La mujer es un poema hecho carne, una obra de arte viviente y como tal, tenemos que conocerla en toda su dimensión.
Llegaron al mundo como una bendición y complemento del hombre para administrar la creación, pero en todas las culturas ha sido reducido su rol al de la servidumbre doméstica y objeto sexista.
Es notorio el cuidado y la preparación que todas tienen sobre la familia pero también en la superación personal, muchas veces, superior a la nuestra.
La mujer tiene una condición sobrenatural para resistir el dolor físico y espiritual, es capaz de visualizar el futuro y sobre todo, de resistir al milenario machismo que históricamente se ha impuesto.
La mujer sufre en silencio más que el hombre y resiste más por una condición excepcional.
La mujer requiere solamente de la comunicación que genere confianza y respeto para luchar junto a su compañero de vida.
Es lamentable que todavía no exista una teoría para la formación dirigida a los hombres para conocer a la mujer y valorarla con sus virtudes y defectos.
También es lamentable el alto nivel de ingratitud y negligencia machista hacia la mujer porque al reducirla a la condición de servidumbre doméstica, en la intimidad es tomada como objeto para la satisfacción del bajo vientre machista que poco o nada le importa lo que ella pueda sentir, pensar y hacer la mujer para calmar el fuego de la pasión reprimida, obligándola a vivir de la fantasía.
En la intimidad tiene su epicentro la comunicación, en el acto sexual expresan los sentidos de la vista, el tacto, oído, el gusto, olfato y hasta el sexto sentido dando origen a la confianza y respeto que se manifiesta en las relaciones familiares y sociales. Si una pareja tiene problemas en la intimidad, están condenados al fracaso.
Pero para crear las condiciones de estabilidad afectiva y emocional es importante sepultar los prejuicios y patrones de conducta que lesionan una relación que debería ser equitativa, de respeto y entrega absoluta.
El respeto tiene que ser en presencia y en ausencia de alguno de los miembros y la reciprocidad un código de conducta.
Nosotros los hombres asumimos el gusto hacia una mujer por lo que vemos y la mujer por lo que escucha, también existe una contradicción a la hora de encontrar la pareja adecuada, muchas son las lamentaciones por los errores sistemáticos en este sentido, la mayoría de las veces porque uno o ambos se dejaron llevar de buenas a primeras por la apariencia y dicen que todo lo que brilla no es oro.
Para llegar al corazón de una mujer se requiere entrar en su alma, hacerle el amor en su mente y se notará a flor de piel.
Una mujer amada, deseada, respetada y protegida es toda una guerrera y protectora de su compromiso afectivo y emocional más allá del bien y el mal.
Las llaman el sexo débil pero me costa que vivir toda la experiencia biológica y espiritual de una mujer es imposible para todos los hombres, sin distinción.