quien las fuera a comprar 200 bolívares. En estos momentos esas mismas gotas están costando 1.200. Una bolsa de chocolate de supuestamente 400 gramos, que hasta hacía poco se estaba vendiendo en 200 bolívares, su precio fue elevado intempestivamente a 400, más tarde a 800 y casi inmediatamente después a 1.500. Un bollo de pan, que los asaltantes de las panaderías lo estaban vendiendo en 400 bolívares, de un solo coñazo lo llevaron a 700. Y esto, que sucede con estos tres productos, ocurre con todos los demás rubros de consumo masivo. Y todo ello pese a la política de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad. De allí que la cuestión de dedicarle la máxima y prioritaria atención, junto con la defensa del país, a la especulación, sea para este Proceso una cuestión de vida o muerte.

Los más connotados dirigentes de este proceso político, y no pocos altos funcionarios del gobierno, suelen echarle la culpa del desmadre de los precios al nefasto dólar paralelo. Y no les falta razón. Pero en lo que no la tienen, desde luego, es en echársela exclusivamente a ese instrumento de desestabilización y robo que es el mencionado dólar. Porque lamentablemente, no es el único que conspira contra el bienestar y tranquilidad de los venezolanos. En esa criminal tarea de saquear y amargarles la vida a los habitantes de este país, están implicados también, y de manera prominente, el especulador criollo, no importa su tamaño. Porque sea grande, mediano, pequeño y minúsculo, que también este último pone su "granito de arena" en la ominosa tarea de especular, todos, como un solo hombre roban y saquean por igual. Ya que, como lo hemos dicho más de una vez, aquí todo el que vende algo especula. Mario Silva, en sus casi siempre erráticos comentarios sostiene que los pequeños negocios -abasticos, les dice- no especula. Si esto fuera así, entonces no habría problema porque la mayor parte de la población y, especialmente la de menores recursos, hace sus compras en estos "abasticos", y sin embargo, es la más afectada por este delito.

En este sentido, por ejemplo, no hay delincuentes más inescrupulosos y desalmados que los dueños de farmacias y panaderías. ¿Qué hacen los primero? Que una caja de pastillas con dos láminas –blister- de 10 pastillas cada una y que debía ser vendida, la caja, digamos en dos mil bolívares, estos rufianes venden por separado cada lámina al mismo precio que debía ser vendida la caja con las dos láminas. Y en cuanto a los panaderos, estos felones no se quedan atrás en eso de asaltar a la gente, porque no conforme con aumentar desmesuradamente el precio del pan, también lo disminuyen de Tamayo.

No quisiéramos tratar estos temas en estos instantes dadas las peligrosas circunstancias por la que atraviesa el país, no pareciera ser el mejor momento ni el más oportuno para hacerlo, dadas las amenazas que se ciernen sobre nuestra patria. Pero contra ésta, no sólo conspiran el imperio y sus inescrupulosos y sumisos lacayos de otros países, que con su baboso entreguismo han enlodado la reputación y la dignidad de sus respectivas naciones, pero la especulación y la ineficiencia de los servicios también conspiran contra nuestra democracia.

Si las desalmadas mafias gobernantes de Colombia se hubieran dedicado a sembrar rubros alimenticios en vez de coca y cadáveres, ese país sería el mayor productor de alimentos del mundo. Lo que existe en esa colonia libre asociada que es Colombia, es un verdadero baño de sangre que debía ser denunciado todos los días y por todos los medios.

Nota: Se equivoca nuestra talentosa y admirada María Alejandra Díaz y todos los que como ella piensan que el dólar es un vulgar papelucho sin valor alguno. Eso quisiéramos muchos, pero no puede carecer de valor una moneda con la cual se pueden adquirir todos los bienes y productos que es capaz de producir la poderosa industria norteamericana. Bienes que van desde un alfiler hasta los más sofisticados y costosos productos, tales como computadoras, aviones, automóviles y pare usted de contar.

El inefable presidente del Estado Libre Asociado de Colombia, debía mencionar, aunque fuera uno solo, el nombre de algún prócer gringo que se inmolara, que derramara su generosa sangre, en aras de la independencia de Colombia.



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Alfredo Schmilinsky Ochoa


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