Esta reforma debe estar encauzada, en primer lugar, a determinar bien a las claras aquello cuya responsabilidad la asume el Presidente, y aquello de lo que responden los Ministerios, centros coordinadores de la labor científico-técnica y de la planificación económica. Ante el país deben ser responsables de satisfacer la necesidad económica con el producto correspondiente —tecnológica, cualitativa y técnico— de la producción; de fomentar y perfeccionar activamente la estructura; de desarrollar la especialización y la cooperación; de elaborar normas y estímulos económicos para las empresas subordinadas.
Se ha debilitado bastante el control sobre quienes gobiernan el Estado y sobre los métodos que utilizan para ello. Con frecuencia se ven roída por el departamentalismo y el localismo, una "propiedad de nadie", gratuita, sin dueño, y con frecuencia se la utilizan para extraer ingresos ilegales (robo). En tales condiciones proliferan actitudes irresponsables, se inventan las más variadas reglas e instrucciones burocráticas. En fin, la dirección arbitraria, las diligencias formales y el papeleo.
Tal redistribución de la fuerza de trabajo debe ser objeto de atenciones especiales y requiere medidas orgánicas bien meditadas. Deber es dar a los trabajadores las garantías sociales del empleo, asegurar el ejercicio del derecho constitucional al trabajo.
Se debe reorganizar el sistema de salarios y estímulos por el trabajo. Basándose en la Ley sobre la Empresa, se garantizará el derecho de ésta a subir tarifas y salarios y a fijar primas. Se amplían considerablente las posibilidades de introducir estímulos eficaces. Es particularmente importante que el salario real de cada trabajador esté estrechamente vinculado con su aporte laboral individual al resultado final y que no se le ponga límite alguno. Sólo puede existir un criterio de la justicia: que el salario esté bien ganado.
En la situación actual resulta absolutamente intolerable la pasividad de los dirigentes que desaprovechan las nuevas posibilidades de cumplir tareas de orden social. En este sentido, quizá se deje sentir, por una parte, la vieja costumbre de abordar los problemas sociales basándose en el principio de sueldos y por la otra, la tradicional psicología parasitaria. Es necesario renunciar a lo uno y a lo otro. Ahora nadie sino los propios colectivos van a resolver los problemas de su incumbencia. Hay que actuar con energía, tenacidad, espíritu de iniciativa en los colectivos laborales, a nivel de ciudad, región y distrito.
Los juicios críticos y autocríticos que aquí se han hecho son una expresión de la justa insatisfacción ante el actual estado de cosas y, a la vez, un exponente de nuestra fuerza. Lo principal que distingue a la crítica es su carácter constructivo. Con plena razón podemos constatar progreso en la industria y en un sector tan complejo como el agrario. Pero el progreso más significativo se aprecia en la conciencia del pueblo, en el entendimiento de la situación política y social que últimamente se ha creado en el país.
En suma, en la etapa actual hay que trabajar con gran sentido de responsabilidad. Es posible trabajar así en una sociedad dirigida por aburguesada; es particularmente tensa la situación económica. A ello debemos orientarnos, conscientes de la situación que ha madurado en el pueblo, y compartiendo de su experiencia y las condiciones concretas de vida, enfocan de diferentes modos el proceso renovador y los problemas que se derivan de ello.
—En Venezuela no hay producción, nadie quiere trabajar, lo que consumimos viene del extranjero (hasta la gasolina), somos un pueblo pedigüeño, vivimos de limosnas.
¡La Lucha sigue!