Cada vez que escucho al chileno Boric recuerdo, no sé si por su voz o por lo que ella dice, aquel aberrante -por lo forzado y sangriento- tercer género impuesto a los varoncitos cantores por sus padres. Con ellos, allá por el siglo XVII, surtieron las capillas musicales de Italia de voces agudas y potentes. Ya para finales de ese siglo, la ópera logró consagrar a los castrati como reyes del canto.
En política, por medio de intervenciones también dramáticas, los castrados de toda radicalidad, en busca de una supuesta efectividad, han llenado los espacios donde la izquierda actúa. No está de más aclarar que, en política, entiendo el radicalismo como lo decía aquella pinta en los muros del París de 1871: La République une et indivisible - Liberté, Égalité, Fraternité ou la Mort...
Es notable el número de líderes del radicalismo histórico que, una vez al frente del gobierno, optaron por ser castrati, imaginando así ser aceptado por la burguesía. Siguiendo con Francia, el primer ministro socialista León Blum, en los años previos a la 2ª guerra mundial, logró con tales peripecias, el odio de la derecha por ser de izquierda y de los comunistas franceses por haber desbaratado el Frente Popular y negar el apoyo a la República española durante la guerra civil. Luego de él los socialistas europeos asumieron eso que una vez el español Felipe González declaró: Nosotros no somos ni republicanos ni monárquicos, solo accidentalistas...
En nuestra América, hemos tenido los Mujica, los Correa, Lula y Petro, también las Bachelet y las Dilmas. Y no me meteré con México y sus esfuerzos por dejar la revolución en películas y libros. La vecindad gringa pesa demasiado para andar con añoranzas por aquel 1910.
Y hablando de pesos, no fue la gloriosa revolución bolchevique, sino el horror estalinista, lo que logró, con razón, convertir en vacilante a cualquier dirigente izquierdista, en Europa o Latinoamérica. Para los de allá el eurosocialismo fue un calmante del radicalismo. Para los de aquí identificarse con esa novedad era una nota, Europa irremediablemente seguía siendo la vanguardia.
Pero, los asuntos políticos son siempre enredados. En los casos cubano, nicaragüense y venezolano, señalados por la derecha internacional como de un radicalismo extremo; el tutelaje del Partido cubierto con el velo del centralismo democrático, ha seguido funcionando olvidando que la profundización de la democracia -fin último del verdadero socialismo- sólo es posible en un Estado Comunal. Los gobiernos cubano y nicaragüense se niegan a hablar de eso, aquí en Venezuela, más allá de mencionar a las comunas a cada rato, las mantienen bajo control absoluto del Partido. Es decir, castradas.