De las características superlativas del capitalismo, pero también de su agotamiento en su etapa de encumbramiento analizadas por Carlos Marx, está la de la acumulación y concentración de riqueza, lo cual es a su vez se corresponde con las crisis sociales y económicas generadas por el propio sistema, de lo que deviene mayor auge de pobreza y desigualdad social en las capas mayoritarias, incluidas las sociedades de mayor bienestar social y económico.
Reiteradamente se ha dicho que "la sociedad burguesa es la más compleja y desarrollada organización histórica de la producción". Más, sin embargo, su propia organización y relaciones manifiestas desde sus comienzos nos muestran como conclusión al capitalismo cimentado sobre las ruinas del feudalismo y de otras formaciones económicos sociales como el esclavismo, de ahí que su edificación lleve consigo vestigios aún no superados; el agotamiento de esas organizaciones históricas habrían de dar paso indefectiblemente al capitalismo. Al respecto, Lenin sostiene en su trabajo escrito "A los pobres del campo", contenido en su obra El control obrero y la nacionalización de la industria, lo siguiente: "El dinero es hoy, en todas partes, la fuerza suprema. Por dinero se canjean todos los productos del trabajo humano. Por dinero se puede adquirir todo cuanto se quiera. Por dinero se puede incluso comprar a un hombre, es decir, obligar a un hombre pobre a trabajar para el que tiene dinero. Antes la fuerza principal era la tierra. Así ocurría en el régimen de la servidumbre".
Nunca antes el capitalismo se había visto en la necesidad de mutar en su sobrevivencia como ahora, pero manteniendo intactas sus características y en el marco de las cuatro fases de su ciclo económico: expansión, auge, recesión y depresión. En su obra "Las razones del neodesarrollismo", Ruy Mauro Marini sostiene: "(...) incidiendo sobre una estructura productiva basada en una mayor explotación de los trabajadores, el progreso técnico hizo posible al capitalista intensificar el ritmo de trabajo del obrero, elevar su productividad y, al mismo tiempo, mantener la tendencia a remunerarlo en proporción inferior a su valor real.". Es decir, la clara manifestación de un proceso económico superexplotador puesto en boga, que trae consigo que las economías dependientes hayan aumentado la productividad mediante el desarrollo tecnológico.
La crisis del capitalismo de hoy lleva implícito el deterioro de la calidad de vida de la gente y pone en peligro el incremento de los capitales de los poderosos hasta ahora puestos a buen resguardo bajo el cuidado de sus cancerberos en el sistema financiero mundial. De ahí que ha llegado el tiempo de mutar, de ponerse apenas un traje de otro color sin que la esencia se afecte en lo más mínimo; es lo que asistimos a contemplar en estos momentos cuando surgen propuestas con un "novedoso" tiente ideológico que desde la extrema derecha pretenden superar los escollos creados por el modelo que sustentan y defienden, sin cambiar los cimientos del orden actual. Aparece una nueva concepción política y económica en el mundo con matices distintivos dependiendo del autor. El eurodiputado Miguel Urbán, a propósito de su libro Trumpismos, sostiene: "No podemos entender la eclosión de un movimiento global como el de la extrema derecha sin entender que estamos ante una crisis global del neoliberalismo como tal y de esa incapacidad de pensar en el futuro". Se trata de una "nueva" concepción política y económica; la aparición súbita de un movimiento que intenta dar respuestas al fracaso del neoliberalismo y a los desaciertos en la gobernanza por parte de la izquierda, todo dentro de un marco de coyunturas electorales que buscan catalizar los descontentos.
Recientemente en Davos, el presidente argentino Javier Milei señaló: "Quienes promueven la justicia social parten de la idea de que el conjunto de la economía es una torta que se puede repartir de manera distinta, pero esa torta no está dada, es riqueza que se va generando en lo que Israel Kirzner llama un proceso de descubrimiento.". La extrema derecha muestra cada vez más la radicalización de sus propuestas expresado en el ataque a los derechos de refugiados e inmigrantes en Europa, donde gobiernos como el de Macron (que sin ser ultraderechista), complace legislaciones sobre este tema con el apoyo entusiasta de los votos de Le Pen.
Dos manifestaciones, la crisis financiera y los ajustes macroeconómicos son mutaciones que traen consigo: contracción de la producción, disminución de los empleos productivos y aumento del desempleo estructural; caen las tasas de rentabilidad y disminuyen las del promedio de crecimiento económico, entre otras.
De ahí la superexplotación y la carga de una relación trabajo-capital dúctil, precaria y multivalente, que busca consolidarse como una especie de costumbre en las relaciones laborales y contractuales en todo el mundo. Manifestaciones que en esencia marcan el reflejo de nuevas relaciones sociales de producción, cónsono con esta etapa de reestructuración y crisis global del capitalismo.
La superexplotación ha sido tradicionalmente una manifestación presente en las economías de las sociedades latinoamericanas, que a estas alturas del mundo contemporáneo invaden a la economía internacional, particularmente en los países avanzados del sistema capitalista. Una especie de nuevos eslabones de las cadenas globalizadas de producción de valor, incluso de beneficio cada vez más concentrado en la misma Europa.
Los retos de la izquierda.
Frente a este esbozo cabe preguntarse ¿han decidido las masas comprar el discurso de la promesa de bienestar que la ultraderecha propone en su barnizado discurso de que todo se ha hecho mal y hay que retornar al pasado? Al respecto el ex vicepresidente boliviano Álvaro García Linera sostiene: "El apoyo de los sectores populares a soluciones de derecha autoritaria será la vía para exteriorizar ese enojo colectivo. No es que el pueblo se ha vuelto neoliberal ni que haya abrazado la creencia de que todos pueden ser emprendedores exitosos o que hay que destruir los derechos y los bienes comunes resguardados por el Estado. Lo que pasa es que las clases populares no pueden soportar más la incertidumbre de un porvenir que no aparece y, por ello, tienen que agarrarse de algo que les devuelva un mínimo de creencia en mejores días. Lo que sea, pero diferente a lo que ahora están soportando. Y mejor si es que pueden hacerlo distanciándose de quienes los desilusionaron, rechazando lo que ellos representan: la protección estatal.".
Ahí está gran parte del dilema de la gente ante gobiernos de izquierda y progresistas cuyo discurso y ejecutorias debieran estar en correspondencia con la sensibilidad y el sentimiento de la gente. ¿Cómo nace y se convierte en alternativa la ultraderecha? García Linera nos lo responde: "No aparecen de repente. Siempre han estado ahí, acurrucadas bajo el ala de las derechas centristas y moderadas. En tiempos de estabilidad económica son minorías activas que, en sus cenáculos, cual monjes reservados, guardan la sagrada llama del mercado y la autoridad. Pero cuando estallan las crisis abandonan sus monasterios y salen como apóstoles a reclutar adherentes. Y lo hacen, en primer lugar, entre las filas de las derechas moderadas que se hallan desorientadas por el malestar social, la divergencia entre las élites y la devaluación de sus antiguas recetas económicas.".
El avance en el presente siglo de la izquierda y el movimiento progresista en América, no fue más que el resultado de los maltratos y del empobrecimiento neoliberal. Las nuevas opciones de cambio verdadero y decencia popular han llegado al poder prometiendo bienestar y protección, pero si no se cumple lo prometido, estaremos al frente de lo que García Linera denomina colapso cognitivo de las adhesiones y las esperanzas. El aturdimiento los colma y crecen las desesperanzas, las mayorías que se sienten traicionadas miran hacia otros horizontes, buscando aferrarse a soluciones que ofrecen el porvenir, incluso a las que ayer castigaron con su voto y que hoy vienen con nuevos ropajes y discursos inculcando derechos sociales inherentes al Estado y convidando a un nuevo modelo donde el sacrificio es para "todos". Todo mientras aparezca un nuevo recetario y se refrieguen a diario los desaciertos de la izquierda que ya fue gobierno.
Un nuevo promisorio horizonte que movilice a las masas y garantice su apego y tradición a una democracia con protagonismo social asociadas a la igualdad y la justicia económica son antídotos para frenar esta nueva mutación salvaje del capitalismo. "La gente está buscando una salida.". No le demos el monopolio de esa salida a la ultraderecha.
Especial para Aporrea