Carta Abierta al Señor Ministro de Agricultura, Wilmar Castro Soteldo

Carta Abierta al Señor Ministro de Agricultura, Wilmar Castro Soteldo.-

No tengo razones para convertirme en politiquero, cómo una parte de la clase de individuos que nos han "des" gobernado durante más de sesenta años. No les envidio, solo soy un agricultor y ese oficio me satisface "in extremo".

Me gradué de Agrónomo en aquella "Alma Mater" (UCLA) que, orgullosamente, lleva el nombre del larense que aquí fue inmortalizado como "El Sabio de El Tocuyo" (Lisandro Alvarado).

Allí, también culminé mi posgrado y, creo, que ambos títulos fueron acicate para permitir lograrme un cargo como Investigador agrícola en el INIA.

Las lecturas desde la etapa de la escuela, liceo y universidad, de dos maravillosos Diarios larenses (El Impulso de fundadores caroreños en la familia Carmona y El Informador de las familias barquisimetana y tocuyana Sígala-Gómez-Tamayo) que reivindicaban mucho el gentilicio y el orgullo regional, contribuyeron en gran medida a cultivar mi amor por esta "Patria chica".

Aquellos elementos de allí derivados, aunado a otros propios de la formación del hogar, sin duda que, mucho contribuyen para la formación de la conciencia de cada persona.

Y es esa conciencia, precisamente, la que me obliga por razón de principio, a expresar ésta reflexión agrícola escrita y "echarla a rodar" por wasap.

Creyéndome aquel "derecho" que me consagra el artículo 51, de la muy vapuleada Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que dice: ..." Toda persona tiene el derecho de dirigir peticiones ante cualquier autoridad o funcionario sobre los asuntos que sean de su competencia...", adelanto este extenso comentario.

Mi fallecido padre (1938-2011) fue un productor de hortalizas hasta mediados de 1995, y en los recorridos de regreso desde su parcela era común observar los barrancos convertidos en improvisados basureros por donde lanzaban camiones de cosechas de tomate que el mercado no recibía por estar atiborrados de "concentrado de pasta de tomate" que por aquellos años (Segundo Gobierno del Dr. Rafael Caldera, 1993-1998) se importaba desde Brasil.

Algo similar sucedía con las cosechas de repollo y la producción de papas en el estado Lara que venía en franco descenso. Ni se diga de la producción de maíz en Portuguesa y Guárico que, deslealmente, le hacían competir con un maíz importado para consumo animal traído desde Sudáfrica.

A la par de aquel oscuro panorama que padecía el sector agrícola venezolano seguía mi formación de Ingeniero agrónomo y para más "dosificación" de aquel "desastre agrícola" durante las prácticas de campo realizadas en Turen, Sur del Lago, Yaracuy, Los Andes, Apure, Quíbor, etc. era rutina escuchar los lamentos, quejas y pesares de todos los productores (Los productores de ganado de leche reclamaban por los bajos precios del oligopolio lácteo que llegó a ser una empresa italiana en Venezuela, de los productores de pollo por ser "neo-esclavos de los "Grupos de Alimentos concentrados", de los productores de ajonjolí que no podían competir con los aceites de palma importados, etc.)

Recuerdo, con tristeza solidaria, el dolor manifestado en opinión de un nonagenario italiano, cultivador de cereales en Turén (Portuguesa), durante una visita universitaria y práctica de campo realizada a su finca en el año 1997, que luego de la charla y ponencia de su hijo (también agricultor) anfitrión de la finca, nos contaba de los buenos años de la agricultura pasada pero que ya, hoy en día (para aquella fecha) no se podía cultivar nada.

La palabra "desastre agrícola" pasa a ser un eufemismo muy sutil para ejemplificar tanto daño al sector agrícola venezolano, pero aquello no solo fue hecho pasado sino que sigue siendo un hecho presente.

Y lo sigue siendo porque, en los últimos 22 años seguimos en igual situación de "desastre agrícola" con las masivas importaciones de papas colombianas, de cebolla de bulbo, zanahoria, ajos, caraotas argentinas, café pasilla colombiano de pésima calidad que venden como bueno al consumidor venezolano.

Recuerdo que en un programa televisado, el año pasado, el Ministro de Agricultura hacia un llamado (desde Mérida) a las "amas de casa" para que no compraran la papa colombiana y que, en cambio, si compraran la papa venezolana.

Increíble (pero cierto)

Hace días, un colega Ingeniero y agricultor (productor de cebollas) trujillano me refería con argumentos de sus costos de producción la perdida de tres mil dólares por hectárea luego de vender su cosecha, según su opinión no le ayudó el precio por estar muy bajo motivado a las importaciones colombianas.

Los pequeños productores de huevos, quienes en los pueblos y caseríos agrícolas poseían doscientas, quinientas y mil aves desde el año 2015 vieron "quebrar" sus unidades de producción cuando "ese mercado manipulado" les bajó el precio de un cartón de huevos desde 4,5 dólares a 2,5 dólares en los primeros seis meses del año 2020.

Algunos de ellos, en mi pueblo, ya tienen varios meses en los EEUU.

La situación parecía favorable al consumidor, pero solo por poco tiempo porque una vez logrado el objetivo, que era eliminar a la competencia, el precio volvió a ascender para alcanzar los actuales casi cinco dólares.

La agricultura venezolana pareciera, gradualmente, tornarse en un oscuro círculo manipulado por poderosos oligopolios y grupos de poder económico vinculados con políticos de alto peso específico.

Es una presunción, pero me sorprendo al ver como en medio de estas situaciones otros grupos económicos florecen o se acrecientan, más cuando el Ministro en su programa dominical "Cultivando Patria" trasmite desde la Mesa de Guanipa una gigantesco sembradío de Soya con inversionistas brasileños.

Serán socios del Estado?

O de algún funcionario público, maula?

Será que, al igual que los agricultores venezolanos, ellos (los brasileños) realizan las largas colas para equipar a sus tractores o maquinarias agrícolas con combustible dolarizado o subsidiado?

No será esto como una competencia desleal.

Cómo creer que desde el alto Gobierno se está trabajando para trascender de una economía rentista hacia una economía mixta, con tantos golpes que recibe la agricultura venezolana.

Me contaba un amigo que estuvo presente, en Caracas, en una reunión nacional encabezada por la Vicepresidenta Delcy Rodríguez, en donde también estuvieron invitados varios gremios nacionales, vinculados con la producción y procesamiento de productos agrícolas, además de representantes públicos del sector agrícola, y que de forma enfática ella (Delcy Rodríguez) anunció que toda importación agrícola que se pudiera producir en Venezuela debía producirse aquí.

Sentenció que debían iniciarse las sustituciones de importación de los productos agrícolas con la producción nacional.

Cómo creerle, dado este "desastre" agrícola.

Según las cifras, ya han migrado casi siete millones de venezolanos y esta cantidad no pareciera estancarse, más aún con el aparente esnobismo de que los EEUU acepta a todo tipo de venezolanos migrantes.

Hará cosa de quince días, el colega trujillano me envía fotos de una familia que despide, muy emotivamente, a un grupo de jóvenes de la antes pujante "zona papera" que viajan hacia los EEUU, el setenta por ciento agricultores.

Mientras tanto, qué hace el Gobierno?

Debería "ocuparse" ya que quienes quedamos en el campo promédianos los cincuenta o sesenta años y dónde está aquella generación sustituta que habrá de dar continuidad a lo que hacemos.

Motivación no la hay y la culpa está en el alto Gobierno, su ausencia de políticas, sus incoherencias y su "doble discurso" permisivo o presuntamente involucrado dentro del negocio de las importaciones y con los oligopolios industriales.

J.J. Montilla (Juan de Jesús), profesor de la UCV, fallecido en el año 2011, escribió un maravilloso libro titulado: " Agricultura y Desarrollo Humano en Venezuela" (1999) que todo agrónomo debe leer y que, dado los hechos, el señor Ministro de Agricultura no ha leído, pues de haberlo hecho, sus casi siete años en el cargo hubieren significado algún acierto.

No es comprensible que en mi comunidad de agricultores, San Mateo de Bojó, en un rinconcito sanareño del estado Lara, un saco de zanahoria se oferte en menos de diez dólares, la caraota no la quieren sembrar porque con cincuenta dólares no se cubren los costos de producción.

Un vecino se arriesgó a sembrar papas y solo le ofrecen treinta dólares por saco (el costo está en cincuenta), dos "cortes" de repollo regalados para los "rastrojeadores" porque el precio de mercado no sufraga ni los gastos necesarios para cancelar el saco que servirá de contenedor.

Mi otro vecino, vendió su única vaca para "asestir" (como dicen ellos) un tomate y luego de logrado no recuperó nada porque el precio bajó a causa de una importación fraudulenta desde Colombia.

Las tierras agrícolas se quedan desiertas, sin cultivos.

Con las importaciones de café la burla es "mayúscula", pues los funcionarios públicos responsables del rubro (CVC) en asambleas con los caficultores ofrecen como respuesta "sugerir la creación espontánea" de puestos de empleos para que los propios caficultores organicen alcabalas para detener las gandolas cargadas con café colombiano que ingresen a los pueblos cafetaleros.

Y, entonces (digo yo):  En qué País vivimos?  Para qué existe un Estado?

Es una burla al agricultor.  Al mínimo sentido común de cada persona.

O es que forman parte del negocio?

El sector agrícola venezolano está en crisis (cada vez peor) y si ya antes no había desaparecido fue por la bonanza petrolero chavista que desaforadamente, sin estrategias, sin metas ni objetivos claros, dilapidaba recursos en subsidios, créditos y condonaciones de deudas que por un lado intentaba apuntar al sector y por el otro destruía esos esfuerzos con sus acciones de control de precios e importaciones agrícolas y pecuarias, que más que beneficiar al consumidor sirvieron para engordar los bolsillos de los corruptos chavistas (lo digo por Rafael Ramírez porque según los funcionarios actuales es un corrupto y fue chavista).

Venezuela pareciera tener una maldición histórica con nuestros gobernantes pero más con quienes en gruesa mayoría, y salvo escasas excepciones, han dirigido nuestro sector agrícola venezolano pues la historia reciente no solo registra estos episodios, sino que ya para los años cuarenta y cincuenta, el insigne trujillano, Doctor, Historiador, Escritor, Diplomático y Político: Mario Briceño-Iragorry (1897-1958) daba cuenta sobre lo acontecido en su maravilloso libro: "Alegría de la Tierra" que, aunque no le servirá, también le recomiendo leer al Señor Ministro de Agricultura.

Definitivamente, aquella máxima de "Sembrar el Petróleo" del admirable intelectual, escritor, abogado, filósofo, Diplomático y Político: Dr. Arturo Uslar Pietri, (1906-2001) esbozada por vez primera en un artículo en el año 1936, y las ideas de aquel primer Ministro de Agricultura en 1936, al que otros también atribuyen la frase "Sembrar el Petróleo", Agricultor, Escritor, Economista, Político, Cónsul y Diplomático, Dr. Alberto Adriani (1898-1936) merideño, nunca ha sido comprendida por nuestros Ministros de Agricultura ni Presidentes desde los años cuarenta para acá.

Para burla queda el artículo segundo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que dice: ... "Venezuela se consagra como un Estado democrático y social de Derecho y Justicia... " (En el caso agrícola venezolano no hay justicia por parte de ese Estado) y los artículos 305 y 306, de hermosa redacción, referidos a la prioridad de la agricultura nacional han sido la peor de las burlas en los últimos 22 años...

Finalmente, Señor Ministro, respóndale a la Nación (Según el artículo 51, es su obligación, so pena de sanción)

#S.O.S Agricultura venezolana.

Ing. MSc. Freddy Colmenarez-Betancourt / 11.585.479 / Agricultor desde hace 25 años / Sanare, Lara, Venezuela, Domingo, 9 de Octubre de 2022 / fantonicb@gmail.com



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Freddy Colmenarez Betancourt

Caficultor desde hace 25 años / Ex Investigador para el cultivo del café en el INIA

 fantonicbc@gmail.com

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