Mujer ejemplar, valiente, aguerrida, que nada ni nadie doblegó pese a la misoginia, a la brutalidad, de los epítetos y las amenazas de una oposición sin principios ni moral. Esa dama es Tibisay Lucena, ex presidenta del Consejo Nacional Electoral, CNE, a quien por órdenes del Departamento de Estado de Estados Unidos fue agredida por las y los apátridas.
La características de la agresión es que fueron proferidas por "hombres de la oposición" como Henry Ramos Allup, Henrique Capriles Julio Borges y todo aquel opositor que no obtuviera el favor popular en elecciones. La acusaron de preparar fraude, de manipular datos y de toda clase de artimaña. "Acta mata voto" era la práctica en la cuarta república, y quienes practicaron este robo de votos pretendieron proyectar en otras y otros este delito electoral.
Capriles y Borges soñaron con verla en la cárcel: "saldrá del CNE con los ganchos puestos", vociferaron los fascistas, cuyos delitos abarcan desde violación de derechos humanos, robo, organización de actos terroristas, entre otros hechos delictivos.
Tibisay Lucena y su equipo le dio trasparencia y participación a un ente que arrastró vicios, le dio participación directa al pueblo y dio resultados de los comicios en tiempo oportuno. De esto también la acusan los apátridas.
Se burlaron de su estado de salud y muchas veces anunciaron su deceso, pero la voluntad de servir a su pueblo pudo más que los malos deseos. Ahí la vemos, entregando un CNE a la altura de la moral y la ética, mientras que otras y otros no pueden exhibir lo mismo.
Tibisay Lucena es dignidad y valentía a toda prueba.
