Al "pueblo", esa entelequia que no nos dice nada concreto, que se puede referir tanto a los desvalidos más indigentes que pisan ésta tierra como a los empresarios organizados en FEDECAMARAS, hay que colocarle siempre un adjetivo para no extraviarnos en todo aquello que evoca. En la constitución norteamericana "pueblo", significó por mucho tiempo, blanco, propietario y varón. En la nuestra, algo parecido. AL pasar los años se han incluido gradualmente otros atributos al calificativo "pueblo", pero hoy día sigue siendo un "comodín" con un significado de peso. Si gritamos ¡pueblo!, en medio de una romería adeca o en una concentración en Chacaíto, gente diversa, blancos y negros, pobres y ricos, hombres y mujeres, levantan el pecho con orgullo de masa. Pero de masa, que es distinto a decir, con orgullo social, o de clase, o tribal (pasa lo mismo cuando hablamos de Patria, un reflejo condicionado).
Digamos que cuando Lorenzo Mendoza reclama al gobierno socialista (por ejemplo, a Chávez) derechos ciudadanos, libertad de empresa y "libre iniciativa", lo hace sintiéndose una parte importante del pueblo, quizá la más importante. Pero cuando se toma un vino con sus amigos se sabe por encima de muchos, responsable de muchas almas, distinto y diferente, el pueblo queda allá abajo, es tanto la base que soporta su poder, como los pantanos que yacen a su rededor.
Lo mismo pasa cuando los políticos populistas hablan de pueblo, esconden detrás de ese "pueblo" sus verdaderas intenciones: sostenerse en el poder político con el dinero de los ricos, o sea de las minorías, y con los votos de las mayorías, es decir, los pobres. Se trata solamente de desplazar el calificativo un poco, de un lado o del otro, según convenga: "¡El pueblo arrecho!", ya sabemos que se refiere a las mayoría convulsionadas; "el pueblo en su conjunto", ya se sabe que en él están incluido los empresarios, los privilegios, los explotadores y los explotados, todos juntos pero no revueltos; "el pueblo decente": ricos y clase media; "en el país cabemos todos", pueblo unido: juntos pero no revueltos, se mantienen los privilegios de unos y las mismas miserias del resto.
Con esta universalidad democrática de la palabra pueblo, con su ubicuidad, los demagogos nos han mareado y nos siguen mareando en sus discursos, con sus ambigüedades y contradicciones. A nombre del pueblo han repartido democráticamente la renta petrolera entre un grupito de empresarios "patriotas", y en nombre del pueblo dictan leyes para vender el país a provecho de unos cuantos; a costa del pueblo 540 diputados no hacen colas en los supermercados. Pero, a costa del pueblo todos somos Maduro, o al revés, Maduro es "el pueblo"; Maduro representa el sentir del pueblo. ¡No es una exageración!, cualquier pendejo quisiera tener los privilegios de Maduro o por lo menos trabajar a su lado y tener todas las ventajas de lo que eso representa.
Pero lo mismo piensa y hace la contraparte, los demagogos de la derecha. En el caso de nuestra derecha (otra exageranción), estos tienen más experiencia con lo manipulación de la palabra pueblo, ellos se duchan todas las mañanas de pueblo antes de salir a la calle… ¡Estamos jodidos!
¿Cómo gobernar con el pueblo? , ¡Bien!, lo primero que hay que saber con cuál de los pueblos queremos gobernar, ¡con el pueblo que vota por Chávez, con los empresarios, o con los dos! Gobernar con los dos a la vez no es una opción real, solo sirve para engañar a alguien, a uno o al otro.
En la Alemania Nazi, Hitler quiso hacer eso y terminó nombrando todos sus ministros y altos oficiales de las casas más ricas y aristocráticas del país, mientras rellenó su ejército de campesinos. Esta tercera opción es un contra sentido, solo sirve para hacer demagogia dirigida a engañar a los más pobres e ignorantes, porque las promesas hechas a empresarios y ricos sí hay que cumplirlas, ellos tienen el verdadero poder "de persuasión".
Pero ¿por qué, si el resto del pueblo, el pobre, es la mayoría, no representa un verdadero poder frente al efectivo de los políticos?: porque no es un verdadero poder, porque es solo una masa manipulada como un burro con una zanahoria, una reunión de "Maduros", cada quien con sus propias aspiraciones y ambiciones personales –de allí que el presidente haya dicho que nosotros somos él, o algo parecido…, esas identidades que inventan los publicitas, que a veces suelen ser tan ciertas-.
Gobernar con el pueblo es, para los chavistas, gobernar con el pueblo pobre y trabajador, identificarse con los problemas de la clase social explotada y no con los problemas de todas las clases sociales, porque los problemas para una son la liberación de la otra y al contrario. Esto sería una discusión política importante; si los problemas de los ricos representan verdaderos problemas para los pobres, si el éxito de los ricos es el de los pobres. En la sociedad capitalista, parece que sí: ellos son los "empleadores", y ser empleado es el límite real del éxito para los más pobres. Pero en revolución la cosa cambia, ellos son los explotadores y los expropiadores del resto del pueblo que ellos no son. Cuando los explotados ven en los explotadores solo "empleadores" personifican una masa inconsciente, una reunión de individuos y nada más, no una clase social consciente y potencialmente revolucionaria. Para gobernar con el pueblo chavista sería necesario compartir intereses y fines de clase, lo otro es demagogia.
En la democracia (burguesa, como la que aquí se practica) la demagogia, las promesas y la mentira, prevalecen por encima de la lógica de la confrontación de clases, se gobierno a costa del pueblo, del uso de la "palabra" y del uso de las "las mayorías"…