El 8 de enero pasado fue conformada la Comisión Presidencial para la Reforma Constitucional. Días después grupos de ecologistas del país recibieron una propuesta de creación del Poder Territorial y enviaron en respuesta opiniones donde la califican de “propuesta novedosa”, y hacen sugerencias sobre su estructuración. La semana pasada, desde esta columna, la presentamos a la opinión nacional. ¿Por qué la necesidad de crear el Poder Territorial? Porque el territorio es elemento fundamental sobre el cual vive la población y se establece el Poder del Estado. Y por que, a pesar de su importancia, carece de poder para defender su integridad. La norma constitucional sobre la defensa del territorio y de todo lo que en él existe, es simple saludo a la bandera, así como las Leyes que se dictan sobre bosques, aguas, suelos, ambiente, equilibrio ecológico, conservación y defensa. Todas carecen de poder para cumplir su cometido o sirven para lo contrario en manos de funcionarios venales.
Las luchas libradas en cincuenta años, en la defensa de los Recursos Naturales Difícilmente Renovables, nos han enseñado que no existe Ley con el poder para hacer cumplir ese cometido. En setenta años de vida hemos visto como la degradación de los Recursos Naturales Difícilmente Renovables, no la contiene nada ni nadie. Los ligeros repuntes son muy pronto desechados.
En el principio de las civilizaciones la relación hombre, naturaleza, sociedad era armónica; pero a medida que el ser humano desarrolla los instrumentos de producción; y crece la población; y se amplían las relaciones e intercambio de todo tipo; esa armonía se fue quebrando. La revolución industrial y tecnológica ocurrida en los últimos dos siglos le ha causado más daño a la naturaleza que todo el recibido desde la aparición del Homo Fáber.
Habitamos un planeta en donde cada día se rompe el equilibrio natural, lo cual se evidencia cada vez más en los cambios climáticos, en el calentamiento de la tierra, en el creciente deterioro de la flora y la fauna, en los desastres naturales, hambrunas y epidemias. Miles de hectáreas de bosques desforestadas se van convirtiendo en pavesas humeantes y luego en desierto. Es tal la avalancha de destrucción que, hasta el mecanismo protector de la capa de ozono situado a cientos de kilómetros de altura de la corteza terrestre, se ha deteriorado. ¿Cuánto más será el deterioro de bosques, suelos y mares?
Si el problema tiene tal magnitud y ocurre sobre uno de los elementos del Estado: el territorio ¿Por qué continuar ignorándolo o pretender tratarlo con “paños calientes” si en ello nos va la vida misma? ¿Por qué no darle la atención que merece, la jerarquía que le corresponde en razón de su importancia? Todo, absolutamente todo, se realiza sobre el territorio (primer elemento del Estado). En consecuencia, merece la máxima atención para garantizar la vida de la población (segundo elemento del Estado). Y así el Poder (tercer elemento del Estado), cumpla a cabalidad las atribuciones que le asigna la sociedad.
leonmoraria@cantv.net
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