EL BENEMÉRITO
Dramático testimonio de un infiltrado en una reunión (realizada en un bunker secreto a 100 metros bajo tierra), quien tuvo que arriesgar su propia vida burlando anillos de seguridad nacionales y extranjeros, además de furiosos colectivos armados hasta los dientes.
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«Camaradas y camarados…» saludó muy circunspecto el Benemérito a los elegidos.
Como cosa rara el Benemérito no bailó con su primera dama como era la costumbre antes de iniciar una reunión, como para mostrar que aun eran un gobierno feliz a pesar de las agresiones del imperio.
Una calma tensa flotaba en el aire y que parecía que iba a romperse de un momento a otro. Oscuras inquietudes encogían el corazón de los cooptados; más de uno palpó su billetera instintivamente, como en un gesto de confirmación de que todo estaba bien y que todavía estaban en el poder.
Habló el Benemérito:
«Según nos dicen los astros, los augures y las encuestas, la cosa se está poniendo pelua,… y oscura, pero no porque descuidamos el sistema eléctrico, ni porque matamos la gallina de los huevos de oro, o porque los votos no tienen agua, ni transporte público, ni medicinas, o porque están muriendo de hambre y de covit… está escrito en los tiempos, estamos perdiendo el poder»
La voz del mandatario sonaba preocupada; el sobresalto fue unánime; se oyeron algunos lamentos.
─ ¡Ave María Purísima!
─ ¡Esto se lo llevó quien lo trajo!, dijo uno.
─ ¡Sálvese quien pueda! Yo me voy a Turquía, masculló otro.
Y continuó hablando el Benemérito:
«Por los mensajes que estamos recibiendo, el pueblo ahora quiere votar y esto es muy malo para nosotros, pero…»
Fue interrumpido de nuevo por súplicas nerviosas.
─ ¡El pueblo nos va a castigar! y no he terminado de pagar una de mis cinco camionetas 4x4,
─ ¡Que Baltasar Porras nos agarre confesados!
─ ¡Por Dios! Benemérito, ¡Invente algo… ¡
«Pero,… estaba por decirles, camaradas, que no todo está perdido» dijo, mientras se acariciaba los bigotes.
«Vamos primero a bajarle el copete, no al pícaro de Donald Trump con quien siempre estamos buscando buenas relaciones, sino a los pedigüeños trabajadores que se han venido alzando y exigiendo la discusión de las convenciones colectivas. Ya les aprobé el decreto 2792 para que cogieran mínimo… Ese realero que piden los pedigüeños lo necesitamos nosotros para enfrentar la guerra económica, es decir, para financiar nuestra permanencia en el poder y garantizar la vida que nos hemos venido dando… »
Ante estas palabras hubo reacciones de euforia.
─ ¡Así! ¡Así! ¡Así es que se gobierna!
─ ¡Larga vida al Rey! ─bramó una voz.
─ ¡Te queremos Benemérito!
El Benemérito (amo y señor de todos los poderes) continuó con su discurso.
«Y no solo eso camaradas y camarados; ya tenemos lista la Ley Antibloqueo para compensar el revolcón que los cabeza caliente y la "mesita" nos van a dar en diciembre. Con esa ley, aunque no vamos a parar el bloqueo de Donald ─quien no quiere entender que somos hermanos en capitalismo─, al menos podremos bloquear a nuestro antojo a la AN y a la propia Constitución».
─ ¡Viva el Benemérito! Gritó alguien desde algún rincón de aquel bunker bajo tierra.
─ ¡Sí, que viva!, hasta el 2050 y más allá.
─ ¡Abajo la Constitución! ¡Que la ANC nos dure para siempre!
« Ahora sí, vamos a bailar» fueron las últimas palabras de su retórica, apenas audibles entre los pegajosos acordes de cumbia sampoesana y la destemplada gritería del oportunismo.