Entre trancazos, cornetazos, cacerolazos y firmazos que siempre desembocan en platanazo, la patética coordinadora, luego de una tormenta de “ideas” que la dejó exhausta, ha informado que el proceso que conducirá al referéndum revocatorio lo han bautizado “revocomanía”. Componer palabras con el vocablo “manía” es propio de la farándula. Y es justamente ese irrefrenable sifrinismo farandulero, la banalización de la política, la superficialidad y el simplismo lo que ha llevado a la oposición de derrota en derrota por la calle de la amargura y la histeria. Ahí están.
Ahora se declaran maníacos (o sea, enajenados, obsesos) pero se enardecen si les dicen que el otro los tiene locos. Ledezma y Cova –un par de dos, si los hay- anunciaron al mundo el novísimo nombre de la nueva manía. Como un hallazgo lingüístico, este dúo de filólogos lanzó lo de “revocamanía”, esto es, manía revocatoria.
Vienen de otras fallidas pepomanías: el trancazo, el consultivo, la insania mental, el firmazo, la batalla final, el vamos por ti, el vete ya, fuera ya, renuncia ya. Ya va, aguanten un pelo. No se atreven a decir: “Chávez tenía razón, el camino es el revocatorio”. Esgrimen esta salida constitucional, pacífica y electoral como propia, luego de fracasar estruendosamente por los atajos desesperados y criminales del golpe militar y el sabotaje petrolero. Sin embargo, es bueno que tomen y respeten el camino de la legalidad, así sea por manía y se cojan los créditos.
El referendo revocatorio es una conquista del pueblo soberano erigido en poder constituyente. Con los otros referenda (consultivo, abrogatorio, derogatorio) son los medios para hacer real y efectiva la democracia participativa y protagónica, es decir, el poder popular. El líder del proceso constituyente que puso en manos del soberano la capacidad de decisión en los destinos del país se llama –qué vaina- Hugo Chávez Frías.
La “revocamanía” lo que busca es banalizar, chotear, el profundo contenido de la revocación del mandato. La oposición sigue pues en su irresponsable sábado sensacional político. En términos de la vecina, una manía no es otra cosa que una pepera. Cuando ésta les pasa y se dan de narices contra una nueva derrota, retroceden del estado maníaco al depresivo. Luego vienen los dueños de los medios y para sacarlos de la depresión perniciosa, les inventan y venden otra manía, otra pepera. En ese círculo vicioso maníaco depresivo, un día volverán a la realidad y se darán cuenta de que se hallan en pleno 2021. ¡Merde!, dirán los más galicados, ya sin edad para nuevas peperas.
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