La pobreza en alza y los ricos, más ricos

Cuando el Presidente Hugo Chávez repetía con ardor la frase "unidad, lucha, batalla y victoria", no solo se refería a la situación interna de Venezuela, aunque ésta fuese obviamente lo primero, sino también a la del subcontinente, a América Latina y el Caribe, y al Sur en general.

Para él, sólo mediante una visión estratégica compartida, nutrida de la complementariedad cultural, económica, productiva, científica y militar, y con mecanismos expeditos y eficaces para un intercambio comercial justo, sería posible alcanzar y mantener el avance de nuestros pueblos del Sur, al margen del hegemón que durante siglos y aun actualmente, nos sigue considerando su patio trasero.

Por eso Chávez impulsó la creación de la UNASUR, de la CELAC, de la ALBA, como organizaciones para el rescate de la dignidad regional, pensadas al calor de un nuevo modelo de integración, basado en la defensa de amplios intereses comunes, en la unidad y cooperación efectiva entre las naciones, en el contexto de un mundo multipolar y por tanto más justo.

En el informe más reciente de la CEPAL (15/07/20), la organización estima que la pandemia ocasionada por la covid-19, a través de sus efectos negativos en variables como el turismo, el desempleo y los precios de los productos básicos de exportación, reducirá en promedio el PIB de los países de América Latina y el Caribe en 9,1% en el año en curso, con disminuciones de 9,4% en Sudamérica; 8,4% en Centroamérica y México; y 7,9% en el Caribe con exclusión de Guyana, donde se prevé más bien un alto repunte (44,3%). Las cifras negativas fluctúan entre 2,3% en Paraguay y 26% en nuestro país, cuya hiperinflación rompe el esquema dominante de inflación interanual menor de 3%, que ocurre en 24 países de la región.

Con base en una muestra de 18 países, que nos incluye, la CEPAL prevé un aumento promedio en la región de 11 a 15,5% en la pobreza extrema y de 30,2 a 37,3% en la pobreza en general, cuando se comparen los años 2019 y 2020. Las mayores fracciones de la última variable corresponderían a Argentina (10,8%), Perú (9,3%), Brasil (7,7%), México (7,6%) y Ecuador (7,0%). Globalmente, con la caída esperada del PIB y el aumento del desempleo, para el año en curso se estima un incremento de 67 a 96 millones de las personas en pobreza extrema, y de 118 a 135 millones en pobreza, con notable disminución de las fracciones correspondientes a las clases medias.

Las cifras mostradas en el citado estudio evidencian la necesidad urgente de medidas paliativas mientras se reactivan los aparatos productivos de las naciones, que incluyen algunas ya rutinarias en Venezuela, como son el pago de bonificaciones y el suministro de alimentos subsidiados por el Estado a los estratos sociales medios y bajos, que sospechosamente la CEPAL omite, al tiempo que recomienda gestionar el auxilio de los organismos financieros internacionales, es decir del FMI. Para los gobiernos de derecha de varios países latinoamericanos esa es la vía usual, que los obliga a la aplicación de estrictas políticas neoliberales en detrimento de los pueblos, en un círculo vicioso que incrementa su dependencia de los centros de poder mundial sin resolver los problemas estructurales de fondo.

En varios foros internacionales, incluyendo la reunión cumbre del Movimiento de Países No Alineados en septiembre de 2006, Chávez propuso la creación del Banco del Sur. Una iniciativa dirigida precisamente al soporte financiero de proyectos de desarrollo y a la atención de emergencias y crisis fiscales, basada en la conjunción de reservas y aportes nacionales, de manera que los países pudieran tener acceso a recursos sin tener que recurrir a la banca privada y a los entes internacionales que, como el FMI, someten las economías locales al arbitrio de tecnócratas acordes con las políticas de Washington, en desmedro de la soberanía y el bienestar de la gente.

Lamentablemente la propuesta de Chávez continúa postergada, porque al igual que en tiempos de Bolívar, el Libertador de cinco naciones y precursor de la unidad sudamericana, los intereses de las oligarquías locales aliadas a su tutor del norte prefieren la sumisión frente a los riesgos que supone el ejercicio de la dignidad, la libertad y la soberanía. Sin duda el Banco del Sur sería una herramienta muy importante para superar el desastre económico que dejará la pandemia en nuestros países, incrementando las brechas sociales. ¿Será posible que los efectos de la covid-19 obliguen a nuestros pueblos a organizarnos mejor para depender más de nuestros propios recursos? Si así fuera, habríamos logrado algo positivo en medio de tanta tragedia que está dejando el coronavirus.

Cuando el hegemón muestra cada día sus lados más tenebrosos y los perritos falderos se multiplican, urge concretar la utopía de Chávez reafirmando las organizaciones de integración creadas bajo su influjo. Es hora de otra sacudida.

 



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Camilo Palmares

Profesor universitario.

 camilopalmares@yahoo.com

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