Alrededor del mundo, la comunicación en tiempo real, a través de las redes sociales, es la más formidable arma de condicionamiento social; político, económico, cultural…, de opinión pública. ¡Arma inefable, de destrucción psicológica, neurológica, de masas! A través de ellas, en el caso Venezuela, se construye una narrativa comparativa entre La Cuarta y La Quinta República; desde la oposición se evoca una Venezuela prospera floreciente, de años dorados, por allá, por los 60 o 70 −cuando nadie habló ni padeció de inflación o marginalidad..., de derechos humanos. La Venezuela Saudita, la del "ta barato dame dos", ¡no más acá, 80, 90! − En los más jóvenes –menos de 20 años−, entrañable Venezuela que sólo conocen, fuera de espacio-tiempo, por referencia a la "meritocracia" académica, empresarial, petrolera; ¡exquisita meritocracia de la PDVSA eficiente, rentable y productiva! −"joya petrolera de América Latina"−, cuando a decir del narrador y lector interesado, más de 44 mil trabajadores ─despedidos por Chávez─ obtenían beneficios laborales por el orden de los 200 mil dólares anuales. ¡Toda una fortuna para cada trabajador petrolero! −¿Cuánto llegaba al pueblo todo?
¡La PDVSA de esos últimos 27 años −1975, 2002−, no corresponde con esa descripción!
Al recibir la presidencia de manos de Pérez, Luis Herrera Campins −1979, 1984−, manifiesta "recibir un país hipotecado". Con ingresos petroleros en crecimiento de 350% durante la década de 1973 a 1983, la deuda externa venezolana se incrementó a corto plazo en 2000% con vencimiento del 60% para 1983-1984. Agobiado por la hipoteca recibida y aumentada, el viernes 18 de Febrero de 1983, −posteriormente conocido como Viernes negro−, Herrera decide imponer, por primera vez en Venezuela, un control cambiario dando inicio a la liquidación del "ta barato dame dos", de la Venezuela Saudita. En Venezuela, como en toda América Latina, el fracaso estructural del modelo económico liberal, rentista, durante la década de los 80, condujo a la llamada "década perdida". América Latina, a pesar de sus grandes riquezas, se convertía en la región más desigual del planeta.
Jaime Lusinchi, 1984-1989, con una "impagable" deuda interna y externa, asume la presidencia bajo la consigna del llamado "Pacto Social" y la restructuración del Estado mediante el VII Plan de la Nación, a través del cual se plantea la profundización de la democracia con la llamada "Democracia Social" que exigía al Estado mejores y fluidas relaciones con la sociedad civil mientras se busca privatizar o trasferir competencias de la Nación al sector privado. Al final de su mandato, Lusinchi señala que fue engañado.
Engañado Lusinchi por empresarios vividores de la renta petrolera, del estado-nación, quedaba ampliamente demostrada que ¡la mencionada rentabilidad y prosperidad petrolera no llegaban al pueblo!
Tras asumir su segundo mandato, Carlos Andrés, en la búsqueda de saciar las apetencias de las elites económicas vividoras del Estado, termina acudiendo al FMI. A partir del 27 de Febrero de 1989, en menos de un mes de iniciar su segundo periodo, Pérez, ante los acuerdos fondomonetaristas, enfrenta el estallido social en Venezuela post Saudita, inédita sublevación popular conocida como el Caracazo. La joya de la democracia latinoamericana estallaba en pedazos como respuesta por años de exclusión, miseria…, ante las imposiciones del FMI. La Venezuela cuarto republicana de las últimas dos décadas; despolitizada, sumisa, individualista, excluida de las decisiones trascendentales del país, alzaba su voz y redibujaba la Venezuela real, ¡completa, desde sus profundidades, desde la complejidad diaria del hombre y la mujer de a pie! El Caracazo y sus consecuencias exponen al mundo todo un entramado de corrupción, de desmantelamiento y entrega del Estado Nación, de descomposición social, exclusión, miseria, violación de derechos humanos… De una democracia que no funcionaba ante el silencio cómplice, complaciente, de centros e instituciones del poder mundial.
El mundo conocía a través del Caracazo, la realidad venezolana, de la llamada "joya democrática de América Latina", conocía que la industria petrolera venezolana no estaba al servicio y prosperidad de la nación, era la caja chica de políticos, empresarios, elites coloniales, vividoras del estado nación. La rentabilidad de esa industria petrolera era para sí misma al ser concebida, instrumentalizada, dirigida, administrada, como un estado dentro del Estado, una institución supra constitucional por sobre el Estado-Nación, al margen de la legislación e interés nacional.