Por el día del desastre de la Casa Fuerte y de cómo Bolívar se equivocó bastante. Nunca tuvo como prioridad tomar Guayana

Barcelona (Venezuela) 15-04-09

Nota: Hoy 07 de abril, se conmemora un año más de los acontecimientos relacionados con la Casa Fuerte de Barcelona. Lo que terminó en una masacre de patriotas y una pérdida de recursos materiales, derivado de una mala concepción de Bolívar. Porque pese su talento y todo lo grande que significó y significa, el más grande de los nuestros, de la América, como humano solía equivocarse; pero por eso mismo, su talento, corregía como lo demandaban las circunstancias. Resaltamos el importante rol de la mujer venezolana, empezando por Eulalia Sánchez, nativa de Mamporal, conocida como Eulalia Buroz.

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Los ejércitos mejicanos, aquellas gigantescas montoneras que recorrieron la amplitud del territorio de los aztecas en la lucha por la revolución, arrastraban tras de sí a las mujeres de los soldados y oficiales de menor jerarquía. Ellas se ocupaban, en cierta medida, en los caminos de la guerra, de las tareas y obligaciones que habitualmente desempeñan en el hogar. Cocinaban, lavaban las prendas de vestir y hasta hacían mantenimiento al armamento. O como la mujer del capitán Artemio Cruz, en la obra del mismo nombre del gran escritor mejicano Carlos Fuentes, ambientada en la gran revolución de su país, que se adelantaba a esperar su amante, en el próximo pueblo que tomaría el ejército en el cual él combatía.

La ferocidad de la guerra fue uno de los factores más importantes en esa conducta de la mujer mejicana. Esas soldaderas, como se llamó a aquella retaguardia femenina, marchaban detrás de sus ejércitos también para proteger sus vidas. En aquella época, tanto como ahora, en Guantánamo, Irak, Paquistaní y paremos de hacer menciones, poco importaban los derechos humanos y por regla general, cuando el ejército gubernamental mejicano tomaba una población, era habitual que pasase por las armas a las personas que allí hallasen sin importar edad ni sexo. En Venezuela, la llamada "Inmigración a Oriente", no fue más que una masiva fuga por el temor a las represalias que tomaría José Tomás Boves, contra la población caraqueña, después que Bolívar entró a la ciudad, como resultado final de la "Campaña Admirable" en 1813.

También hubo buen número de mujeres que portaban en el pecho una estampa de la virgen de Guadalupe, la madrecita de los mejicanos humildes, para protegerse de las balas de los enemigos mientras combatían heroicamente por la independencia y después en la revolución.

Todas ellas de por sí, fueron heroínas que entregaron sus vidas a la guerra de independencia y a toda causa justa en nuestro continente, sin que nadie registrase sus nombres en ninguna parte. El solo viento se encargó de borrarlos de los rincones y de los altares del sacrificio.

Aquel mismo proceder adoptaron los ejércitos colonialistas en Venezuela antes que el Libertador, por intermedio del futuro Mariscal Antonio José de Sucre, firmase con Don Pablo Morillo el Tratado de Regularización de la Guerra, o Trata­do de Santa Ana, que constituye uno de los primeros pasos, en la historia de la humanidad, para aliviar un poco los excesos de la guerra y una de las primeras versiones de la defensa de los derechos humanos.

Este huir del enemigo por la ferocidad de la guerra, es el motivo de la presencia de Eulalia Buroz en Barcelona, en compañía de su esposo el joven jamaiquino capitán Chamber­lain, quien, al inicio del año 1816, llega a Barcelona en su condición de edecán del Libertador. Es verdad que, entre nosotros, en la guerra de independencia, no sucedió aquel fenómeno de la revolución mejicana de las soldaderas, pero también es cierto que nuestras mujeres jugaron un papel destacado.

Desde el año de 1812, el Libertador concibe la idea estratégica de asignarle a la guerra, a las operaciones militares, el objetivo básico de tomar a Caracas. De manera que apenas disponía de fuerzas respetables, se lanzaba con empeño hacia su ciudad natal.

Pensaba que, en posesión de la capital de Venezuela, podría atraer el interés de los grandes países y obtener de ellos el reconocimiento y la ayuda necesarios para someter las fuerzas adversas a la independencia.

La Campaña Admirable del año 1813, que llevó al Libertador de triunfo en triunfo, desde la Nueva Granada hasta Caracas, estuvo concebida dentro de esta estrategia.

De 1813 a 1817, Bolívar estuvo empecinado en lograr el control de Caracas en primer término. Muchos fueron los esfuerzos, sacrificios y abundantes las pérdidas en la búsqueda de ese objetivo.

A comienzos de enero de 1817, el Libertador llegó a Barcelona con un cuantioso cargamento de armas, transportado en la escuadra de Brión. Su propósito era, como otras veces, reunir fuerzas para dirigirlas al centro del país.

Esta Eulalia Ramos Sánchez, hija de Francisco Antonio Ramos y de Isabel Sánchez Romero y Alcalá, había nacido en Mamporal, aproximadamente en el año de 1796.
Casó en primeras nupcias en su pueblo natal con Juan José Velásquez, quien murió en dentro del mismo lapso que duró la segunda república y de quien tuvo una hija.
Para el año 1814, como tantos jóvenes revolucionarios y patriotas fue aventada al exilio. Ella fue a parar a Cartagena de Indias, ciudad donde se había refugiado el Libertador, a raíz de la caída de la primera república. Allí, según Don Arístides Rojas, intimó con una familia de apellido Buroz. Cir­cunstancia, según Don Arístides, que produjo que, algunos exilia­dos la creyesen miembro de aquella familia y utilizasen aquel apellido para referirse a esta Eulalia Sánchez, nativa de Mampo­ral.

Acosado por las fuerzas del Brigadier Pascual Real, Bolívar solicitó la ayuda del General Mariño. El 25 de marzo se dirige a Guayana. En carta enviada al Almirante Brión desde Santa María de Ipire, dice, marcho "con el importante objeto de incorporar la división que obra contra Guayana al ejército de Barcelona........y ordené a su Excelencia, el Jefe de la Fuerza Armada, marchase a Aragua de Barcelona con el resto de las fuerzas que deben componer el ejército de operaciones y encargué de la plaza de Barcelona al señor General Freites con una guarnición suficiente para rechazar cualquiera fuerzas que la invadieran, mientras debía ser auxiliado por el Jefe de la Fuerza Armada, a quién le ordené expresamente volase en su socorro al primer aviso".

Observe el lector, que su intención es que quienes operan en Guayana, con la intención de tomarla regresen a incorporarse al ejército de Barcelona.

Este especial cuidado del Libertador por la plaza de Barcelona se explica porque ha dejado allí el parque que trajo del exterior y sabe que las fuerzas enemigas pondrían empeño en apropiárselo.

Entre los hombres que quedan en Barcelona con el general Freites está el capitán Chamberlain, que poco tiempo atrás había contraído matrimonio con Eulalia Sánchez Ramos, ahora de Chamberlain. Y ésta, recién casada, permanecía en Barcelona al lado de su marido.

Mariño, el Jefe de la Fuerza Armada a quien el Libertador asignó la responsabilidad de auxiliar a Freites, no pudo acudir a tiempo a Barcelona; las rivalidades internas del ejército patriota comandado por él, le impidieron cumplir con la misión que le fue asignada por orden superior.

Esto favoreció a las fuerzas enemigas y así, el 7 de abril de 1817, el General Aldama, con odio, cargó sobre Barcelona. Arrolla con fuerza incontenible a los 700 soldados y 300 civiles encerrados en el convento de San Francisco bajo el mando del General Pedro María Freites. La escena es espantosa. Doña Bárbara Arrioja cae fulminada por un sablazo que le parte el cráneo en dos y dos son los odios que se lleva. Más allá, Carmen Requena queda con el grito atorado en la garganta cuando una bala de fusil la pasa de parte a parte. Muy cerca de ella, una bella joven no se deja mancillar y muere de un pistoletazo. Agustín Reyes, el mismo valeroso soldado margariteño que segundos antes combatía ferozmente y arengaba con ánimo a sus tropas, se suicida para no verse prisionero. De un sablazo le arrancan la cabeza al cura Juan Antonio Godoy, la idea cayó al suelo y la palabra se disolvió en el pecho. Las culatas de los fusiles de los soldados de Aldama muelen al cura margariteño Serra. Los cadáveres forman pilas enormes y hasta sirven para proteger a quienes aún siguen combatiendo.

El Capitán Chamberlain, que ha estado defendiendo el viejo convento de San Francisco, sala por sala, piso por piso, centímetro a centímetro, herido de gravedad en el combate, se suicida de un disparo a la cabeza. Muchos, como Laureano Ortiz, su esposa Francisca Rojas y los hijos de ambos, Juana Chirinos, madre del Capitán Demetrio Lobatón, uno de los heroicos oficiales de Freites, se arrojan de la azotea en un inútil intento de huir de aquel horror.

Mientras tanto, allá en el sur, en Guayana, Piar, Anzoátegui y Cedeño han estado muy activos. Pasaron y repasaron los grandes ríos y en esos días tomaron Upata y varios pueblos cercanos.

En la Casa Fuerte, Eulalia Buroz, que ha estado combatiendo ferozmente, en defensa del acceso a una de las escaleras del convento, es asesinada después de haber dado muerte a un oficial de Aldama que la dominó y trató de ultrajarla. Poco tiempo antes, ella, sin disminuir su ímpetu combativo, vio caer, de los pisos de arriba, el cadáver del Capitán Chamberlain, su marido.

Piar hostiga a Angostura y toma las misiones de San Félix. Con esa plaza la República ha obtenido un trofeo de valor incalculable.

En Barcelona, Freites intenta romper el cerco y cae prisionero. Le acompaña allí, y hasta la muerte en la horca, su camarada y amigo Francisco Esteban Ribas.
Dos días después, Anzoátegui acompaña a Piar a enfrentar a La Torre en el camino de San Félix.

Aldama, finalmente toma la Casa Fuerte, asesina a cuanto humano pudo capturar. Provoco suicidios colectivos mediante el terror en el curso del combate y también al final. Después reorganiza sus fuerzas, toma aliento y se dirige a Guaya­na a unirse a Morillo.

Cuatro días después del martirio de Barcelona, del asesinato de Eulalia Buroz, el once de abril de 1817, Manuel María Piar Gómez, con el barcelonés José Antonio Anzoátegui como jefe de sus carabineros, toman venganza, derrotando a La Torre en San Félix.

El 25 de marzo, días antes de la toma de la Casa Fuerte, Bolívar había intentado atraerse al ejército de Piar para dirigirse en campaña al centro del país. Con este propósito ha mantenido el parque en el convento de San Francisco hoy llamada Casa Fuerte.

El 05 de abril, Bolívar y Piar repasan las defensas de Angostura. Conversan sobre la estrategia de la guerra. Bolívar escucha la exposición de Piar acerca de la conveniencia de la toma de Guayana y este jefe reconoce la autoridad del Libertador. El 02 de mayo, con posterioridad a la entrevista de Bolívar con los oficiales disidentes del ejército de Mariño y enterado de los sucesos de Barcelona, el Libertador regresa a Guayana. Atrás queda la obsesión por Caracas.

La guerra tomó un nuevo sendero. Guayana, a partir de los sucesos de Barcelona y el triunfo de Piar en San Félix, es vista con otra óptica por el Libertador. En breve se convertirá aquella región en la base de la República y en la retaguardia inexpugnable que proporcionará a ésta ventajas que antes no había conocido. Se resarcen los patriotas de la derrota de Freites; Bolívar puede preparar el Congreso de Angostura y abrir el canal que, desde esa ciudad y a través del llano, lo llevará al sur del continente y a la altura de la gloria.

La recia resistencia de la histórica Barcelona, del valiente general Freites y el heroísmo de Eulalia Ramos Sánchez de Chamberlain, o Eulalia Buroz, no fueron gestos en vano.

Como tampoco fueron vanos los sacrificios de Joaquina Sánchez, Ana María Campos, María del Carmen Ramírez de Briceño, la maturinesa Juana Ramírez "La Avanzadora", la margariteña Concepción Mariño y Luisa Cáceres de Arismendi, que no nació en la isla de las perlas, pero fue allí donde entró a la historia; Bárbara Arrioja, Teresita Heredia y Carmen Requena, inmoladas en la Casa Fuerte; María Rosario Navas y Rosalía Pacheco, de Mérida, activas combatientes en la "Campaña Admirable"; las cumanesas Cesárea Prada y Leonor Guerra, quien recibió 200 azotes por revoltosa y revolucionaria. Las martirizadas por Boves en Santa Ana, Bárbara Pérez, madre de Juan Antonio Sotillo; Ciriaca Carvajal, asesinada junto con sus tres hijas y Úrsula Ledezma a quien de cuajo le arrancaron un brazo.

Nota final: La toma de Guayana, por su importancia estratégica, si fue meta de los orientales desde 1811. Antes que Piar asumiese esa tarea, la habían intentado dos veces. La segunda de ellas estuvo comandada por José Tadeo Monagas, acompañado entre otros por los hermanos Sotillo, "los macabeos", entre ellos un muchacho de unos 17 años, llamado Juan Antonio Sotillo.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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