Un día 15 de diciembre del año 1978, recibíamos las preseas que nos acreditaba con la categoría de Sargentos Técnicos de Tercera del glorioso Ejército venezolano, - forjador de libertades- como reza su lema; un puñado de jóvenes que aún no alcanzábamos los 25 años de edad, varios de nosotros, aún en etapa de adolescentes, a encontrarnos con ese mundo de los cuarteles con sus rigidices de entonces; y donde fuimos a cancelar el noviciado en las entrañas de sus paredes. Muchos, deseosos de ir a asentar plaza en las unidades tácticas y fronterizas a foguearse con la rutina castrense en sus diferentes actividades. Es la etapa del sistema hormonal que pretende tragarse al mundo donde, a veces, la pretensión de cambiar las cosas se vuelve incólume, tratando de aplicar los conocimientos con que fuimos impregnados en nuestras aulas académicas. Estamos de semana aniversaria.
Nuestras presillas nos fueron impuestas por el General de División Arnaldo Castro Hurtado, comandante General del Ejército para la ocasión (ya fallecido). Acompañados de nuestros familiares más allegados, novias y amigos que coadyuvaron en nuestro proceso de formación académica militar. Ese 15 de diciembre marcó el hito para aquéllos quienes habíamos decidido tomar esta hermosa, sacrificada y gloriosa carrera de las armas. De mi parte, me incliné hacia ella por vocación y necesidad. Después de recibir nuestras insignias sobre los hombros se nos entregó los despachos correspondientes y las resoluciones que indicaban las plazas donde debíamos presentarnos a cumplir nuestra misión. Particularmente salí premiado para una unidad de cazadores, que hoy en día se denominan ¨Unidades caribes¨. Desde ese entonces, comenzaron las rotaciones de unidades; parte de las exigencias.
Es bueno adelantar que la malla curricular por especialidades de los egresados estaba conformada por: administración, ingeniería, policía militar, sanidad y transporte. Cada una de las anteriores, signada por sus códigos de ética y profesionalismo puesto de manifiesto en el desempeño de la organicidad de las diferentes guarniciones, donde el inicio no fue fácil, sin embargo, todas aquellas debilidades en el aspecto militar, posteriormente se recogieron como fortalezas para el desarrollo de la carrera a través del tiempo, consolidando de esta manera la cima del ejercicio profesional, donde muchos llegamos a los últimos grados en esa categoría, otros, por decisiones muy personales eligieron otros rumbos con nuevas e innovadoras perspectivas en el ir y venir de su existencia. Este grupo de muchachos se dispersó por todo el territorio Nacional; y de vez en cuando nos veíamos en alguna comisión.
Para ir bajando la santa maría, de los 69 integrantes de la carrera, ya muchos han partido al otro plano terrenal, siendo el primer caído Jorge Arroyo Graterol, amistosamente nombrado como el ¨maracucho¨, quien se despidió a comienzos de la faena. Los demás compañeros que nos dejaron aún están en nuestros recuerdos de cuantos pasajes y anécdotas castrenses quedaron sellados en aquellos patios de formación, donde quedaron estampados nuestros trotes y ejercicios. Llegó el año 2009 junto con la exclamación del ¡deber cumplido! pasamos a la honrosa situación de la reserva activa; aún cumpliendo con diversas actividades en la vida de paisano, muchos de nosotros nos enfilamos por otras carreras universitarias, tratando de ser útil a la sociedad, dejando un legado positivo para las generaciones que están pisándonos los talones. Nuestro lema: ¨¡Saber más, para servir mejor!¨.
¡Muchas gracias!