En medio de las tempestades y la adversidad de las circunstancias, Simón Bolívar escribe la Carta de Jamaica un 6 de septiembre de 1815, bañado en las aguas cristalinas del Caribe, con la pasión revolucionaria y la energía política de los relámpagos que luego se convierten en llamaradas proféticas que marcaron el rumbo para salir de los tenebrosos senderos de la duda y la traición, y con ello avanzar hacia la verdadera unidad del pueblo y el ejército libertador. No era una unidad para dormirse en los brazos de la marea baja y la apatía, ni nadar en las medias aguas, sino para avanzar seguros en la cresta de la ola victoriosa.
Precisamente, 204 años después de la Carta de Jamaica, se nos exige andar sin medias tintas ni medias letras. De allí pues que, momentos cuando la patria venezolana está siendo amenazada, atacada y lesionada económica y financieramente por parte del imperio norteamericano y algunos países europeos, apoyados por gobiernos traidores como Colombia, Argentina, Brasil, Chile, Perú y Ecuador, he querido escribir sobre tan importante documento y acercarnos a su contenido para tratar de entender la realidad actual.
Si bien es cierto que no hay que negar ni rechazar el pasado, también hay que sentirse identificado con el destino histórico para poder labrar el futuro, de acuerdo a las capacidades y potencialidades que tengamos. De esa manera y atravesando de extremo a extremo los tiempos de la revolución, debemos estar claros que la progresiva liberación de la patria no será a consecuencia de nada, sino de nuestro propio esfuerzo de unidad, de lucha y sacrificio; porque justamente, el ser revolucionario colectivo se hace en la unidad, en la unión de unos con otros, no de unos contra otros.
En 1815, ya Bolívar vislumbraba que el "ahora" de cada momento es el de las decisiones y los impulsos hacia el destino revolucionario. Por eso, el sentido profundo de la unidad es una constante en el pensamiento del Libertador que, como un faro, alumbra los tiempos de la patria. Entonces, la unidad –desde los primeros respiros de la patria- ha sido considerada como una fuerza ideológica y el medio para garantizar la independencia y con ella lograr la libertad. En la Carta de Jamaica se invoca esa palabra llena de centella y trascendencia, donde se refleja la madurez y la visión política del Libertador respecto al proceso independentista que lo llevan a reflexionar en términos proféticos sobre el desarrollo sociopolítico de las futuras repúblicas latinoamericanas.
De esa manera, el 6 de septiembre de 1815 es una fecha que permite ver el relámpago de las palabras y la esencia del contenido de un documento que contiene las reflexiones más profundas de un venezolano excepcional que sembró la semilla de la libertad en la conciencia de los pueblo de América y del mundo; de un soldado que empuño su espada y su pluma para ir a luchar y conquistar el don más preciado de la vida de un pueblo, como lo es la libertad. Ese sueño, esa creencia, esa pasión política y esa entrega por una causa no se las llevó el tiempo, ni los vientos huracanados de las circunstancias, sino que se esparcieron y se impregnaron para siempre en el alma del pueblo venezolano y el resto de los pueblos latinoamericanos que, guiados por el liderazgo de Bolívar, despertaron para unirse a la lucha por la independencia.
Gracias al legado histórico que significan los documentos del Libertador, escritos de su puño y letra, la riqueza e intensidad de su pensamiento no ha perdido el brillo de la razón, ni tampoco se ha quedado colgado en las ventanas de la historia. Al contrario, trasciende y –como el marinero intrépido- navega en la corriente de los tiempos, remando con conciencia, apoyado por esos miles y miles de mujeres y hombres de acción y espíritu revolucionario, dispuestos hoy más que en cualquier otro tiempo a defender la dignidad y la soberanía de la patria, amenazada hoy por el imperio criminal de los Estados Unidos.
La Carta de Jamaica es un documento "de hondo sentido histórico que condensa el que habría de ser el programa político-estratégico de la acción revolucionaria y liberadora" de Bolívar. A través de la lectura del contenido de ese documento, que siempre será una guía en nuestro destino como pueblo, podemos hacer retrospectivas de observación que, a su vez, nos va a permitir conocer los ideales de lucha de una época y de una pléyade de patriotas que vislumbraron la libertad a través de la lucha y el combate. Esa misma retrospectiva también nos va a permitir conocer la realidad, tal como la descubre El Libertador, quien deja ver claramente las difíciles condiciones de esa época y lo crudo que fue superar una etapa de colonialismo puro y pasar a otra de independencia y soberanía plena.
Si bien es cierto que Bolívar alcanzó altos niveles de visión política con lo expresado en este documento, también se puede decir que allí expuso la más acabada teoría sobre la independencia de América y de su futuro desarrollo socio-político. A través de cada palabra, cada frase y con la claridad meridiana va construyendo la más clara y serena justificación para consolidar la independencia de nuestros pueblos y construir las nuevas repúblicas.
El propósito firme de querer lograr la independencia para estos pueblos, mantuvo viva esa llama que no se apagó y que a 204 después sigue ardiendo en fuego sagrado. A pesar de las derrotas, Bolívar no se rindió y siempre se levantó para seguir luchando. Y la Carta de Jamaica también es eso, una llamarada que invita a levantarse para reanudar la lucha por la libertad.
Sin libro alguno de consulta y sin ni siquiera haber recorrido completamente los países del sur, Bolívar analizó las causas económicas, políticas, sociales e ideológicas de nuestras desventuras. Sin tener nada de mago ni de brujo, hizo vaticinios que se han cumplido de manera sorprendente con exactitud de la letra. Con ese olfato político, con esa serenidad y mentalidad política, que era excepcional, y a través de un juicio recto y certero previó el porvenir las repúblicas de lo que hoy es América Latina.
Sus preocupaciones se centraron en lograr la independencia, pero no solo se quedaron allí, sino que iban más lejos: lograr un Estado bien organizado, bien estructurado; una legislación original y un tipo de gobierno de actuación apropiada y sana. En realidad, lo que quería era lograr un sistema político que brindara mayor suma de felicidad a sus habitantes, sistema que naciera de las entrañas mismas de la nación, dejando de lado la importación de ideas, modelos e instituciones. El mensaje bolivariano era crear un modelo político propio y no copiado.
Además de ello, Bolívar sostuvo que "los hispanoamericanos podían tener un gobierno propio, siempre y cuando ese gobierno se estructurase sobre una base realista", sobre una base social. En la medida que se gobierne para fortalecer las bases sociales y la estructura institucional del Estado, se estará avanzando en la construcción del gobierno del pueblo. Y esto lo entendía muy bien, porque además de ser un hombre de acción, de mil batallas y hechos concretos, también era un hombre constructor de ideas. Conocía el valor y la importancia de la palabra escrita, por ello dedicó parte de su vida a leer libros, a revisar teorías que luego le permitieron estructurar una línea de pensamiento centrada en un ideal de lucha por la independencia de los pueblos de América.
Si revisamos el contenido de la Carta de Jamaica, vamos a encontrar –a nuestro modo de ver- que la misma está estructurada en cuatro partes: una primera parte, donde se analizan los sucesos históricos del todo el continente americano en la lucha por lograr la libertad. Se hace una especie de balance del esfuerzo realizado, particularmente, por los patriotas venezolanos, desde 1810 hasta el año 1815. En una segunda parte, se exponen las causas y las razones que justifican el proceso de independencia y, donde además, se le hace un llamado al resto de los países de Europa para que cooperaran con la obra de liberación de estas repúblicas. En la tercera parte, El Libertador profetiza y argumenta sobre el destino de México, Centroamérica, Argentina, Chile y Perú. Finalmente, culmina con una reflexión que engloba todo su esfuerzo: la necesidad de la unión entre los países latinoamericanos.
A 204 años de la Carta de Jamaica, aprovechemos los ecos de ese llamado que todavía retumba con fuerza por estas tierras. Aprovechemos la oportunidad que nos brinda la historia para defender nuestra dignidad y enrumbar de una vez por todas a nuestra patria por los caminos de la soberanía plena y el bienestar colectivo. Hoy, nuestra patria necesita de hombres y mujeres capaces y dispuestos a enfrentar los retos del presente y del futuro con optimismo para lograr la verdadera justicia social que todos aspiramos alcanzar. El momento es propicio para reflexionar, para hacer un balance de lo se ha hecho y lo que falta por hacer. Ahora más que nunca debemos estar en nuestras trincheras de lucha, mancomunando esfuerzos para defender la patria. Debemos prometerle a los libertadores que aquí estaremos siempre de pie para defender los valores esenciales de la revolución y cumplir con nuestros deberes hasta los límites de la victoria.
La responsabilidad sobre el futuro de nuestro país no es de individualidades, sino de todos. Miremos hacia adelante y marchemos unidos y en paz hacia las llanuras fértiles de la revolución. De allí que el esfuerzo de todos nosotros debe orientarse a consolidar las bases de la revolución bolivariana. El reto lo tenemos planteado, entonces concluyamos la tarea de consolidar esas bases de la verdadera república y ratifiquemos el ideal revolucionario de Bolívar y de Chávez. Terminemos de derrotar a los enemigos internos y externos, y a las fuerzas del oscurantismo que no cesan en su conspiración contra los intereses del pueblo venezolano. Con fuerza y la consigna de "unidad, lucha, batalla y victoria" , profundicemos la revolución para lograr la justicia social, la solidaridad, la igualdad y la libertad; tal como están plasmados en la Constitución Nacional. Asumamos el compromiso revolucionario de profundizar el ideal bolivariano y ante las adversidades no desmayemos; al contrario, sigamos adelante para vencer al igual que lo hizo Bolívar.
Nosotros somos la revolución y así aparezcan fuerzas que quieran impedir hacer realidad la utopía, siempre habrán hombres y mujeres dispuestos a luchar por la libertad y una patria soberana. Los revolucionarios de hoy estamos decididos a ser libres.