El peligroso ejemplo que enfrenta en América Latina es el de la Revolución Bolivariana y el proceso del ALBA. El avance en la recuperación de tierras; las últimas nacionalizaciones; la recuperación de algunas empresas quebradas por sus patronos puestas a producir por los trabajadores como unidades de producción socialista; el avance, aunque parcial, en la resolución de algunos de los muchos contratos colectivos pendientes de discusión y, el intercambio comercial solidario entre los países del ALBA, a pesar de las imperfecciones y deformaciones que tenga, es una alternativa al comercio imperialista que el imperialismo no va a permitir sin resistir .
Con este golpe en Honduras, ha comenzado un nuevo ataque a estos proyectos de independencia bolivariana que en algunos de los países se ha declarado de transición al socialismo. Un ataque que la oligarquía criolla aplaude aquí.
Al mismo tiempo la aceleración que pretende imprimirle, según sus palabras, el presidente Chávez al proceso de transición, hace temblar las estructuras burocráticas de un Estado burgués, completamente en crisis y feudalizado. Y la burocracia emergente desarrolla su instinto de conservación y de defensa de los privilegios adquiridos en los diez años de proceso revolucionario.
Allí hay un foco de tensión y de lucha de clases: el principal. Además de la corrupción y manipulación de los proyectos y la ineficiencia en la solución a los problemas populares más urgentes, se le suma el surgimiento de una nueva burguesía, todavía en germen, al calor de los negocios con el Estado. No faltan los empresarios bolivarianos defensores del socialismo del Siglo XXI, que están haciendo negocios multimillonarios, disputando la renta petrolera. Participando de ese reparto entre esa burocracia y la nueva boliburguesía no están exentos sectores militares, tanto en actividad como retirados.
Por lo tanto en su intento de avanzar a paso más rápido y decidido la revolución enfrenta dos enemigos poderosos. La oligarquía tradicional venezolana aliada incondicional del imperialismo yanqui y la burocracia aliada al nuevo sector burgués que está desarrollándose al calor de los negocios con una revolución que pretende avanzar al socialismo de manera gradual y en medio de un país con una economía capitalista.
Para profundizar la revolución hay que atacar dos frentes simultáneamente.
En nombre del enfrentamiento a la oligarquía tradicional cuya vanguardia son los medios de comunicación privados, no puede dejar de disputarse con el enemigo interno: la burocracia y la boliburguesía corruptas. La batalla es simultánea.
En primer lugar es necesario un ataque decidido contra los medios golpistas. Una vez más en Honduras se probó la importancia de la llamada guerra mediática. Es imprescindible terminar con la Ley del espacio radio eléctrico que sigue beneficiando un criterio burgués e imperialista de la llamada libertad de prensa, para que pueda ser usado por los movimientos sociales y las corrientes políticas del proceso. Igualmente, en la disputa política con la derecha tradicional, no se puede seguir permitiendo la impunidad que ha reinado hasta ahora para sus dirigentes, muchos de los cuales fueron responsables políticos del golpe de abril y del paro sabotaje y siguen haciendo política. En este sentido un primer paso es la campaña contra Gobovisión por violación de los derechos humanos que están llevando adelante la asociación de Abogados Bolivarianos y diversos movimientos sociales y medios alternativos como Aporrea. Necesarias son las medidas económicas que limiten el enorme poder económico que este sector todavía maneja. Y la revisión de los perdones a los golpistas hasta terminar con la impunidad.
En segundo lugar, la pelea con la burocracia del proceso. Esta es la más difícil, ya que no hay una identificación clara de los sectores en pugna directamente dentro de la estructura de gobierno y del proceso. Pero podemos intentar una primera caracterización de quienes son los sectores que enfrentamos. Ellos son los que se resisten a cambiar en tres aspectos fundamentales: el político, el económico, el militar.
En el terreno político son: los que intentan reproducir con nuevo nombre la institucionalidad política de la IV República. Eliminando los avances en la participación de los trabajadores y el pueblo revolucionario. E impidiendo un desarrollo democrático al interior del PSUV, para mantenerlo como una simple máquina electoral con método clientelar. En este caso, la importancia de desarrollar una participación democrática lo más directa posible en las políticas de Estado se basa en el desarrollo de Consejos de trabajadores y de los movimientos sociales que en conjunto con el presidente Chávez, hagan las propuestas centrales y tomen las decisiones.
En el terreno económico son: a) los que para mantener sus privilegios se niegan a transformar las relaciones de producción existentes, fortaleciendo un modelo de capitalismo de Estado, con conducción piramidal, una gerencia tradicional, en la que le niegan todo derecho de participación y control a los trabajadores. Este es el caso de la resistencia que oponen estos sectores a las transformaciones propuestas por los trabajadores de las industrias básicas de Guayana y el de la gerencia de Corpoelec, para dar solo dos ejemplos. Y, b) los que frenan el avance a medidas de fondo como la nacionalización de toda la banca, las ramas estratégicas de la producción como es el caso de alimentos y de todo el comercio exterior. También se oponen al control de los libros de las empresas privadas para evitar que siga el proceso de enormes ganancias desproporcionadas, fijándoles un límite estricto al sector burgués que nació al calor de los negocios con el Estado.
En el terreno militar: es innegable que las reformas actuales son positivas y han limitado enormemente la influencia del imperialismo y la oligarquía dentro de las fuerzas armadas. Pero solo lo han limitado, no quiere decir que haya desaparecido. El instrumento de los mecanismos internos de promociones y el económico de que militares en actividad de alto rango forman parte orgánica de las gerencias y presidencias de las industrias y servicios del Estado, representan un verdadero peligro. Aquí el tema del pueblo revolucionario en armas, muchas veces sostenido por el presidente Chávez, es fundamental para asegurar la defensa de la revolución y el enfrentamiento al fenómeno del paramilitarismo extranjero o nacional y del sicariato. Es una tarea de primer orden del pueblo revolucionario integrarse y ayudar al desarrollo de la Milicia Nacional Bolivariana.
La batalla de las ideas
Donde el enfrentamiento con La burocracia se da de manera concentrada es en el terreno ideológico. Esta batalla tendrá un escenario privilegiado en los próximos meses: el Congreso del PSUV.
Aquí sólo abordaremos brevemente uno de los temas centrales. Por cuál socialismo luchamos. El nombre de Socialismo del Siglo XXI, todavía es una etiqueta que llena muchos envases con distinto contenido. La burocracia, como sector estructurado, reaccionario dentro del proceso, no es solo una unidad económica o política; ha ido construyendo también una ideología, es decir un sistema articulado de ideas para presentarlas como las claves del socialismo que debemos construir. Es notable la enorme similitud que esta propuesta ideológica tiene con el modelo fracasado de la ex Unión Soviética. Esta similitud está en tres definiciones que repiten sus voceros orgánicos incansablemente. En primer lugar la necesidad de un plan central pero sin participación democrática de los trabajadores, ni las comunidades, a través de sus organizaciones, sino diseñado por tecnócratas desde arriba. En segundo término, el ataque sistemático a la autonomía de los sindicatos, negándoles su rol histórico de organismo de defensa de los intereses de los trabajadores, sobre todo en una transición como esta, donde domina la economía capitalista y proponiéndolos como apéndices del Estado. Y en tercer lugar, el mantenimiento de las relaciones sociales de producción existentes, es decir, la actual división social del trabajo entre los que mandan y los que obedecen, entre los que dirigen y los que hacen.
Nosotros luchamos por otro socialismo, sus formas acabadas debemos construirlas sobre la base de las experiencias históricas, aprendiendo de sus errores, inventando, creando. Pero el socialismo por el que luchamos se mide por el avance en el cambio de esas relaciones de producción, por la participación democrática y directa de los trabajadores y las comunidades en la elaboración del plan, con sus organizaciones y por la autonomía de las organizaciones obreras y populares para luchar por sus derechos. El debate está abierto, hay que llevarlo a todo el pueblo revolucionario en especial a los militantes del PSUV y al congreso del partido.