¡A pelar pumagases!

Para quienes no la conocen, la pumagas es una fruta cuya “concha” es “roja, rojita”, y de pulpa “blanca, blanquita”, de un blanco muy particular y de un agradable sabor, ligeramente ácido. Como el “rojo, rojito” es el color de la Revolución Bolivariana y el “blanco, blanquito” está indefectiblemente asociado con su archi enemigo, Acción Democrática, esta fruta –cuyo cultivo se observa en regiones cálidas del país– se presta fácilmente para representar al infiltrado en la Revolución; terrible virus político que en varias oportunidades la ha puesto a las puertas de la muerte, y contra el cual aún no existe procedimiento certero para su detección; ni vacuna conocida.

Chávez sabe que este pueblo confía plenamente en él; pero, éste le ha estado señalando continuamente que algunos de quienes lo rodean no son más revolucionarios que Bush; que aunque se vistan de “rojo, rojito” no dejarán de tener el corazón político “blanco, blanquito”, y no por la pureza, sino por los verdaderos fines perversos que buscan; algunos de ellos, convierten cada misión gubernamental en un negocio que redunda en abundantes prebendas personales; otros, son vulgares infiltrados que sólo esperan el momento político oportuno para “desconcharse”; probablemente se descompongan, antes de que aquel llegue.

La posición privilegiada de algunos “pumagases” les permite crear la pirámide de poder que de ello deriva, con una infiltración sucesiva en cada uno de los niveles del ejecutivo, hasta lograr establecer un sólido impedimento en la ejecución de muchos de los planes establecidos por el gobierno; para muestra “el pumagas del Miquilena” que, a pesar de los años de “haber sido pelado”, aún continúa causando daño con el gran número de incondicionales que dejó convenientemente ubicados.

No estoy proponiendo una cacería de brujas, a consecuencia de la cual los mismos “pumagases” a los cuales me refiero son capaces de presentarle pruebas al Presidente de mi presencia en “aquelarres antirrevolucionarios”, porque he “pisado muchos callos” con mis permanentes denuncias –con pruebas; no infundadas– de todo cuanto arriba he señalado; sin embargo, el poder oculto dentro de la Revolución ha sido lo bastante poderoso para mantenerlos impertérritos en sus cargos.

Si bien apruebo la necesidad de defender esta Revolución contra todo aquel que ha mostrado una abierta repulsión a ella, hasta el extremo de producirle daño al país creyendo que se lo hace a Chávez, y que la famosa lista de Tascón constituyó un importante elemento de defensa –que se requirió en el momento–, bien pudiera reconsiderarse algunos casos especiales.

Conozco brillantes profesionales recién graduados que no han podido ejercer profesionalmente en el gobierno a causa de esa lista; pero, es necesario tener en cuenta que muchos de ellos fueron objeto de chantaje, por parte de quienes le cubrían los gastos de estudio, para que firmaran el referendo revocatorio. Contradictorio resulta protegerse de quien se considera adversario descubierto, mientras se muestra total vulnerabilidad contra el encubierto; el enemigo con el cual se “duerme políticamente”.

Un caso muy particular lo constituye un colega, brillante en el ejercicio de su profesión, con una larga experiencia en proyectos de gran envergadura, comprometido con este proceso –sin necesidad de carnetizar su condición revolucionaria–, que defiende los bienes del estado más que los propios (que tampoco son muchos), que no encontrándole motivos para negarle un cargo en una empresa estatal –porque ni siquiera estaba en la lista de Tascón–, lo acusaron de haber firmado el revocatorio contra los diputados a la Asamblea Nacional por el estado Mérida: ¡Nunca existió una solicitud de revocatorio contra estos diputados!

¿Por qué se le negó el ingreso a este proyecto, considerado de prioridad para el estado? ¡Obviamente no podían admitir a una persona precedida de tan “mala fama”! Es mejor contratar a alguien de menor capacidad profesional y mayor habilidad para los negocios, que no vaya a perturbar la “paz laboral” pretendiendo recordar a cada momento la obligación moral del empleado público para con la patria y la necesidad de crear un frente de cambio radical a favor del país en cada una de las actividades que se lleven a cabo. Con estos “pumagases” dentro de las empresas estratégicas, la revolución y el país continúan peligrando.

Las Misiones son una demostración abierta del recurso extremo al cual Chávez debió recurrir, para obviar el sabotaje que le siguen produciendo “los pumagases” de la administración pública. No se quiere decir que todos los adversarios políticos de Chávez que trabajan en ella obstaculizan su gestión, porque muchos de ellos se dedican con más ahínco al trabajo asignado, que algunos que presumen de luchar por la Revolución, mientras actúan ocasionándole más daño que quienes se oponen abiertamente a ella.

Ahora que muchas presiones políticas internas han cedido ante el contundente triunfo electoral, el Presidente podrá revisar los informes presentados por quienes evalúan secretamente la gestión de algunos “revolucionarios”, y descubrir como lo han estado engañando; entonces podrá “pelarlos” sin ninguna dificultad; dándole un nuevo impulso a este proceso y permitiendo que quienes se sienten abiertamente comprometidos puedan contribuir más eficientemente, sin los obstáculos interpuestos por los “pumagases” que sabiéndose descubiertos por aquellos los atacan sin clemencia con el único objetivo de pretender anularlos en sus campos de acción.


luiserangel@hotmail.com


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Luis E. Rangel M.


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