El sujeto individualista versus el sujeto colectivo

"El hombre no es sólo una individualidad biológica, sino una individualidad social"

(Fernando de Azevedo).

El hombre como máxima expresión de la creación divina, según los relatos bíblicos, se distingue de los demás animales por la inusitada riqueza de su sistema nervioso que viene a ser un determinante condicionante para su desenvolvimiento psíquico. Este cuadro psíquico lo encuadra en sus muchos tipos y grados con una capacidad susceptible de perfeccionamiento que lo reconduce con ese poder mental, lo cultiva y lo orienta, resultando o haciendo del hombre un animal social. Es bueno observar, mi apreciado público lector, que entre este gran proceso de interdependencia general de todos los sujetos sociales; y ese engranaje de interacción de solidaridad de facto que los ata y los separa; los une más que lo que los separa. En este caso, no podríamos hablar de un total divorcio del ser individualista con respecto al ser colectivo; considero que deberá existir un equilibrio entre ambos sujetos. No deberá mirarse lo individual como el elemento ermitaño, asceta o cenobita; ni al colectivo como una desgracia del infierno. El hombre como ser inteligente debe tener conciencia del "Nos".

En este orden de ideas, Aristóteles decía: -"el hombre es un ser social por naturaleza"-. Lo que se interpreta que ninguna criatura desde que viene al mundo hasta alcanzar su madurez, atraviesa una etapa de flaqueza en su desarrollo infantil y adolescencia; y que requiere de tantos cuidados, como el ser humano. Desde el mismo momento que empieza a ser amamantado por su progenitora, ya se inicia en ese proceso de socialización, que es movido o motivado por una necesidad de orden fisiológico: alimentación. Desde mi punto de vista, todos estos elementos lo hacen disímil del resto de los animales. Estos últimos, van adaptándose a su sobrevivencia, verbigracia, el venadito nace erecto, aunque tambaleando entre sus patas; sin embargo, va alcanzando progresivamente su consolidado deambular. El niño tiene que pasar por un proceso más tardío para empezar a dar los primeros pininos. El proceso de socialización del ser humano con el resto de sus semejantes, va consolidándose y perpetuándose en la medida que las ideas, tradiciones, hábitos, y sentimientos; definan a los sujetos en un comportamiento y quehacer colectivo.

Ahora bien, el sujeto individualista no puede pensar que él está solo en el mundo, que no dependerá de nadie, ni de ninguna otra persona para satisfacer sus necesidades, bien sean primarias o secundarias. El individualista tiene que internalizar que pertenece a una sociedad; y que precisamente esa sociedad aparece como un ser colectivo. Los Estados Unidos e Inglaterra son ejemplos de individualismos, ya que rechazan todo acto de intervencionismo en materia social (Azevedo, 1942). Soy del pensar que entre individualismo y lo colectivo deberá existir una convivencia, al fin y al cabo, la existencia del ser humano es lo que posee preeminencia en estas dos características. No deberá existir ambivalencia. El yo aislado no tiene significancia, sino en el grupo de que forma parte. Es bueno añadir aquí, que lo sustantivo de la consciencia de cada persona, no solamente en sus ideas y en la manera en que estas se afirman; se ven atacadas también, por otras que se oponen. Todo lo anterior, forma parte en cierto modo, del estado social donde nos desenvolvamos; estableciéndose así que nuestro yo depende del medio, más allá de la estructura biopsíquica.

En suma, la conciencia colectiva deberá estar por encima de la conciencia mezquina y egoísta del individualista que se cree un súpér yo, girando todo su interés hacia su centro. Lo colectivo contiene mandatos que como una especie de síntesis creadora, rebasan las conciencias individualistas, controlando su universalidad, y hacen su debut como generadores de deberes. Integrarse a lo colectivo es penetrar en la socialización del individuo, lo cual, desde mi modesta consideración, el individualista tiene que ir acoplándose y moldeándose a los patrones culturales que predominen en la sociedad donde se desarrolle su hábitat, donde haga su vida, relacionándose con los demás, de acuerdo a sus intereses. El colectivo es impulsador, es como la horma para el individualista, en el sentido que es donde están depositados los sentimientos, ideas y ponencia en práctica de lo que deberá alimentarse la conciencia individual. Parafraseando a un autor desconocido, remitiéndose a sociedades organizadas "si hunde sus raíces en el corazón del individualista, es en lo colectivo donde se desarrolla". ¿Usted qué piensa de todas estas cavilaciones?, ¿Realidad o utopía?, ¿axioma o quimera?

¡Gracias! Si el chivúo lo permite; nos leeremos en la próxima producción.



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José García

abogado. Coronel Retirado.

 jjosegarcia5@gmail.com

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