"ayer solamente vieron un pedacito asi de lo que nosotros estamos dispuesto hacer.."
Pero cuando llegó a los límites de lo comprensible sin
resignarse a no comprender, dijo lo incomprensible y perdió
tres cosas: el yo, el lenguaje y el mundo".
"El fanatismo es una de las más peligrosas enfermedades que debilitan, traumatizan y llegan a dar muerte a la convivencia social. El individuo y los grupos que se mueven por el impulso fanático constituyen una amenaza directa e inmediata para la vida democrática"
LAAB
I. Del ámbito religioso a la realidad secularizada
El vocablo substantivado "fanatismo" es derivado del adjetivo "fanático". Esta derivación no es únicamente de carácter lingüístico sino también de índole temporal. El uso del término "fanatismo" es posterior al del correspondiente adjetivo "anático". Por eso ha de entenderse el significado de aquél mediante el significado de éste.
Etimológicamente fanático proviene del latín fanum, que significa templo. En significación directa se dice de algo que es fanático en cuanto que pertenece o tiene cierta relación con el templo. En textos latinos se habla del dinero "fanático" (paecuniafanatica) para aludir al dinero destinado al templo, de persona "fanática" (fanaticus) para referirse a un protector del templo, y de asunto "fanático" (causa fanatica) para señalar un negocio relacionado con el templo.
Pero ya en la lengua latina se empleó el adjetivo "fanático" con un sentido nuevo o traslaticio. El significado inicial de referencia al templo degenera y se aplica a la situación de la persona cuando ésta se siente y actúa dominada por un entusiasmo exaltado y por un celo intemperante. Son abundantes los testimonios latinos que reflejan este significado traslaticio. Conviene advertir que el ámbito donde se manifiesta la postura fanática es marcado por la religión: sacerdotes fanáticos, acciones religiosas fanáticas, etc.
Tanto la procedencia etimológica como el uso inicial restringido, directo y traslaticio, al ámbito de las religiones hizo que el término "fanático" se reservase prácticamente para actitudes del mundo religioso. Hasta hace poco el fanatismo era considerado casi exclusivamente como un fenómeno de la vida religiosa.
Para justificar la afirmación anterior baste recordar dos testimonios cualificados. Voltaire habla del fanatismo en contexto religioso; es, según él, la manifestación patológica de la superstición: "el fanatismo es a la superstición lo que el delirio a la fiebre y lo que la rabia a la cólera". El segundo testimonio es el de Jaime Balmes. Este pensador católico introduce también el tema del fanatismo en contexto directamente religioso: lo estudia como un fenómeno aportado por el Protestantismo.
Cuando el término fanático estuvo reservado para aludir a comportamientos religiosos su uso tenía notable carga polémica. En la época moderna fue empleado con frecuencia para descalificar de forma global y acrítica la religión en general por considerarla causa y antro de fanatismo. Por su parte, los defensores de la religión también con bastante frecuencia utilizaron una apologética ingenua para negar su fanatismo y exageraron las tintas a devolver la acusación hacia los acusadores irreligiosos.
El tema del fanatismo se ha liberado en la actualidad de la estéril confrontación polémico-apologética de signo religioso. Más aún, a pesar de que el Diccionario de la lengua mantenga el uso primariamente religioso, el término "fanático" se ha secularizado. Existe el fanatismo religioso: religiones fanáticas, sectas fanáticas, actos religiosos fanáticos, etc. Pero existen también otras muchas formas de fanatismo: el ideológico, el político, el cultural, el moral.
II. La estructura fanática
A partir de la secularización de la realidad y del concepto de fanático, se puede analizar el fanatismo como una condición humana que tiene unos rasgos genéricos y que se concreta en los diversos sectores de la existencia.
El fanatismo constituye una patología de la conducta humana. Es una forma desviada del comportamiento que se caracteriza por los tres rasgos siguientes:
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creerse en posesión de toda la verdad; al menos, en relación con un ámbito de la realidad.
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vivir esa posesión de modo exaltado, cuasi místico, como de enviado o enviada.
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sentir un imperativo irresistible a imponer la verdad a los demás como misión ineludible.
El fanatismo se sitúa en el lado de la desmesura, de la exageración, y de la exacerbación. El fanático va siempre más allá de lo debido. La dinámica del fanatismo tiene la estructura de la desproporción. Es el modo desproporcionado de entender y de defender una causa. El fanatismo "es la condición de aquellos que, creyéndose investidos de una misión religiosa, civil o social, y teniendo una pertinacia singular en sus ideas, recurren a todos los medios, aun los violentos, para hacerlas triunfar". Para Balmes el fanatismo constituye "una viva exaltación del ánimo fuertemente señoreado por alguna opinión, o falsa o exagerada".
El fanatismo se alimenta y se expresa mediante un conjunto de factores que son sus inevitables concomitantes:
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- La convicción irracional más que la búsqueda sincera de la verdad: el fanatismo tiene ambiente propicio en la ignorancia y en el prejuicio; el fanático "razona" con las visceras más que con la inteligencia.
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- La conciencia desmedida de la propia grandeza: el fanático se identifica con la causa que defiende; el fanatismo linda con el delirio, la obcecación, y la intemperancia.
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- La intolerancia como forma de relación interpersonal e intergrupal: el fanático se alimenta del celo inquisitorial y actúa como fiscal o comisario de la verdad; el fanatismo se identifica con la praxis de la unidimensionalidad.
III. Causas del fanatismo
Son muchas las causas que dan origen al fanatismo. El fanático llega a hacerse por la actuación conjugada de variados procesos. No suelen faltar determinados factores disposiaonales-, en efecto, personalidades esquizoides y paranoides tienen una propensión clara al fanatismo. El esquizoide es una personalidad rígida, que vive su afectividad de un modo disociado y que es capaz de anteponer el esquema prefabricado a la evidencia de la vida. Por su parte el paranoide se caracteriza por la fijeza en sus ideas, por la manía de grandeza y por la presencia en él de ideas delirantes. Se comprende, pues, que tanto el esquizoide como el paranoide tengan cierta predisposición al fanatismo.
Junto a los factores disposicionales hay que situar la historia personal del sujeto. El fanático llega a serlo como conclusión y salida a determinadas frustraciones personales. El componente de frustración es más evidente en algunos tipos de fanatismo determinados por un deseo desmedido de superación. No hace falta acudir siempre, aunque no haya que descartarlo por principio, a fijaciones de la época infantil, concretamente de carácter anal. Con relativa frecuencia el fanatismo constituye la patología de la debilidad y del resentimiento. Sujetos incapaces de vivir y actuar desde la precariedad de su peculiar psicología se lanzan a la desmesura del fanatismo como a una tabla de salvación. La búsqueda de una seguridad ficticia que venza la inseguridad personal está en el origen de muchos comportamientos fanáticos.
Mirado desde las teorías de la personalidad social el fanático se configura mediante los factores siguientes: el autoritarismo, la intransigencia, y la exaltación. La personalidad social del fanático se alimenta del autoritarismo, se relaciona con los demás de forma intransigente y vive su vida social de modo intemperante y exaltado. Hay situaciones históricas, ambientes ideológicos y opciones socio-políticas que atraen y segregan personalidades fanáticas.
Los tres grupos de causas que se han enumerado ayudan a comprender la génesis de la condición fanática. Conviene, no obstante, advertir que el fanático se hace en gran medida a él mismo. No se puede descartar el componente de libertad en los comportamientos fanáticos. A este reducto hay que apelar para exigir la superación del fanatismo.
LEE QUE ALGO QUEDA
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