A la hora de inicio de la actividad quirúrgica contemplada en el plan previamente conformado, la enfermera instrumentista, previo desearte buenos días, te informa que no hay cepillos de lavado de las manos. Uno piensa..¿Tendré que omitir la cirugía?. Y es que el cepillo forma parte de la asepsia y antisepsia del equipo de trabajo; pero inmediatamente vuelves a pensar..pero que lástima con la paciente, está esperando por un turno quirúrgico desde el año pasado por el daño que había en las máquinas de anestesia y ahora ¿la voy a omitir por esta tontería? no, no me parece justo. Me lavaré las manos frotándolas una contra la otra, como en los tiempos de Hipócrates, nuestro padre epónimo y llevaré a efecto la cirugía.
Después de tremendo acto de solidaridad humana, ingresas a la sala de operaciones y en el momento en que preparas el abdomen de la paciente para colocar los campos quirúrgicos, repentinamente, el ambiente apacible del quirófano se ve alienado por una alarma. Es la máquina de anestesia, la recientemente repotenciada, que te está indicando que el fuelle del ventilador se ha detenido y por ende el paciente no está recibiendo la ventilación pulmonar adecuada.
Los colegas anestesiólogos, muy diligentemente, sustituyen el destartalado aparato e inician una ventilación manual. Ambos murmuran entre sí sobre el hecho de suspender la cirugía o irse a pie con el pulmoncito y mantener la ventilación. Uno se imagina que en su platica les pasó por la mente todo lo que el cirujano pensó,...caramba, pobre paciente, tanto tiempo esperando..que le vamos a hacer...no hooombre vamos a continuar con la anestesia. Luego, en voz alta, ya reconfortados porque se trajeron de la sala vecina la otra maquinita de anestesia, la otra repotenciada, te informan que puedes inicar la cirugía...¿ajá y los pacientes de la otra sala? ....que le vamos a hacer, se omitirán, te responden.
De esta manera, y esponjadotes por este otro acto de nobleza, los abnegados profesionales de la salud proceden a exponer el abdomen del paciente a quien le practicaran una Histerectomía Abdominal Total y extirpación de una tumoración ovárica derecha.
La cirugía transcurre apaciblemente y solicitas el aspirador, tú sabes, para despejar el campo quirúrgico del sangramiento que se genera producto de la cirugía. De pronto, el aparatito deja de funcionar y gritas, ¡no aspira!, la instrumentista, muy observadora, detecta que la goma para aspirar está colapsada, es decir, no tiene la tonicidad necesaria en sus paredes para que resista la presión negativa que el aparatito de succión imprime y de esta manera retirar el contenido que pretendes desalojar de la cavidad peritoneal, es decir sangre. Claro, piensas, ...es que son tan viejitas... las pobres no dan para más. De inmediato y con voz plena te diriges a la instrumentista, ¡bueno cámbiala!...¡no hay más doctor, era la única que había!, responde tajantemente.
Una extraña sensación te recorre el cuerpo y piensas, bueeeno , piano, piano, encomiéndate a Dios, pídele a Él que guie tus manos y que puedas terminar la cirugía sin más contratiempos.
Esto que estamos relatando no es producto de nuestra imaginación, es la realidad que a diario vivimos quienes nos dedicamos a la cirugía en un hospital que no está calificado para llevarlas a efecto en los actuales momentos y en especial en aquellos dependientes del Seguro Social por la carencia de insumos a las que nos tienen condenados las autoridades del I.V.S.S. las cuales parecieran estar conspirando en contra del gobierno revolucionario.
Colegas profesionales de la medicina, llegará el momento en que de abnegados y pendejos profesionales de la salud, pasaremos a calidad de imputados, por estar realizando actos quirúrgicos en donde paseamos por toda la gama de negligencias que se nos puedan imputar en un tribunal penal...y lo más triste del caso...con conocimiento de causa.
Eliécer Alvarado
Cirujano Adjunto Hospital Dr. Adolfo Pons
Maracaibo
Esta nota ha sido leída aproximadamente 3780 veces.