Resulta lamentable el canibalismo entre quienes secundan al hoy presidente electo, Gustavo Petro. Y, por supuesto, motivo de hilaridad y gozo en las toldas de la derecha, indistintamente de cuál sea su origen partidista. Basta con imaginar a María Fernanda Cabal y Paloma Valencia, tomando un refrigerio en el Café El Aquelarre, mientras comentan el asunto. "Véalos. Querían llegar al poder y, ahora que lo tienen, se están volviendo trizas. ¡Valiente cambio el que nos espera!"
Me refiero específicamente a las posiciones contradictorias del escritor, Gustavo Bolívar, del otrora sindicalista, Alexander López, de algunos dirigentes de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), entre otros, y de la posición pasiva y pareciera condescendiente de la Vicepresidenta, Francia Márquez.
El enfrentamiento por cuenta de Roy Barreras ha ido escalando. Antes que aclimatarse y permitir que cada uno cumpla su rol, los odios se avivan y pareciera que ahora hay dos bandos: los buenos, es decir, los puristas, y aquellos que provienen de otras vertientes de pensamiento político, a quienes se considera los malos.
Un primer paso, el más acertado, fue el Pacto Nacional que promueve Petro. Está en consonancia con el "gran sancocho" que le proponía el comandante Jaime Báteman Cayón al país y del que mostró sus primeros trazos en la entrevista concedida al periodista, Juan Guillermo Ríos. Una tesis llevada a la praxis que genera tranquilidad en la medida en que escucharnos, sirva para desarmar los temores de que Colombia se encamine hacia un gobierno totalitario.
Los enfrentamientos por el Congreso llevan a rememorar los zambapalos que tanto criticamos desde la izquierda. Pero una vez en el poder, se repite el mismo escenario con diferentes protagonistas, con la diferencia de que ahora los mensajes desligitimadores a los propios compañeros de lucha, están rodeados por un lenguaje intelectual. Es decir, garrotazos de ida y vuelta con un toque gourmet.
Lo lamentable es que aún estamos a semanas de la posesión de Gustavo Petro como presidente y el mensaje que se les envía a los colombianos es altamente desalentador. Incluso, podríamos señalar que genera incertidumbre acerca de lo que viene en los próximos cuatro años de gobierno.
Si un técnico es propuesto desde la dirección petrista para un futuro cargo, no faltan quienes, habiéndose identificado con la izquierda, salen a criticarlo. La típica falta del desconocimiento de quienes tiran línea y los que avanzan en su cumplimiento, que no es algo nuevo y, por el contrario, primó en las filas guerrilleras. Quienes vivieron esa experiencia recuerdan cuando venía una orden superior e, inmediatamente, salían al paso los de siempre, dispuestos a cuestionarla y, a su manera, sabotearla.
¿Y qué decir de la CUT? Sorprendente y lamentable. Algunos de sus líderes han volcado sus baterías contra Francisco Maltés Tello. Ya era suficiente con que la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC)—con sus posiciones gobiernistas que le son legendarias-- saliera con la perla de que traicionó el Paro Nacional del 2021, para que sus propios compañeros pongan talanqueras a la propuesta que se hizo en su momento, de que Maltés Tello ocupara el Ministerio del Trabajo. Y siguen con el mismo discurso: que la CUT no es partido político, pero desestimando que, como central obrera, debe asumir una posición política.
Es fácil hoy hablar de traición al Paro Nacional, cuando no fueron ellos—los de la UTC-- quienes le dieron la cara al devenir del estallido social, el más grande en la historia de Colombia. Maltés Tello fue quien, desde su perspectiva progresista y sin distanciarse de la realidad nacional, ayudó a conducir el conflicto y encontrar salidas, en momentos en que el peor presidente de Latinoamérica, Iván Duque Márquez, quería acabar con las movilizaciones bajo la premisa de la tierra arrasada.
Así las cosas, el canibalismo promovido por algunos seudo izquierdistas, no hace más que poner tropiezo a un proceso de transformación en los esquemas de poder. Le hacen un flaco favor a quienes depositaron su confianza en Gustavo Petro y, de paso, deslegitima ante la opinión pública, a quienes por años--soportando persecuciones, encarcelamientos y hasta atentados--, han creído en una Colombia nueva…
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