Aclarando lo de la arrogancia

Tres días después de las elecciones mandé al ciberespacio una breve nota que llamé la arrogancia desmañada. Recibí como siempre, aprobaciones y rechazos. En estos últimos hubo uno que llegó a señalar que me movían confusas razones políticas o, en todo caso, no explicitadas. Los desatinos no se responden.

Lo cierto, lo real, es que, a pesar de ser un proceso automatizado, se tuvo que esperar cinco días, luego de las elecciones, para conocer las cifras finales que ella arrojó. Lo digo sin obviar el hackeo, muy efectivo lamentablemente, y también sin dudar de las cifras finales posteriormente entregadas. La complicación adicional fue aquella declaración del presidente del CNE a las doce de la noche del domingo 28, considerando la tendencia como irreversible. Eso le sirve a los partidarios no a los adversarios. ¡Cuánto se siente la ausencia de Tibisay Lucena!

Por eso afirmé, en esa nota comentada, que con una tendencia no se debe proclamar oficialmente un ganador. Hacerlo es una provocación indebida en un ambiente ya cargado de amenazas por parte de esa vergüenza para la inteligencia que son todos los que siguen a la Machado. Pero volviendo a la arrogancia, ella va más allá del asunto de la declaratoria oficial sin cifras confirmadas.

      Con ese más allá me refiero a la celebración del 51% de Maduro como una gran victoria popular. Si revisamos los porcentajes, obtenidos por las dos opciones enfrentadas, sobre la totalidad de los votantes inscritos, que es de 21 millones de ciudadanos, encontraríamos lo siguiente:

Votos por el proceso------------ 30,5 %

Votos contra el proceso -------- 29,0 %

Votos nulos y abstención------- 40,5 %

No se trata sólo de la evidente cercanía de la derecha más atroz. En esos abstencionistas y en los votos anulados, más allá de los indiferentes de siempre, están también la disidencia de ambos lados, a las que les sobran razones. De ella me interesa el lado revolucionario que percibe que este gobierno va por otro rumbo. Lo simplificaré utilizando la exhortación que Chávez nos hizo aquella noche del golpe de timón: "Comunas o nada". Trece años después lo que tenemos es un "Programa de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad" que este gobierno dice llevar adelante con el apoyo de inversionistas y empresarios. Las comunas en ese plan son supletorias. Tan supletorias como les parece ser la vieja afirmación de Marx señalando que sin un nuevo modo de producción no hay socialismo que valga.



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José Manuel Rodríguez


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