Tragedia cotidiana

La clase media es una clase sin conciencia. El Presidente lucha por bajar los precios y ella padece con una tenacidad, extraña en el trópico, como si fuese un zombi, los ritmos de las maldades que las elites le propugnan: No tiene carne, a veces tampoco azúcar. No hay huevos ni siquiera en los automercados, mucho menos en las grandes cadenas de distribución alimentaria. Decir "grandes" cadenas no es exacto. Deberíamos buscar un calificativo más cónsono: mafiosas cadenas de distribución, turbias, monopólicas, golpistas... Pero las palabras de la verdad son rápidamente minimizadas, despreciadas y banalizadas por la fuerza mediática que modula y perfila nuestras identidades. Los miembros de la clase media están furiosos porque Chávez va a regular las clínicas que ellos están desesperados para ver cómo diablos pueden pagar.

Juegan a elevar la inflación, a la especulación, el acaparamiento y el desequilibrio económico para demostrar que la ley de la oferta y la demanda se cumple inexorablemente. Y las condenas no son eternas, aunque lo diga Virgilio a la entrada del infierno.

Mañana tengo que hacerme una tomografía y cuesta casi un sueldo, pues es con contraste y sin contraste, debo ir en ayunas y tener un millón de bolívares para pagar el TAC. Son equipos caros, no cabe la menor duda, pero ¿por qué está tan brava la señora? Ahora sí es verdad, la clínica Ávila llena de chavistas.

La clase media va, se lanza a la calle, mancilla sus símbolos patrios: anda con la bandera al revés porque Marcel Granier inventó poner a rodar que en Venezuela se había mancillado la libertad de expresión. Esta falacia movilizó, aunque usted no lo crea, a esos extremos llega la clase media, a los rectores de la UCV, USB, Ucab...

Los rectores, la inteligencia se movilizó por toda la capital y que son los lentes del espectáculo, convulsiva y too concer ned por la suspensión de Radio Rochela.

Son las paradoja del mundo mediático, del mundo intervenido por la mercancía, por su estética, por su ética, cada vez más ultrajante, más urdida y falaz. La clase media soporta en silencio los activismos políticos de Aló Ciudadano, siempre tan ingenioso para destilar prejuicios y discriminación etc. Mientras la clase media se arrodilla ante las cámaras, Marcel Granier afina su negocio de comunicación con las empresas de TV por cable. Por culpa de Chávez el pueblo tendrá que pagar por su telenovela. Como diría por cierto uno de los personajes de la tan añorada Radio Rochela, "la televisión es un círculo cerrado". Un círculo con mucho dinero, un círculo de mucho poder. Un círculo de derecha podría decirse... El círculo de la dictadura global.

La clase media mandó a sus hijos a la calle: no hay peor riesgo que perder la patria, pensaron. La clase media ya no puede vivir donde vive pero sobrevive mucho mejor que antes, especialmente los profesionales.

La clase media pueden ser empleados públicos desde siempre, amparados en la Ley de Carrera Administrativa, siguen bajo la dictadura de Chávez propagando y manteniendo el burocratismo y sus consecuencias nefastas.

A la clase media no le importa que en Chacao y Baruta no pasen recogiendo la basura: todo sea por las guarimbas. Protestar, manifestar contra esta dictadura que ha librado a la clase media de los créditos balón y del aumento de la matricula escolar. Detestan el nuevo viaducto, no entienden dónde queda el segundo puente sobre el Orinoco, no son usuarios del Metro ni de ningún tren interurbano que, como los estadios, son pura mentira.

La clase media no ve, sigue desagradecida actuando el libreto que el mundo mediático le dicta. Fiel. Entregada, ciega y a la moda...

Escritora


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Stefania Mosca


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