Inicia el mes de mayo, el mejor mes del año y en el que cumple la gente más chévere, como decimos en Venezuela, y sobre todo en su primer día, cuando se conmemora (más que celebrar) el Día Internacional del Trabajador y de la Trabajadora, menos en EEUU, por razones obvias.
Y modestia aparte, como tengo conciencia de clase, y gracias ayer a un extraordinario seminario internacional en el que he participado a través de la plataforma zoom, es que me permito en esta entrega de este Diario de Cuarentena, formular las siguientes reflexiones y comentarios.
Antes, ayer cuando escribía la edición del diario de cuarentena, omití de manera involuntaria la ceremonia de beatificación del Siervo de Dios José Gregorio Hernández Cisneros. Fecha de júbilo esta que esperamos contribuya a la concordia y a la paz entre venezolanas y venezolanos.
Indudablemente en medio de estos escenarios de dificultades, y cuya principal preocupación de la población en Venezuela tiene que ver con la calidad de vida y la precarización del poder adquisitivo, las expectativas se centran en el aumento de salario que por estas fechas siempre el Ejecutivo Nacional decreta.
Esto obviando otra serie de elementos que implica la lucha de los obreros que se inmolaron en la Plaza Haymarket de la empresa McCormick, un día como hoy, pero de hace 135 años, que es lo que nos trajo hoy hasta acá.
No sólo se trata de una mera lucha de reivindicaciones económicas, sino de salud y condiciones de higiene y seguridad laborales, además de la posibilidad de que los trabajadores y las trabajadoras seamos coparticipes en las gestiones de nuestras fábricas y empresas, incluso llegar al poder político para transformar la actual sociedad capitalista y de consumo.
Como lo he señalado, ayer gracias a la Juventud Obrera Católica de Venezuela (JOC Venezuela) pude participar de un Seminario Internacional referido sobre el Impacto de la Digitalización en las actuales relaciones laborales y con la promoción del teletrabajo en el mundo. Tomando en cuenta el auge del teletrabajo en medio de la pandemia de la Covid 19 en el mundo.
Esta incipiente modalidad de ganarnos la vida producto de esta nueva circunstancia que afronta el mundo, está contribuyendo a aupar aún más la flexibilización laboral, además de contribuir al abaratamiento de la mano de obra y en ocasiones evadir las regulaciones y disposiciones referidas a la seguridad social de la clase trabajadora.
Entre otras cosas, muchas trabajadores y trabajadoras a raíz de esta nueva normalidad que vive el mundo, no pueden aspirar al acceso a créditos bancarios, además de la inexistencia de contratos escritos en donde se reconozca la existencia de la relación laboral.
Estos temas llaman poderosamente la atención, porque dentro de los debates que debe darse en el mundo de hoy, pareciera que hubiese una ausencia en la toma de conciencia de los trabajadores y de las trabajadoras en este tipo de situaciones y no se está dando este debate.
Además de ello, también observamos la falta de decisiones políticas en cuanto a esta materia, además de la falta de regularización y normatización, lo cual está siendo aprovechado por las grandes transnacionales capitalistas, para la explotación de manera mucho más sofistcada y refinada, de los trabajadores y trabajadoras.
Y esta nueva modalidad de trabajo aumenta la presión y genera un impacto diferente en las actuales condiciones de trabajo que hay en el mundo.
No en balde, cuando iniciaba la pandemia, el año pasado la OIT estimaba en más de 20 millones de personas desempleadas en el año 2.020. Habrá que esperar las estimaciones de este organismo para el año 2.021.
De igual manera está situación perjudica más a los trabajadores más jóvenes, además de que se ha venido registrando una reducción de los ingresos haciendo más que hace cinco años atrás. De acuerdo a estimaciones de la OIT, 66% de la población mundial piensa que el salario mínimo de su país no es suficiente para la satisfacción de las necesidades fundamentales de la población.
Indudablemente que la pandemia ha puesto de manifiesto y ha hecho mucho más visibles las desigualdades en materia de tecnología y sobre todo en materia de teletrabajo, puesto que no en todos los países y no todos los trabajadores tienen acceso a la tecnología para poder laborar y garantizar el sustento de su cotidianidad, lo cual plantea nuevos problemas en el mundo de hoy.
Así como no podemos olvidar que en la actual coyuntura y en el mundo de hoy, muchas veces la tecnología es utilizada para desinformar y para socavar los Derechos Humanos. El caso de lo que vivimos hoy en la República Bolivariana de Venezuela es una demostración de esta realidad.
Es por ello que el planteamiento del teletrabajo y de la digitalización como alternativa a estos escenarios de incertidumbre que nos ha devenido la pandemia, debe darse con un enfoque mucho más humanista y solidario. Todo ello para poder combatir que los datos informativos de dirigentes sociales y sindicales sean objeto de un control y vigilancia indebidas por parte de las autoridades.
Tampoco debemos permitir que, con el surgimiento y proliferación de las tecnologías disruptivas, se permita el socavamiento de los derechos a las negociaciones colectivas y de que se atente en contra de nuestra vida privada, como ha venido y viene ocurriendo en estos momentos.
Igualmente, la importancia de la regulación con enfoque humano del teletrabajo es para colocar un coto a situaciones que esta realidad nos está planteando como lo es el tema de la ausencia de horarios y de regulación de los salarios. Esto no son temas que deban ser dejados a la “libre” como se diría por ahí. Esto porque la digitalización nos está planteando casos y dinámicas nuevas.
Dinámicas y casos en los que empresas transnacionales con gran poder económico están utilizando claramente las nuevas tecnologías con claros objetivos políticos.
Y el actual declive sobre la distribución del trabajo manufacturado está replanteando la distribución y la oferta de productos a través de diferentes modalidades. Asimismo, importante es de tomar en cuenta que hay productos que no sólo producen las máquinas, así como hay productos que no solo producen los seres humanos.
En estos momentos se observa la disminución del PIB de la mayoría de los Estados, no obstante, la remuneración de los grandes capitales aumenta. Y este dato y esta curva se viene registrando en todos los continentes.
Está situación actual de la pandemia en el mundo se está traduciendo en menos trabajos manuales, los cuales están supeditados a la automatización, y esto se traduce en un incremento del desempleo en varios países del mundo, como ya lo viene registrando la OIT en sus cifras.
Esas mismas cifras de la OIT advierten que el 40% de las fuentes de trabajo se encontrarían amenazados debido a la automatización de los procesos, donde la máquina sustituye prácticamente a la mano de obra del hombre y de la mujer.
Esto es un debate que habrá que dar, puesto que, si bien es cierto que el teletrabajo y la digitalización plantean la posibilidad de crear nuevas fuentes de trabajo, no es menos cierto es que si estas no se plantean bajo un enfoque humanista, puedan traducirse en una mayor precariedad financiera por el tema del acceso a las tecnologías, y por el tema de los servicios públicos, como ya lo señalamos párrafos más arriba.
Y esto sin duda que, al momento de actuar, nos obliga esto a estar muy atentos y atentas a las nuevas formas de organización que están comenzando a surgir en el mundo actual. Esto porque si bien el problema es técnico, hay que pensar en una solución ética al actual conflicto, teniendo claro que la tecnología nos será útil en tanto y en cuanto contribuya a la mejora de la vida de las personas, lo cual nos plantea, necesariamente, la resignificación de la relación capital/trabajo.
Debemos tomar en cuenta que el trabajo es el primer organizador social. Si esto es así, entonces, debemos entender que el desempleo es entonces el principal desorganizador de nuestras sociedades, lo cual constituye en una amenaza a la vida de las personas y a la estabilidad y seguridad de los Estados, por lo que el tema del trabajo no solo debe ser entendido como un problema exclusivo de los trabajadores y las trabajadoras, sino de la sociedad en su conjunto.
Y sobre todo que no puede permitirse que la digitalización y la proliferación del teletrabajo atente en escalar la atomización y dispersión de la organización sindical y social debido a las modificaciones éticas que han colocado en crisis a las organizaciones políticas, sociales y sindicales.
Tengamos claro que el no estar juntos imposibilita el diálogo para organizar las luchas que debemos dar en el mundo de hoy.
Y todo el debate que debemos dar con respecto al acceso de los bienes creados y de las tecnologías para la participación de los procesos de toma de decisiones. De igual manera, en estos momentos, uno de los principales problemas que debemos afrontar es el de la desorganización social que está generando el desempleo, por lo que se nos plantea el debate de encontrar nuevas formas de organización de los trabajadores desempleados, ya que actualmente el 62% de la población económicamente activa a nivel mundial trabaja en condiciones de desempleo.
También como parte de los nuevos debates que debemos dar es que a raíz de la proliferación de la digitalización y el teletrabajo, aún no se habla de enfermedades ocupacionales. Además que la renta y la tasa de ganancia se acumula en apenas el 10% de la población mundial en detrimento del 90% que ahora es mucho más pobre.
En resumen. El desarrollo capitalista está tomando ventaja de estas nuevas modalidades que han escalado en cuanto a la digitalización y el teletrabajo, lo que a su vez se traduce en la destrucción de empleos y de afectar la capacidad organizativa de los trabajadores y trabajadoras para sus luchas, no garantizando la su seguridad social y contribuyendo así a la precarización de sus condiciones de vida.
Por lo que en esta conmemoración de los 135 años del Día Internacional de la clase trabajadora a nivel mundial, obligados estamos a replantearnos un nuevo programa y un plan de lucha donde estas nuevas realidades estén incluidas y demos esas nuevas batallas dentro de una visión más humanista y socialista.
¡Bolívar y Chávez Viven! ¡Y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!
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