"Y la verdad, la ingrata verdad, es ésta: la usurpación del poder llevada a cabo por las Fuerzas Armadas va encaminada forzosamente a la supresión de la actividad de los partidos políticos, siendo necesario reconocer que el proceso que acaba de culminar comenzó desde la misma noche del 19 de octubre de 1945 cuando se organizó la Junta Revolucionaria de Gobierno con mayoría de hombres de Acción Democrática.". Rómulo Gallegos, discurso con motivo de su derrocamiento.
En más más de un análisis se pretende sustentar los argumentos que provocaron el derrocamiento del general Isaías Medina Angarita el 18 de octubre de 1945 y el golpe contra Don Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de 1948, a partir de escenarios, motivaciones y circunstancias diferentes, cuando la realidad es que el segundo acontecimiento es a consecuencia del primero. Pasajes del contexto histórico venezolano siguen aún cubiertos por el espeso manto de lo que Carlos Antonio Aguirre Rojas dio en llamar en su obra: El Antimanual del Mal Historiador, como "la historia aburrida, oficial, plana y acomodaticia.".
Nuestra historia está urgida de conjugación para develar lo que en acontecimientos como los puestos en boga en este análisis, coloquen en conocimiento otras visiones que confronten las hasta ahora conocidas. Al reflexionar sobre la frase del famoso novelista Gustave Flaubert: "Peu de gens devineront combien il a fallu étre triste pour ressusciter Carthague." ("Pocos adivinarán cuán triste se ha necesitado ser para resucitar a Cartago."), el gran Walter Benjamín en su obra, Tesis sobre La Historia y otros fragmentos, señala que: "La naturaleza de esta tristeza se esclarece cuando se pregunta con quién empatiza el historiador historicista. La respuesta resulta inevitable: con el vencedor. Y quienes dominan en cada caso son los herederos de todos aquellos que vencieron alguna vez. Por consiguiente, la empatía con el vencedor resulta en cada caso favorable para el dominador del momento.".
El 18 de octubre de 1945, el general Isaías Medina Angarita es derrocado por un movimiento militar, con apoyo de un sector civil de la cúpula de Acción Democrática encabezada por Rómulo Betancourt. Más allá de que hubiese descontento en un sector de la joven oficialidad castrense, de que la reforma constitucional no hubiese establecido la elección universal, directa y secreta del presidente de la República y de la lamentable enfermedad de Diógenes Escalante que lo sacó de la competencia electoral (candidatura que había aglutinado un sentimiento unitario sin precedentes) como factores de peso para su derrocamiento, la Reforma a la Ley de Hidrocarburos y el conjunto de leyes impositivas a las empresas petroleras, así como la Ley de Reforma Agraria de 1945, conjugaron el mayor rechazo hacia el Presidente Civilista por parte de la burguesía importadora, comercializadora y financiera; coro al que se unió la clase terrateniente que engordó sus predios terrenales gracias a los beneficios alcanzados en el régimen del benemérito Juan Vicente Gómez. Medina pisó los callos de todos ellos al promover lo que Domingo Maza Zabala dio en llamar, "…el desplazamiento del poder político de las fuerzas tradicionales represivas y abriría el camino en el poder económico a las capas emergentes de la burguesía no importadora". Maestros de la lóbrega orquesta, las empresas multinacionales de los hidrocarburos. Sostiene al respecto el profesor Juan Bautista Fuenmayor en su obra Veinte Años de Política lo siguiente:
"No podían, sin embargo permanecer impasibles los dirigentes políticos norteamericanos, ni los magnates inversionistas del petróleo ante esta perspectiva; y, presurosos, empezaron a trabajar para una solución favorable a sus intereses, aunque fuera a costa de ciertas concesiones secundarias. La única solución tenía que ser el golpe de Estado, que desplazase a las fuerzas burguesas liberales gobernantes, y colocase a los comunistas en posición defensiva, paralizando su progreso."
El gobierno de Medina rompe con los esquemas tradicionales impuestos por los anteriores gobernantes en cuanto al desempeño del poder y sus relaciones con el gobierno de los Estados Unidos y la tradicional burguesía, lo cual trajo como consecuencia lo que en su obra El Medinismo describe Oscar Battaglini:
"En suma, lo que se advierte en las relaciones de Estados Unidos con Venezuela durante el período Medinista es una manifiesta oposición de intereses, que amenazaba con hacerse cada vez más radical. A eso se debe, tal como hemos podido evidenciar, que Estados Unidos tomen el camino de promover y apoyar (desde del Pentágono, por medio de las misiones militares en el país; el Departamento de Estado y desde la Embajada americana en Caracas) toda una acción desestabilizadora –en convivencia con la "fracción pentagonísta‟ del Ejército y Acción Democrática- que culmina con el golpe de Estado del 18 de octubre de 1945".
Al hacer un juicio sobre dichos acontecimientos, Domingo Alberto Rangel sostiene en su libro Los Andinos en el Poder, lo siguiente
Pero los jefes del movimiento insurgente resultaron inferiores a las tareas que la circunstancia le reclamaba. El momento era propicio, como ninguno, para ensayar un cambio profundo en las estructuras de la sociedad venezolana. Estaba planteada una revolución, con brusco desplazamiento de clases en el Poder. Pero los cabecillas de la rebelión –civiles y militares -actuaron como albaceas aprovechados del orden lanzando al cesto de la traición el encargo tácito de la Historia.
El gobierno del Trienio, entre 1945 y 1948, si bien es cierto que pudo exhibir pasajes importantes para el enriquecimiento del debate político en Venezuela como la Asamblea Constituyente de 1946 y una Constitución de hondo contenido democrático-liberal, todos estos logros alcanzados se sostenían sobre bases endebles a pesar de las fiestas electorales de entonces. El sectarismo se convirtió en una insoportable acción gubernamental, donde el carnet militante de AD era el salvoconducto para ingresar a los salones del ejercicio clientelar y de las instituciones sociales, muy especialmente los sindicatos, gremios y asociaciones que se multiplicaron bajo el pensamiento y desempeño oficialista.
El presidente Rómulo Betancourt y la Junta de Gobierno, a pesar de cuestionar y oponerse a la reforma petrolera de Medina, no pudieron vulnerarla ni derogarla –como hicieron con la Ley de Reforma Agraria- salvo su reafirmación a través de un stand bye a las concesiones petroleras y la implementación del fifty-fifty bajo el gobierno de Rómulo Gallegos, que por cierto limitó el crecimiento de las ganancias del negocio petrolero a favor del Estado Venezolano, vigente desde los tiempos de Medina
Estas acciones del gobierno del Trienio y el de Rómulo Gallegos, para nada resultaron incomodas a los intereses de La Casa Blanca. El incremento de la distensión Este-Oeste y el peligro de la expansión comunista, requería de gobiernos activamente dóciles a los intereses del Norte y a las multinacionales del petróleo que añoraban las ganancias estrafalarias de otros tiempos. Ante el "peligro" del "fantasma del comunismo", las relaciones entre los militares estadounidenses y los latinoamericanos se estrechan, especialmente en Venezuela, y un señor representante que fue un activo conspirador castrense contra Medina es el enlace en esta oportunidad, Se trata del teniente coronel Marcos Evangelista Pérez Jiménez, con gran influencia sobre quien fuera ministro de defensa de la Junta de Gobierno del Trienio y del presidente Gallegos, el teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud.
El resonante triunfo electoral de Gallegos en diciembre de 1947 y el aluvión de votos adecos (más del 70%), no fueron garantía para frenar el creciente resquebrajamiento de un régimen que siempre llevó en sus adentros un Caballo de Troya que se entronizó en el poder a partir del golpe contra Medina.
Don Rómulo Gallegos, nuestro afamado novelista, no tuvo mayor margen de maniobra para frenar el consolidado sectarismo adeco y la incomodidad que Rómulo Betancourt ofrecía a la tan necesaria conjunción de fuerzas sociales y políticas para promover la estabilidad y consolidación del sistema democrático.
Gallegos, comedido y negado al chantaje de los sectores conspiradores dentro de las Fuerzas Armadas, intentaba sostener un gobierno que no era apetecido ni por los intereses foráneos ni por la vieja burguesía parasitaria que nuevamente se entronizaba en el poder, el gobierno perdía su fulgor entre las masas militantes que comenzaron a verlo con indiferencia. La "adecocracia" solo era tema de interés para la cúpula dirigente. El presidente Gallegos tenía a su lado la pieza clave para su derrocamiento. El coronel Delgado Chalbaud, su amigo y allegado colaborador.
Solo por ocho meses pudo conducir el maestro Rómulo Gallegos las riendas del gobierno. Al respecto, en su obra EE.UU. en Venezuela 1945-1948, Margarita López Maya señala:
"Pese a las continuas declaraciones de solidaridad y respaldo que dieron el Presidente y sus ministros, tanto en Venezuela como en los escenarios interamericanos, no lograban llenar las expectativas de los funcionarios de los EE.UU. Era que éstos parecían esperar nada menor a una identificación incondicional de Venezuela con las angustias y propósitos del gobierno estadounidense. Si bien a principios de enero de 1948, hubo beneplácito norteamericano con el control y/o la represión que ejerció Fedepetrol (Federación de Trabajadores del Petróleo, dirigida por sindicalistas de Acción Democrática) sobre los sindicatos petroleros comunistas, en septiembre, cuando el embajador elaboró su informe sobre la conversación que sostuviera con Gallegos en torno a los campamentos petroleros, en el escrito se trasluce cierta incomodidad de la embajada ante lo que percibía como un escepticismo o incredulidad del gobierno venezolano ante el temible ataque comunista. La frase "ahora serán más cuidadosos (refiriéndose a Gallegos y sus ministros) en el futuro de lo que han sido en el pasado" transmite esa sensación. Otros documentos del Departamento de Estado también señalaron esta apreciación sobre el gobierno venezolano. Y este factor debió tener su peso cuando el embajador tomó la decisión de no inmiscuirse en el golpe de Estado".
Lo anterior demuestra el pleno conocimiento que tenía Washington sobre la asonada que se orquestaba en contra del gobierno. El presidente Gallegos es derrocado el 24 de noviembre de 1948, hace 76 años. La proclama de Rómulo Betancourt semanas antes de que cientos de miles de trabajadores saldrían a las calles a defender el gobierno en caso de un intento de derrocamiento, no tuvieron efecto alguno, fue un golpe "frio", o un "golpe de palacio", como se le da en llamar a este tipo de rebeldías.
El Coronel Carlos Delgado Chalbaud, pasaba a ser el nuevo presidente de la Junta de Gobierno militar que asumió el poder, integrada además por los tenientes coroneles Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Lloverá Páez. Entra Venezuela en un oscuro túnel dictatorial que cae el 23 enero de 1958. De manera entonces, que el golpe militar producido contra Rómulo Gallegos, por parte de los mismos militares que con el apoyo abierto y decidido de la cúpula de Acción Democrática infligieron a Medina Angarita, es una trágica réplica de ese temblor que produjeron el 18 de octubre de 1945, dinamitando las bases de un modelo político económico, distinto al modelo rentista y monoproductor, o como lo dijera Domingo Alberto Rangel:
El régimen andino cayó el 18 de octubre. Nadie lo ha reemplazado en la historia nacional. Pudo haber ocupado su lugar, perennemente, aquel movimiento de civiles y militares que derribó a Medina. Pero allí no había un solo revolucionario. Ni siquiera un estadista que implantara un régimen burgués avanzado. El 18 de octubre fue una mezcolanza de jacobinismo pequeñoburgués, demagogia, desorden e incapacidad. Todo sin excluir la entrega a los intereses más odiosos del extranjero. Duró el gobierno el tiempo necesario para que las clases más favorecidas por sus desvaríos pudieran unirse orgánicamente a fin de licenciar aquella catarata de oratoria castelariana que constituía una potencial amenaza por las incitaciones que hacia al pueblo. Y vino la dictadura que fue el mismo gobierno, pero podado de sus jacobinos. El mismo gobierno porque lo sostuvieron las mismas clases que el 18 de octubre benefició escandalosamente.