Estimado Presidente:
He pensado mucho para escribirle esta carta abierta. Me temo que no le será agradable porque le formularé una crítica muy severa. Se ha enfrentado usted nada más y nada menos que a la Conferencia Episcopal de Venezuela. Ha mostrado al hacerlo una incapacidad manifiesta para entender el pensamiento supremo de ese cónclave de "santos varones". ¡Algo muy grave, señor Presidente!
Usted ha elegido siempre el camino de la consulta al pueblo, ha despreciado la sabiduría de los obispos y preferido al pueblo. A nadie escapa la diferencia entre ese pueblo ignorante al que usted consulta todo el tiempo y la sabiduría superior de los obispos. Usted no está comprendiendo nada, no entiende y eso puede conducirlo al fracaso.
No pocas veces ha mencionado usted su respeto por la historia como ese profeta que mira hacia atrás, como esa memoria colectiva de la que tanto podemos aprender para evitar errores. ¿Por qué no ha consultado usted la historia?
Si usted desea reformar la Constitución Bolivariana, ¿por qué no hizo usted lo mismo que hizo el ilustrísimo don Pedro Carmona Estanga?, ¿no se fija usted como al proceder conforme a los principios de la sociedad civil, el nunca bien ponderado don Pedro atrajo el cariño, la aquiescencia, el beneplácito y hasta el aplauso de nuestros santos obispos?, ¿no se fijó usted en la sonrisa beatífica del Cardenal Velasco mientras con elegancia suprema don Pedro “reformaba” la Constitución?, ¿acaso olvida la sonrisa de monseñor Porras haciendo antesala a don Pedro en Miraflores? Del curita aquel que dijo "todos saben que soy adeco" prefiero no acordarme porque no tenía categoría de obispo, ¿ve? ¡Ah, bueno!
Todavía está usted a tiempo. Se lo digo porque le tengo simpatía. Mire, cámbiele el nombre a la República Bolivariana de Venezuela, disuelva la Asamblea Nacional, destituya de sus cargos a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, al Fiscal General de la República, al Contralor General de la República, a los gobernadores y alcaldes, hágalo, pero complazca a la Conferencia Episcopal: Llame a Cadena Nacional de Radio y Televisión, invite a los empresarios, que no falten los obispos y el Cardenal Urosa para que refrende sus medidas, no se olvide de llamar a Rosales, pero déjese de esas cosas comunista-castrista-marxista-leninista-guevarista de andar consultando al pueblo. Hágalo como debe ser, como a ellos les gusta, y verá a los obispos diciendo a coro: ¡te queremos Hugo!, ¡já!
¿Comisión para la reforma?, ¿consulta abierta a todo el pueblo?, ¿referedo aprobatorio?...¿Cómo se le ocurre semejante ofensa a las Fuerzas Vivas de la Nación?, ¿acaso el Santo Padre que vive en Roma consulta al pueblo?, ¿ah?, de ahora en adelante declare su infalibilidad, suprima las leyes y empiece a manifestar su voluntad suprema con Encíclicas. Hágalo así y verá como todo cambia. No pierda la esperanza, no conozco ningún caso de canonización antes de la muerte –Dios no quiera- pero en su caso, si se porta como debe ser, con distancia y categoría, seguramente habrá la primera excepción en la historia de la Iglesia. No olvide que al bueno de Franco le administraban la eucaristía bajo palio -entienda, era para inspirarse antes de firmar las órdenes de fusilamiento de esos rojos-, no vaya a pensar mal, no eran personas, eran rojos ¿ve? ¿Se imagina lo bonito que se vería usted en un altar?...pareciera que lo veo…San Hugo el Magno y aquel humero de velas... y beatas a los pies de su imagen, incienso... ¡ay!, ya lo veo...ya lo veo...
No me debe usted nada por mis consejos, forman parte de mi patriotismo y mi amor por la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana a toda prueba, si acaso, acuérdese de mí cuando esté en su gloria.
Con todo respeto.
PD: Si quiere favorecerme con algodón de azúcar...no se contenga... eso da caché. (Si no pregúntele a los obispos y su carnal Blanca Ibañez)