El anuncio desprivatizador del Presidente Chávez en el acto de juramentación de su equipo de gobierno, nos trajo a la memoria aquellos años en que en este país se pretendía privatizar todo. Sesudos economistas –varios de ellos hoy en el gobierno- o se sumaron a la moda impuesta por el Fondo Monetario Internacional o se quedaron mudos, que fue una manera más cómoda de sumarse a las recetas de ese organismo.
En Nueva Esparta, por ejemplo, les dio por privatizar el sistema eléctrico. De repente se inventaron que era muy difícil cambiar los bombillos de las calles, hacerle mantenimiento al cableado, cobrar el servicio a los usuarios, quemar aparatos eléctricos con los apagones; y concluyeron que era justo entregarle el servicio a una empresa de capital extranjero, con accionistas y gerentes de nombres enredados y que fuesen especialistas en subir el valor de las tarifas.
Muy pocas voces criticamos tal acción privatizadora, la mayoría se entretuvo en el debate de quién iba a ser el beneficiario de la privatización: la empresa apañada por el desaparecido Fucho Tovar, gobernador en esa época, o la que nos quería imponer el perro Pastor.
Ni siquiera encumbrados académicos, especialistas en asuntos económicos, ex guerrilleros, ex combatientes contra el perezjimenismo, dijeron pío contra el acto privatizador. Nos vimos tan solitarios en nuestro rechazo a la aparición de Seneca (empresa que pasó a monopolizar el servicio electrico en Nueva Esparta), que llegamos a pensar que tal postura era producto del embochinchamiento antiprivatizador aprendido en el PCV.
Con el tiempo la empresa monopólica ha hecho de las suyas con el servicio, las tarifas, el alumbrado público, los medidores y sus velocidades, los apagones y sus consecuencias. Ha actuado como toda empresa privada que se respete dentro del capitalismo salvaje: sólo importa el enriquecimiento de los dueños.
En alguna oportunidad desde organizaciones vecinales y una de las presidencias de Megane se intentó ponerle coto a los abusos y hasta se recogieron firmas para un posible referéndum para que la gente decidiera si se le quitaba la concesión a Seneca o no.
El resultado fue que a ese Presidente de Megane lo rasparon del cargo, Seneca brindó de lo lindo y los vecinos recogefirmas se quedaron con los ojos en blanco. Ah, y los hoy parlamentarios nacionales del socialismo del siglo XXI (por Nueva Esparta), entonces ciudadanos comunes, pero con voz, capacidad para escribir y condiciones para protestar se quedaron mudos, a mi modo de ver como cómplices de Seneca por aquello de quien calla otorga.
A lo largo del tiempo han aparecido protestas, “pintas”, declaraciones de prensa, artículos, consignas, hasta el incendio de una oficina que han expresado el rechazo a Seneca. Y se ha hablado de referéndum para acabar con ese monopolio. Reconocemos que no con la suficiente fuerza ni la requerida perseverancia, pero es que nuestros dirigentes, por ejemplo, esos que hoy están en la Asamblea Nacional a nombre del socialismo del siglo XXI, jamás abrieron la boca contra la empresa.
Ahora Chávez puso el dedo en la llaga; y seguro que estos diputados saldrán en carrerita en apoyarlo. ¿Por qué no lo hicieron antes?
De todas formas, creo que a Seneca le llegó la hora. Vamos a colocar nuestro granito de arena para que sea pronto.
salima36@cantv.net