Los líderes del chavismo-madurismo deberían evitar el uso de prácticas típicas de la cuarta república, que quienes votamos siempre por la izquierda identificábamos con los adecos. En ese partido había militantes que ante determinadas circunstancias no avalaban las decisiones tomadas desde arriba, desde el "cogollo", pero simplemente eran aplastados por las instancias regionales o nacionales de la organización, de la misma forma que en el congreso, sus diputados y senadores aplicaban la "aplanadora" contra sus adversarios (incluso de derecha), gracias al poder de su "maquinaria", independientemente de la validez y pertinencia de los argumentos planteados. Entonces se hablaba del caudillismo adeco.
Ya vivimos la experiencia del MAS, grupo de izquierda que surgió de una escisión del PCV, que pretendió convertirse en un partido de masas capaz de competir electoralmente con AD y Copei, pero que copió tanto los métodos adecos, que terminó mimetizándose hasta el punto de la coincidencia ideológica. Alguien diría que "les salió el adeco que llevaban dentro".
Ahora resulta que, dentro del PSUV, la corriente que lidera Maduro enfila sus ataques más fuertes contra un sector de la izquierda, manifiestamente chavista pero que osó expresar diferencias tácticas sobre la gestión de gobierno, que contra la derecha golpista ladrona de CITGO y Monómeros. La misma que propicia una invasión militar gringa directa o mercenaria y que, no obstante, disfruta de plena libertad para continuar conspirando.
Inexplicable temor frente a las próximas elecciones legislativas, si consideramos el escaso aporte de algunos de los partidos, ahora llamados "divisionistas", en los dos últimos eventos presidenciales, según los datos disponibles en la página web del CNE. Los votos sumados del PCV y PPT sólo alcanzaron 3% en 2018 y 4,8% en 2012, mientras que la votación del PSUV representó respectivamente 57,3 y 42,9%.
¿A qué le teme la dirigencia del PSUV? ¿A tener que negociar en la asamblea con algunos diputados incómodos de izquierda que no comulgan con el "tubo" impuesto desde la cúpula madurista? ¿Acaso no es precisamente la ausencia de debate interno en el seno del Polo Patriótico, previo a la toma de decisiones, lo que ha llevado a algunos dirigentes a tratar de recuperar espacios propios, independientes, de sus organizaciones de origen? ¿Y en el seno del partido gobernante, acaso se ignora que tal comportamiento también responde a la incesante rotación de las mismas caras del PSUV en diferentes cargos importantes a pesar de sus errores, como si no hubiese gente capacitada en otras toldas políticas (y hasta en el mismo PSUV), que parecen útiles sólo para la foto electoral unitaria?
La reciente y breve discusión acerca de la Ley Antibloqueo, presentada por el presidente y aprobada por la ANC en poco más de una semana, provocó situaciones que recuerdan la tristemente célebre aplanadora adeca. Ninguno de los críticos de la ley objetó su pertinencia; antes bien, al menos una reclamó su retardo, dado que la misma pudo haberse planteado desde hace mucho tiempo, cuando los efectos del bloqueo empezaban a maniatar al gobierno, imposibilitando transacciones comerciales vitales e incrementando su costo por el rodeo que implica evadir las medidas unilaterales impuestas por Trump.
Algunas observaciones alertaban sobre los riesgos de la discrecionalidad y secretismo implícitos en la redacción del texto, o sobre posibles infracciones de la Carta Magna, mientras que otras planteaban dudas acerca de la eficacia de medidas que parece tienden a favorecer más a las empresas transnacionales que a la gente. En todo caso, eran propuestas para la discusión y eventual modificación del texto en la versión que circuló públicamente.
Pero la respuesta fue desproporcionada, incluyendo hasta trabas para el acceso de algunos de los diputados críticos a la sesión de la ANC, porque allí todo debe aprobarse por unanimidad, aunque no se aclare el número de votantes. El tubo es inviolable. Se llegó al extremo de descalificar con burlas a personas respetables, incluyendo algunas a quienes el gobierno ha pedido apoyo y asesoría en otras ocasiones, tildándolas ahora de "exquisitas" y hasta de ignorantes que requieren nociones básicas, un kindergarten pues, de formación constitucional.
Ahora no sé en cuál espejo se miraba el presidente cuando hace pocos días aludió a los irreverentes militantes de izquierda, calificándolos de narcisos.