Aún no ha tomado posesión de su nuevo mandato constitucional el presidente Chávez y no hay tregua. Tal como lo anunciamos, el remanso aparente de tranquilidad que la categórica victoria electoral más el consumo de caña y cursilería pareja de estos días trajo, duraría poco. Tal como lo veo la razón es simple, no estamos frente a una oposición política clásica, la Revolución Bolivariana enfrenta una oposición sin alma ni espíritu, sin voluntad propia, monitoreada, nariceada y mandada desde los centros de poder del imperio estadounidense.
Al momento de garabatear estas líneas, Venezuela es el problema más agudo de los EE.UU. en la América Latina según el gobierno gringo. Cuando Chávez transformó la revolución política en revolución social y económica activó todas las alarmas del imperio. No sólo ha creado un sistema de salud, educativo y social que amenaza los intereses de los EE.UU. en la región sino que asoma como tarea la construcción de un socialismo del siglo XXI que poco a poco está siendo aceptado por el pueblo más allá de los años y años de propaganda antisocialista.
Como resultado de ello se ha desencadenado una brutal campaña de hostilidad contra la Revolución Bolivariana que va desde acusarla de complicidad con los movimientos insurgentes de América Latina, hasta protección de movimientos terroristas árabes en territorio venezolano. Desde el mismo momento en que las acciones del gobierno bolivariano dieron muestra de no ser pura palabrería, todo el poder de los EE.UU. se puso en marcha activando grupos de conspiradores en el territorio nacional así como su poderoso aparato propagandístico mundial.
Venezuela es presentada como un peligro contra la seguridad nacional de los EE.UU. ¿Qué dicen los hechos? La Revolución Bolivariana es una revolución democrática –auténticamente democrática-, y pacífica, eso no lo puede negar nadie. En modo alguno tiene pretensiones intervencionistas en ningún país de América, mucho menos puede representar un peligro para la seguridad del coloso militar. Cuanto más se ha empeñado los EE.UU. por activar sus conspiradores en la oligarquía criolla, más se ha visto forzada la revolución a tomar medidas de protección, como por ejemplo el control de divisas, activado cuando la sangría orquestada de las reservas internacionales amenazaban con quebrar la economía del país. Las afirmaciones constantes en los últimos años del “comunismo” de Chávez se han estrellado contra una práctica económica que no ha tocado lo esencial de la economía capitalista, más aún, es una especie de predicción que contribuye a su propio cumplimiento.
La Revolución Bolivariana ha recibido por años una descomunal saturación de denuncias que han generado en el pueblo venezolano resistencia a la mentira mediática. Cuando hoy sale un Marcel Granier denunciando amenazas contra la libertad de expresión, o un Teodoro Petkoff hablando de “desplazamiento de Chávez hacia un totalitarismo light”, la gente monta la cinta sobre una original, repetido por años, según el cual Chávez estaba “masacrando la libertad de expresión” (Marcel Granier dixit), o “se quitó la careta el teniente coronel dictador y asesino de Miraflores” (Teodoro dixit). ¿Resultado? Que como en el cuento del lobo han estado año tras año diciendo barbaridades, utilizando con desafuero el idioma, al punto que nada que hoy digan logra alarmar a nadie. En el pecado llevan la penitencia. Han inoculado por años tanta mentira que el cuerpo social se ha hecho resistente. Hay sí, un sector que se alimenta de la sopita de alacrán diaria, ese no será más peligroso si se toman las medidas revolucionarias que deben tomarse que si no se toman. Todo cuanto puedan decir y hacer ya lo han hecho sin haber dado la revolución motivos reales.
Como prueba adicional de la desviación autoritaria y comunista de Chávez los EE.UU y sus lacayos criollos muestran los cuatro millones de adherentes a sus denuncias plasmados en los votos del 3-D. Que este sector exista es lo más natural del mundo. Cuando la revolución se fue transformando de revolución política en revolución social, fue lógico que los miembros de las clases altas y medias se sintieran amenazados económica y socialmente y pasaran a la oposición más abierta. Resulta evidente que una redistribución democrática y auténtica del ingreso afectaría en primer lugar a los eternos beneficiarios de esos ingresos. El descaro de esta oposición es tal que, a pesar de la contundente victoria, la mayoría debe concederle garantías a ver si de algún modo se gana el reconocimiento de una minoría tan selecta, que es “mayoría” de hecho. Basta ver el desplazamiento al monte de la cabra por sus últimas romerías televisivas para darse cuenta que siguen sin aceptarse como tal minoría. Cada vez es más recurrente el viejo recurso del llamado a fraude que algún día demostrarán. Los gurúes lo señalan en los templos audiovisuales y la masa disociada se lo cree.
El año que comienza anuncia más de lo mismo. No ha concluido aún este aire consumista de la Navidad con su sobrecarga de whisky y alegría artificiosa cuando ya han soltado los perros tras la presa. Este año se disponen a explotar temas estrella: La Educación, con la Iglesia poniendo toda la carne en el asador; la reforma constitucional llevando a límites inauditos las exigencias, como por ejemplo, reclamando retrocesos en la actual constitución bolivariana. Todo ello bien condimentado desde los medios, nacionales e internacionales, hasta conducir de nuevo al país al borde de lo que desean: la ingobernabilidad, la desestabilización y el golpe de Estado. Una vez más se equivocarán, ¡no pasarán!, los de afuera…y ¡no volverán!, los de adentro, no pasará porque una vez más se enfrentarán a un pueblo cada día más consciente. ¡Que nadie crea que el caballito regalo de Troya es un regalo bonito! ¡Hay que jorungarle el vientre!