El creyó haber descubierto "el lenguaje es su estado natural", como dijera Sartre. En ese sentido, las palabras no serían pronunciadas; saldrían espontáneas de sus labios, a voluntad de ellas mismas; y no guardarían relación con el pensamiento de quien las emite irresponsablemente y las cosas. Ellas serían así elaboraciones naturales que se escabullirían en el orden que cada una, en el apresuramiento, asuma.
Las palabras estarían pues allí, piensa él, antes que las ideas, las cosas y el ser mismo que en apariencia las pronuncia. De modo que ellas le serían ajenas. Por eso poco importa que las palabras usen sus labios y la manera de ordenarse. Él se siente tan responsable como quien las escucha y las percibe en ese mismo orden u otro, el que éste le dé.
"Eso es de ellos", se dice el orador sin usar las palabras, los extraños momentos, toda viscosidad, que duda y teme por la responsabilidad que se le asigne a él por las palabras que sus labios expulsan.
Hay pues, según su manera de ver, verbo, ideas, cosas, cada una por su lado, hasta que se necesitan. La palabra siente necesidad del hombre para hacerse sonido. Habrá palabras sin sonido humano, pero más que desconocidas, no escuchadas ni descifradas.
Cuando él abrió la boca, aquella vez que quienes le escucharon y más que todo, los trabajadores, le aplaudieron hasta inflamarse las manos, por su "generosa oferta", que luego no cumplió, sólo supo que salieron palabras presurosas. Primero salió una de inicial y detrás de ella, a veces anudadas entre sí, cientos de palabras más. Se lanzaban al espacio como dardos veloces y ya él no les pudo contener; algunas que venían atrás se pusieron adelante.
El orador descubrió ese día que al no haber, para placer suyo, relación entre el pensar y las palabras encabritadas, se salvaba de la impertinencia de receptores meticulosos, maulas y moralistas. Más tarde llegó a la comprensión y dominio total de ese "lenguaje natural" y pudo lanzar palabras a voluntad, hechas polenta y sin pensamiento concreto e impersonales; y admitidas de esa manera por los oyentes. Miles de ellas surgían de su boca, empelotadas y adheridas unas a otras, por el movimiento centrífugo y una oscura materia viscosa.
Así, el discurso- que visto de esta manera no lo es, pues tampoco está pronunciado - aparece ahora pletórico de palabras multicolores, con lazos y glúteos redondos y confortables para el cabalgamiento, dentro de empaques delicadamente diseñados, pero rigurosamente desprovistas de ideas y compromiso.
El orador pudo, desde ese momento, decir todo como quiso; ofrecer lo que los dioses no podían y, todavía, puede dormir cientos de noches, una tras otra.
Esta actitud diletante mía, quiero acompañarla con un viejo artículo nunca antes publicado, el que sigue. Pero también quiero, recordar como el PCV, en los tiempos de Medina, habiéndose alineado al "browderismo", por Eric Browder, optó por "rebajar sus luchas por el salario", sobre todo contra la industria petrolera, como una manera de interpretar su solidaridad en el combate contra el nazi-fascismo durante la segunda guerra mundial y, por su irrestricto apoyo al gobierno de Medina, pese éste les mantenía ilegalizados, tanto al partido como a sus sindicatos. Lo que llevó a AD a ganarse el apoyo del movimiento obrero y su dirigencia sindical a tomar el control. Mi intención es obvia, que cada quien recuerde las viejas experiencias y ellas les sirvan para despejar las dudas.