El mayor desmentido, al "cuento de hadas" que se ha pretendido imponer como matriz durante estos años, en este sentido: "Venezuela, antes de la aparición del chavismo, era un país unido donde todos vivíamos bien y felices, sin más diferencias que la der ser de Los Leones o del Magallanes", son los sucesos de los días 27, 28 de Febrero, 1 y 2 de marzo y subsiguientes de 1989. Ocurridos 3 años antes de la irrupción de Hugo Chávez en el escenario político y 10 años antes de su llegada al gobierno.
Aquellos días, las mayorías marginadas explotaron con una inmensa ira social, característica de sectores sociales sometidos a la exclusión social, económica, política y cultural durante décadas y controlados a través del clientelismo político, la alienación cultural y la represión sistemática. Tras las primeras horas de la rebelión social vino la respuesta clasista y racista de las elites dominantes, mediante el ejercicio brutal de la fuerza represiva del Estado y su consecuencia, la mayor masacre cometida de manera sistemática por parte de gobierno alguno, el gobierno de Carlos Andrés Pérez y santificada por toda la élite dominante de entonces.
La imposición extranjera de un conjunto de medidas económicas y sociales fue el detonante que hizo estallar el supuesto modelo de conciliación de clases impuesto a través del populismo, el engaño y la violencia del Estado.
No éramos un país unido, éramos y lamentablemente seguimos siendo una sociedad atravesada por una profunda fractura social y cultural. Esa fractura fue amainada en lo económico y social, en la primera década de este siglo, por el inmenso esfuerzo de inversión social hecho por el Comandante Hugo Chávez que redujo la desigualdad en la distribución del ingreso nacional, generando los niveles de inclusión más altos de nuestra historia.
Sin embargo, la respuesta de las elites históricamente dominantes ante este esfuerzo de cerrar la herida, fue hacer todo lo posible por mantener abierta la fractura política y cultural a través de prácticas de odio social contra la base social que sustenta a esta fuerza histórico social que hoy conformamos el Chavismo.
Tanto odio clasista y racista de las élites, a ratos ha tenido como respuesta la intolerancia, y de evento en evento de confrontación, la fractura se ha ensachado de nuevo, tal vez más grande que hace 30 años.
30 años en el que la rebelión popular que insurgio aquel 27 de Febrero, no ha cesado de manifestarse de distintas formas y maneras: rebeliones militares populares del 4 de Febrero y 27 de noviembre de 1992; las luchas estudiantiles y populares a lo largo de la década de los 90; victoria de Chávez el 6 de diciembre de 1998; proceso popular constituyente de 1999, 13 de abril de 2002; Referéndum donde fue ratificado Chávez en la presidencia en agosto del 2004; la insurgencia y expansión del poder popular organizado y en ejercicio de gobierno directo, a lo largo de la primera década de este siglo; la resistencia contra el desconocimiento político al chavismo, el odio de clases y la violencia fascista, a lo largo de estos 20 años y especialmente durante estos últimos 6 años.
Hoy, como desde hace 30 años seguimos en rebelión, contra la imposición extranjera. Ayer contra un paquete de medidas económicas, hoy contra el intento de imponernos, mediante la amenaza de una invasión, a un "presidente" que no ha sido elegido por el pueblo. Pero también seguimos en rebelión contra la reaparición de los viejos flagelos, causa de fondo de los sucesos de 1989, que habíamos logrado disminuir en la primera década de la Revolución Bolivariana, y que no vamos aceptar que se instalen de nuevo en la vida nacional, como parte del "orden natural".
Hoy, nos rebelamos contra la amenaza y el chantaje por parte del gobierno de los Estados Unidos y sus "socios". Hoy, nos rebelamos contra la traición, expresada a través de la cobardía, la deslealtad a la Patria, la corrupción, la indolencia y la deslealtad al pueblo.
Convencido estoy de que la única manera que cerremos la fractura social, que desde hace más de 500 años nos trae por los trágicos "vaivenes" de nuestra historia, es reconocernos como venezolanos y venezolanas, en nuestra diversidad social, política y cultural, y a partir de allí sentar la bases de la convivencia pacífica que nos permita construir una sociedad donde quepamos todos y todas con justicia, igualdad y dignidad.
Honor y gloria a los mártires del 89 y de todos los tiempos de rebelión. Hoy más que nunca decimos como hace 30 años ¡No hay pueblo vencido! ¡La Patria Vencerá!. Dios mediante, pueblo mediante así será.