El testamento de Judas

Yo, Judas Iscariote, el mas despreciable de todos los traidores, pero al mismo tiempo uno de los hombres más imitados de la historia, quisiera no dejarle nada a nadie; pero la tradición venezolana me impone hacer un testamento para legar a mis discípulos mis bienes. Por ello, y sólo por ello, me apresto a dejar a aquellos que algo en común tienen con la forma en que yo concebí la dignidad, la amistad, el amor, y la vida ante la historia lo peor de mi.

Las treinta monedas que representaban el valor de un esclavo y por las cuales vendí al hombre más solidario y justo que haya conocido la humanidad, las lego a mis amados periodistas de Globovisión y RCTV. Nadie mejor que ellos para representar la venta, no sólo del amigo, sino del alma por unas monedas.

Ellos que se tragan la dignidad por un salario, que callan la verdad para conservar un empleo y que se dejan usar como marionetas para defender los intereses de sus patronos, fueron mis dignos representantes en la cuarta y mis mejores aliados en la quinta.
Dos de mis monedas para el matacuras, dos para miguelito, dos para la bicha y una para cada uno de los otros veinticuatro.

La soga que usé para pasar a mejor vida se la regalo a Didalco. Si a Didalco, al mismo que el 11 de abril hizo hasta lo imposible por parecerse a mi, y el 13 reapareció con su carita de yo no fui.
A él, que sin el apoyo de Chávez no conseguirá de que palo ahorcarse, mi soga le viene como anillo al dedo.

Mi beso, ese beso que es toda una obra de arte en el engaño y que sirvió para consumar la traición al amigo y maestro, se lo lego Urosa Savino. Quién mejor que él para jugar al arte del engaño y la doble cara. Ése que es capaz de vivir con lujos, gracias al negocio de comerciar con la palabra de Cristo, pero que no pierde tiempo para traicionarla cada vez que la oligarquía lo aprieta un poquito, es quien mejor merece besar como yo.

El desprecio que siempre sentí por los humildes y que bien supe disimular para acercarme al hijo de Dios; el desprecio que sentí y siento por la ley y la justicia, por la amistad, los valores y la ética, se lo lego a Marcel Granier.
Seguro estoy que no lo necesita. Él es peor que yo, pero se lo otorgo para pare que refuerce el suyo y sea el campeón de la historia en el arte del desprecio.

La cobardía, ésa cobardía que me hizo elegir la muerte antes que enfrentar las consecuencias de mis actos, se la lego a Manuel Rosales. Él que se comprometió con su gente a que no iba a reconocer la derrota y le faltó de aquellas para honrar su palabra, es digno de potenciar su cualidad de cobarde con lo que yo le lego.
Si antes de recibir mi herencia fue capaz de negar su participación en el golpe y en el sabotaje petrolero, y negó haber llamado parásito a los pobres de Venezuela, cuando se adicione mi cobardía será capaz de acusar a su madre de cualquier delito que él cometa.

Mi capacidad de comprensión es muy limitada y no me permitió entender el mensaje de Jesús y con ello el papelote que jugaría ante la historia. Sin embargo, es mucho mayor que la de Teodoro. A él se la otorgo, para que no siga haciendo el ridículo y convirtiéndose en el hazmerreír de la política criolla.

Por último, la botellita que los venezolanos han hecho mía, poniéndola todas las Semanas Santas en la mano del muñeco con el que me representan, se la heredo a Oswaldo Álvarez Paz para que siga alimentando sus neuronas y apareciendo borracho en televisión.

Espero que ustedes, mis dignos herederos, hagan uso de mis bienes como lo hubiese hecho yo y perdonen lo poco que pude legarles.

Judas Iscariote


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Alexis Arellano


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