A propósito del pronunciamiento de la SIP y el deber ser comunicacional

El voluminoso despliegue de información política por parte de los medios de comunicación produce un “aprendizaje” en términos de “educación” y estimula el interés en la gente. Ese aprendizaje variará según el énfasis que se le ponga al tratamiento de las cuestiones y a los temas que son objeto de la información. Los mass media fuerzan la atención hacia ciertos problemas o hacia aspectos de su interés; constituyendo imágenes públicas de las figuras políticas. De continuo, sugieren en torno a lo que pensar y sentir respecto de lo que presentan. En otras palabras, introducen un matiz que expresa con agudeza lo esperado respecto de su influencia comunicacional, con lo cual crean una matriz de opinión que a la final, al ser evaluada bien a través de encuestas u otros instrumentos, logran determinar como piensa la gente de los fenómenos o hechos por ellos presentados. 

 

Esta mediatización (indirecta, sutil y acumulativa), permite obtener un indudable éxito a la hora de limitar el conjunto de cuestiones en las que se quiere que “piense” o aprenda la gente; hay una capacidad para fijar selectivamente la atención pública sobre ciertos y determinados problemas que a la larga se convertirán en problemas orientados indirectamente o no, hacia la reflexión del colectivo. Entran en un proceso de formación o deformación, según sea el caso, de la conducta política. 

 

Como se evidencia, los medios tienen capacidad de establecer la Agenda Pública con lo cual descalifican, si es necesario, los demás elementos probables de ser evaluados, si el “actor principal” no asume el papel y deja un vacío respecto de quienes esperan algo de él, por lo que entra a crear un clima de opinión, a la final, desfavorable. El clima de opinión, está directamente asociado a las declaraciones públicas y sus contenidos; definen los aspectos de la influencia que habrá de ser tomada en cuenta en el análisis por parte de los interesados. Éste se le liga con la reputación y se le basa en nociones cognitivas, de juicios de valor y líneas de conducta que en circunstancias de tiempo y de lugar, los miembros de una sociedad manifiestan públicamente.  

 

Este rasgo del clima de opinión es crucial y permite interpretar determinados cambios en la percepción colectiva relacionados con lo político y lo público (dado que es de interés de todos), que lo convierten –básicamente-, en lo único con potencialidad de influencia de los medios. De lo anterior se desprende, que el contenido de los medios puede responder más a las convicciones y expectativas de una élite tradicionalmente dominante, que a los intereses de las demás capas de la población; con lo cual, se pone en evidencia la existencia de una vía de circulación del poder y la influencia. En consecuencia, la información transmitida se ve mediatizada por la escala de valores de quienes operan y dan rumbo selectivo a la información, cuya tendencia es a magnetizar e inducir la percepción de la audiencia para que ésta, termine actuando según ellos planifican.  

 

Por ejemplo, así como primero los sectores que adversan la presente administración pretendieron generar opinión entorno a lo que ellos creyeron sería el producto del proceso electoral (diciembre de 2006), tal que influenciar e impactar el clima de opinión para afectar negativamente la voluntad del electorado (que por cierto no les funcionó), ahora buscan generan condiciones no sólo para desestabilizar por la vía de especular y magnificar hechos que afectan e impactan a la colectividad (inseguridad, paz laboral, desempleo, economía, inversiones, escasez de alimentos, renovación de concesiones radioeléctricas, Derechos Humanos, situación carcelaria, reforma constitucional, etc.), sino también influir y ello es definitivo, los resultados de por ejemplo, futuros procesos revocatorios o comiciales en el 2007 y 2008; e incluso, en la constitución del PSUV. En otras palabras, inclinar (desde ya), la balanza hacia el lado de sus intereses y el proyecto que ellos enarbolan.  

 

Las elites tradicionales del poder al no poder actuar a sus anchas primero dentro de la AN y después en el CNE (a propósito de las pasadas elecciones en diciembre de 2006), en términos de imponer criterios que favorezcan sus intereses y los de grupos transnacionales que representan, recurren al descrédito de lo que se elabora a fin de crear una situación de incertidumbre respecto de quienes concurrieron a sufragar o bien se planteen abstenerse de votar. Cualquiera de las dos opciones podría traer como consecuencia un intento (no obstante la presencia de observadores internacionales), de descalificación nacional e internacional del proceso político. Nuevamente estuvieron jugando a la deslegitimación. 

 

De lo anterior se desprende, la necesidad de evitar un aislamiento del Ejecutivo sobre la base de ampliar las relaciones existentes entre el Pueblo y el Gobierno; toda vez que, ellos están apostando al debilitamiento de la base de sustentación social y política del Presidente. 

 

Para evitarlo, es necesario producir una activación más profunda del aparato político con los mejores cuadros quienes deberán salir a la calle en función de conquistar la voluntad popular y enfrentar la retórica de los adversarios y enemigos. 

 

Es necesario por tanto, impulsar una campaña de información masiva y un debate público, si es preciso, a fin de evitar la sutil y acumulativa manera de influir que tienen los medios a la hora de crear un clima de opinión, sobre todo si éste es adverso. No hacerlo, es contribuir a una espiral de silencio “cómplice”, que afectará el juicio de opinión de los individuos, quienes se verán presionados por las posturas que sobre los asuntos públicos imponen los mass media, a través de su agenda. 

 

Acá estamos en presencia de la “Ley de la convicción”. El hecho de que ciertas opiniones aparezcan reiteradamente expuestas en los medios (teoría gebeliana mediante la cual se sostienen que una mentira mil veces dicha, se convierte en verdad), podría llevar al público a reflexionar sobre los posibles sesgos ideológicos o intereses que puedan existir tras de ellas. De allí, la necesidad de impulsar una agenda pública y política que informe y oriente al ciudadano en general, frente a las opiniones desfavorables que se “impone” como matriz a través de los medios de comunicación golpistas. 

 

La agenda sólo la controlan los editores (dueños de los medios privados de los medios de comunicación), cuando el Ejecutivo por naturaleza, no asume organizadamente esta tarea. En consecuencia, ellos pasarían a ocupar ese espacio en la medida que éste sea abandonado por las fuerzas del cambio. A manera de corolario, históricamente los partidos como forma de organización de masas por excelencia con su prensa de vanguardia, han jugado un papel definitorio en la orientación de la agenda pública y política de los gobiernos revolucionarios. Han sido importantes trincheras tanto para responder al agresor como para “criticar” las desviaciones internas “revolución dentro de la revolución”. Es una significativa ancla que ayuda a fijar y a definir, la correcta actuación revolucionaria en el seno del pueblo. De allí, la importancia que nazca a la brevedad, el PSUV; el pueblo y sus hijos fundidos en él, se encargarán a los fines que no se desvíe. 
 

* Politólogo, Magíster en Seguridad y Defensa



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Manuel José Montañez Lanza*


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